Desafiando su Corazón

Capítulo 14: Nayla y sus Cómplices Traviesos

Silas 

Me estoy haciendo el loco, obviamente no lo estoy, al menos no tanto, pero me hago el distraído para que Nayla no se dé cuanta de que estoy evitando su mirada inquisitiva. A pesar del fin de semana tan divertido que tuvimos, sé que ella nota que hay algo mal. 

Por más que quiera evitar causarle preocupaciones innecesarias, asumo que algo en mi actitud la hace sospechar que no todo está bien. 

—Aquí tiene su desayuno, pequeña dama. —Dejo los panqueques con frutas sobre la mesa—. Sin quemaduras esta vez. —Intento bromear, pero ella no se ríe. 

—¿Hay algo mal en el trabajo? —Me pregunta. 

—Claro que no, cariño. Todo está bien. —Le sonrío con lo que espero sea sinceridad. 

—¿Me dirías si hay algo mal? —Sigue cuestionando. 

—Lo haría. —respondo, espero no tener que darle una mala noticia. 

—Está bien. 

Desayunamos en silencio, algo que no es nada usual en nosotros. Debo hablar con mi abogado hoy y determinar el paso a seguir; entre más rápido lo haga, más pronto nuestras vidas regresarán a la normalidad. 

Le hago unas trenzas similares a las del sábado, solo que estas quedan más pulidas. Agarro su mochila y lonchera y salimos de casa rumbo a la escuela. Pongo en la radio las canciones que le gustan, pero esta vez no tararea. Me pregunto si tendré que buscarle un psicólogo. 

—Hemos llegado, mi reina. —Le aviso, intento mantener el ambiente animado. 

—Gracias, papi. 

La acompaño hasta la entrada donde Isla está de pie, hoy tiene un vestido largo hasta los pies con flores que le quedan bien. Sus gafas la hacen ver inteligente, no obstante, su sonrisa es lo que me llama la atención. Sus labios no tan gruesos ni delgados se extienden y es como si todo su rostro se iluminara, ella contagia alegría. 

Es impresionante, yo me encuentro impresionado por ella. Es una pena que no sea el momento ni la situación adecuada, de lo contrario, la invitaría a salir. 

—Buen día, maestra. —La saluda mi hija. 

Isla observa a Nayla con detalle, es evidente que se ha dado cuenta de que hay algo mal por la mirada que me lanza, me encojo de hombros porque no sé qué respuesta darle. 

—Buen día, Nayla. Es bueno verte. —La saluda como es usual—. Ve con tus compañeros, en un rato comenzaremos. 

—Adiós, papá. —Me da un corto abrazo y luego sale corriendo hasta donde sus amigos. 

Una vez Isla y yo estamos solos, ella se acerca un poco para que nadie escucha nuestra conversación. 

—¿Qué pasa con ella? —indaga, su tono de voz preocupado. 

—Intuye que hay algo mal, me conoce demasiado bien. —Le explico—. El resultado de la prueba fue negativo, ella no es mía. —confieso por primera vez en voz alta. 

Decirlo se siente igual de doloroso. 

—Oh, Silas. —Se lamenta—. Lo siento mucho, lamento que ella haya jugado contigo. 

Sé que se refiere a Fátima. 

—No me importa, al menos no mucho. Sin embargo, puede quitarme a Nayla, dijo que lo haría. —Le cuento mi mayor miedo. 

—Aunque no los una la sangre, has cuidado de ella desde antes que naciera, ella es tuya, Silas, un papel no cambiará eso. Aun así, la ley no siempre ve estas cosas, por eso lucharemos para que ella se quede contigo. 

—No te lo dije para que me apoyaras, simplemente quería desahogarme. —Me apena un poco haberlo hecho. 

—Te apoyaré en lo que pueda porque Nayla y tú me caen bien, me importan a pesar del poco tiempo que llevamos conociéndonos. —Sujeta mi mano entre las suyas—. Puedes contar conmigo para lo que sea, Silas. 

Me observa de forma intensa, sus ojos se ven mucho más verdes de cerca. Incluso noto las pocas pecas que hay regadas sobre sus mejillas. Ella es hermosa. 

—Gracias, Isla. —Le respondo con toda honestidad. 

—Con mucho gusto, señor Silas. —bromea un poco—. Nos vemos a la hora de la salida. 

—Nos vemos. —Me despido de ella, pero permanezco en mi sitio hasta que desaparece dentro de la escuela. 

Algún día, cuando mi vida no esté hecha una locura, haré mis movimientos. Isla es ese tipo de mujer por la que vale la pena dar lo mejor de ti. 

El solitario trayecto hacia la oficina de mi abogado se siente más pesado que de costumbre. Sigo procesando los resultados de la prueba, tratando de asimilar la realidad que se revela en aquel papel. Al llegar, entro con la mente cargada de incertidumbre y ansiedad.

—Silas, ¿cómo estás? —Me saluda el abogado, notando mi semblante preocupado.

—No estoy bien. Los resultados… no son los que esperaba —admito, entregándole el sobre que contiene la verdad que temía.

Nickcholas Alexiou toma el sobre y revisa el contenido con atención. Su expresión se vuelve más seria a medida que analiza los detalles.

—La falta de compatibilidad sanguínea es un punto en contra, pero no es definitivo. Podemos construir un caso sólido apelando a la infidelidad de Fátima. Esa traición puede inclinarnos la balanza a nuestro favor —explica, buscando darme un atisbo de esperanza.




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