Silas
Observo a la mujer delante de mí, a la que le di mi vida por años y amé con locura. Estoy consciente de que nuestra relación se enfrió con el paso del tiempo, que nuestros sentimientos cambiaron, pero aún la quería e incluso hubiera trabajado para mejorar nuestra relación. A pesar de que mi amor por ella se desvaneció un poco, nunca se me pasó por la mente traicionarla con otra mujer.
«Ojalá ella se hubiera sentido del mismo modo», cavilo con pesar.
Regresando al día que la encontré en mi cama con otro hombre, me doy cuenta de que en realidad no fue la traición lo que más me dolió, sino el hecho de que mi familia se había roto, de que ya no le daríamos estabilidad a Nayla.
Sin embargo, ahora lo agradezco porque por fin puedo ver a Fátima como lo que es, una mujer descorazonada. Pude no haber visto su deslealtad, no obstante, ahora soy capaz de verla cómo es en realidad e identifico que hay algo que no me dice. No me trago su repentino interés por Nayla y me propongo averiguar lo que se trae entre manos.
La mirada preocupada de Nayla me perfora el alma cuando me pregunta por qué su madre quiere llevársela. Trago saliva, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre mis hombros mientras busco las palabras adecuadas para explicarle la situación.
—Nayla, tu mamá está pasando por un momento difícil en su vida, y cree que estar contigo la ayudará —comienzo, tratando de simplificar la complejidad de la situación para que mi pequeña pudiera entender.
Nayla frunce el ceño, sus ojos llenos de confusión.
—¿Por qué no puede quedarse aquí contigo y conmigo, papá? ¿Por qué no podemos vivir juntos, papá? Quiero a mamá y también quiero estar contigo. No quiero irme —exclama, sus palabras resonando con una pureza infantil que parte mi corazón en pedazos.
Me agacho frente a ella, tomando sus manos en las mías con ternura.
—Nayla, quiero que sepas que siempre serás mi prioridad. La vida puede ser complicada a veces. Tu mamá y yo estamos tratando de averiguar cómo hacer que todo funcione de la mejor manera posible para ti. —respondo, luchando por mantener la cala—. Haré todo lo posible para que estemos juntos y que nada te separe de mí —Le prometo con la intención de transmitirle seguridad en medio de la incertidumbre.
Nayla me abraza con fuerza, sus pequeños brazos rodean mi cuello mientras entierra su rostro en mi hombro.
—Te amo, papá —susurra, sus palabras llenas de un amor incondicional que me recordaba la bendición de tenerla a mi lado.
—Yo te amo más, mi niña.
Con el corazón aún pesado por la situación con Fátima, me aferro al vínculo irrompible que comparto con mi hija. En ese momento, mi prioridad es protegerla y asegurarme de que siempre sienta amor y apoyo sin importar nada más.
(***)
La luz del sol mañanero indicaba que sería un día bonito. Cuando dejé a Nayla en la escuela, intenté mantener una sonrisa en mi rostro para tranquilizarla, el peso de la situación apretaba mi pecho. Mi mente estaba llena de preguntas sin respuestas y de decisiones difíciles que debía tomar.
Después de dejar a mi hija, decido tomarme un tiempo del trabajo para abordar una tarea que se volvía urgente: buscar asesoramiento legal sobre la custodia de mi hija. Conduzco por las concurridas calles de la ciudad, mi mente dando vueltas en un torbellino de emociones y preocupaciones.
Ahora me hallo en el bufete de abogados, donde soy recibido por un hombre de aspecto serio pero profesional.
—Buenos días, señor Lamprou. ¿En qué puedo ayudarlo hoy? —inquiere invitándome a sentar.
Tomo asiento en su oficina mientras explico la situación que estoy enfrentando.
—Buenos días. Necesito asesoramiento legal sobre la custodia de mi hija. Mi esposa la abandonó recientemente y está tratando de llevársela. —Le hablo sobre el abandono de Fátima, y su intento de llevarse a Nayla.
—Entiendo, señor. Lamento escuchar eso. Por favor, cuénteme más sobre la situación.
—Mi esposa y yo hemos estado separados desde que ella decidió irse. La encontré engañándome en mi cama con un desconocido, ese mismo día se machó y me dijo que era hora de que «me hiciera cargo» de mi hija. —Cito—. Ahora, quiere llevarse a Nayla, nuestra hija, y temo que no tenga su bienestar en mente.
El abogado asiente comprensivamente y comienza a explicarme los pasos legales que podríamos seguir para garantizar la custodia de Nayla.
—Comprendo. En primer lugar, necesitamos recopilar pruebas que respalden su papel como padre y demuestren que usted es la mejor opción para la custodia. ¿Ha estado involucrado activamente en la vida de su hija? ¿Ha participado en su educación y cuidado?
—Sí, siempre he estado presente para Nayla. La llevo y recojo de la escuela, he participado en sus actividades y he sido responsable de su bienestar. Sin embargo, durante seis meses estuve un poco ausente debido a que estaba centrado en mi trabajo para conseguir un ascenso que nos diera mayor estabilidad económica. —Le cuento, un poco avergonzado por ello.
—Ella puede usar eso en su contra, no obstante, fue poco tiempo. —Cavila por unos segundos, antes de agregar—: Debemos asegurarnos de que el entorno en el que vive sea estable y adecuado para el desarrollo de su hija. ¿Podemos hablar más sobre su situación laboral y su hogar actual?