Desafiando su Corazón

Capítulo 18: Sinfonía de Batalla

Silas 

Nayla me mira con ojos suplicantes, tratando de convencerme de que no quiere ir a la escuela. Sus labios forman un puchero irresistible, pero sé que detrás de esa expresión dramática hay una estrategia bien elaborada.

—Sé que te encantaría quedarte en casa y jugar todo el día, pero la escuela es importante, cariño —Le digo con calma, resistiendo la tentación de ceder ante su mirada.

Nayla frunce el ceño, decepcionada por mi negativa. 

—¡Pero papá, tengo tanto sueño hoy! ¿No podríamos hacer un día de pijamas en casa? —insiste, intentando apelar a mi corazón.

Me mantengo firme, consciente de que debo mantener las reglas. 

—Lo siento, Nayla, pero no podemos saltarnos la escuela. Después de clase, podemos hacer algo divertido juntos —respondo con determinación.

Nayla suspira con resignación, aun así, finalmente asiente. 

—Está bien, papá —murmura, aceptando mi decisión.

Suspirando aliviado, le sonrío y le doy un abrazo. 

—Gracias por entender, cariño. Vamos, tenemos que irnos —digo mientras nos dirigimos hacia la puerta.

Mientras avanzamos hacia la escuela, Nayla continúa con su actuación de pucheros y ojos tristes, sin embargo, me mantengo firme en mi decisión de no ceder ante sus caprichos. Observo su expresión y puedo percibir que algo más la está preocupando.

—¿Qué pasa, Nayla? ¿Por qué no quieres ir a la escuela hoy? —pregunto con preocupación, buscando entender lo que realmente está pasando por la mente de mi hija.

Nayla baja la mirada y juega nerviosamente con sus dedos. 

—Es solo que… quería pasar más tiempo contigo, papi. —murmura en voz baja, revelando su verdadero motivo.

Mi corazón se estremece ante sus palabras. Comprendo que mi situación con Fátima está afectando a Nayla más de lo que imaginaba. Me agacho para quedar a su altura y le doy una suave palmada en el hombro.

—Lo entiendo, cariño. Sé que las cosas han estado un poco complicadas últimamente, pero prometo que haremos más actividades juntos después de clases, ¿de acuerdo? —Le aseguro con ternura, tratando de reconfortarla.

Nayla levanta la mirada y me sonríe débilmente. 

—¿De verdad, papá? ¿Podremos jugar al escondite cuando lleguemos a casa? —indaga con esperanza en los ojos.

—Por supuesto, Nayla. Será nuestro juego secreto después de clases —digo con complicidad.

Nayla parece animarse ante la idea y asiente con entusiasmo. 

—¡Genial! Entonces quiero ir a la escuela rápido para que el tiempo pase más rápido —exclama, olvidando momentáneamente sus preocupaciones.

Con un sentimiento de alivio, continuamos nuestro camino hacia la escuela, aunque la vena de la preocupación sigue latiendo en mi interior. 

Al llegar a la escuela, el ambiente se llena de una energía más positiva. 

—¡Hola, profesora Isla! —Nayla saluda a Isla con entusiasmo y luego corre hacia la entrada del edificio, ansiosa por comenzar su día de clases. 

Sin embargo, unos segundos después, se detiene en seco y se da la vuelta, recordando algo importante que olvidó hacer: despedirse de su padre.

Observo con una sonrisa cómo Nayla regresa corriendo hacia donde estoy parado junto a Isla. Sus mejillas están ligeramente sonrojadas por el repentino cambio de dirección, pero su expresión es pura determinación mientras se acerca.

—Papá, ¡casi me olvido de despedirme de ti! —manifiesta, extendiendo los brazos para darme un rápido abrazo.

Río suavemente ante su adorabilidad y la estrecho con ternura. 

—No te preocupes, Nayla. Ve y diviértete en clases. Te veré después —digo con cariño, antes de dejarla ir.

Nayla asiente con una sonrisa radiante y luego se dirige hacia la entrada de la escuela, lista para enfrentar el día. Mientras tanto, Isla y yo compartimos una mirada cómplice, contagiados por la alegría contagiosa de Nayla.

—Es increíble cómo puede cambiar el día con solo verla sonreír —comento, dirigiéndome a Isla mientras observamos a los niños entrar al edificio.

Isla asiente con una sonrisa. 

—Nayla tiene ese don especial de iluminar cualquier lugar en el que esté —responde, admirando a la pequeña.

—Gracias por siempre cuidar de ella, Isla.

Ella me devuelve la sonrisa con amabilidad. 

—Siempre es un placer, Silas. Nos vemos después —dice antes de despedirse y dirigirse hacia el edificio.

Observo como Isla se aleja con una sensación de gratitud por tenerla en la vida de Nayla. Con un suspiro de satisfacción, me preparo para comenzar mi día, sintiéndome agradecido por cada momento que paso junto a mi hija.

Al llegar a mi trabajo, me dirijo directamente hacia la sala de reuniones donde sé que mi equipo se está reuniendo para discutir los proyectos del día. Al entrar, todos se vuelven hacia mí con curiosidad, esperando escuchar las últimas novedades.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.