Desafiando su Corazón

Capítulo 19: La Curación en la Mirada de Nayla

Silas 

La espera se hace interminable mientras aguardo frente a la puerta de la escuela. Soy el primero de los padres en llegar, ansioso por ver a mi hija después de escuchar las amenazas de mi exmujer. Cada segundo que pasa se siente como una eternidad, y mi corazón late con fuerza en mi pecho mientras mi mente repasa una y otra vez todas las posibilidades.

Las palabras de Fátima resonando en mi cabeza, sus intentos desesperados por quitarme a Nayla, me llenan de preocupación y determinación. No puedo permitir que nada le pase a mi hija, y estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para protegerla.

Finalmente, las puertas se abren y los niños comienzan a salir en tropel. Escaneo la multitud con la esperanza de ver el rostro familiar de Nayla entre la muchedumbre. Y entonces, la veo. Su pequeña figura emerge entre los demás niños, su rostro iluminado por una sonrisa radiante que hace que todo mi miedo y ansiedad se desvanezcan al instante.

—Nayla —llamo suavemente cuando se acerca a mí. 

Su respuesta es un grito de alegría mientras corre hacia mis brazos, y el peso de todo el día se disipa en ese momento. Ahora, más que nunca, estoy decidido a protegerla y asegurarme de que siempre esté a salvo.

—Quiero peinados y papas fritas, papi. —Impone. 

Con Nayla en mis brazos, su petición de ir a casa para hacer sesiones de belleza y papas fritas llena el aire con una sensación de ligereza y alegría. Sonrío ante su entusiasmo y le aseguro que estaremos en casa en un abrir y cerrar de ojos.

—Claro que sí, Nayla. Vamos a tener la mejor tarde juntos —respondo con una sonrisa mientras comienzo a caminar hacia el auto.

Justo en ese momento, veo a Isla salir de la escuela y una idea atraviesa mi mente. 

—¡Hola, Isla! —La saludo con alegría—. ¿Te gustaría unirte a nosotros esta tarde? Nayla y yo vamos a hacer sesiones de belleza y papas fritas en casa. Sería genial tenerte con nosotros. 

Nayla asiente emocionada y extiende la invitación hacia Isla con una amplia sonrisa. La idea de pasar tiempo juntos como una pequeña familia improvisada llena mi corazón de calidez y gratitud.

—Estaré feliz de pasar el resto de la tarde con ustedes. —Acepta Isla. 

—Vamos. 

Acomodo a mi hija en su silla y salimos rumbo a casa con Isla conduciendo su auto detrás de nosotros, en pocos minutos llegamos y tan pronto como libero a Nayla, corre hasta la entrada mientras espera que abra la puerta para ella. 

Cuando lo hago, mi hija corre emocionada hacia su habitación, ansiosa por comenzar con nuestras actividades planeadas. Mientras tanto, Isla y yo nos quedamos en la sala de estar, y no puedo evitar que mi preocupación se refleje en mi rostro.

Isla me mira con comprensión, como si pudiera leer mis pensamientos sin necesidad de palabras. 

—Todo estará bien, Silas. Tienes que confiar en que lo estará. 

Sus palabras reconfortantes me llegan en el momento justo, como un bálsamo para mi alma preocupada.

—Gracias, Isla —respondo con gratitud, dejando escapar un suspiro de alivio—. Realmente aprecio tu apoyo. Es solo que… todo esto con Fátima y el juicio… Me tiene un poco nervioso, ya sabes.

Ella asiente con empatía, colocando una mano reconfortante sobre mi brazo. 

—Entiendo. Pero muchas personas estamos aquí para ti, Silas. Juntos, podemos superar cualquier desafío que se nos presente. Y con Nayla a tu lado, tienes un poderoso motivo para mantenerte fuerte.

Escucharla me reconforta más de lo que puedo expresar. Asiento con gratitud, sintiendo un peso levantarse de mis hombros. 

—Gracias, Isla. Significa mucho para mí tener tu apoyo.

Con una sonrisa reconfortante, Isla me asegura una vez más: 

—Siempre estaré aquí para ti y para Nayla. Somos amigos, ¿verdad?

Asiento con una sonrisa agradecida. 

—Sí, así es. Somos amigos. 

Nayla regresa a la sala con los brazos llenos de sus cosas, interrumpiendo nuestro momento de conversación. Su entusiasmo y energía son contagiosos, y no puedo evitar sonreír mientras la veo.

—¡Papá, papá, quiero mis papitas fritas! —exclama Nayla, con una expresión de pura emoción en su rostro.

Las risas llenan la habitación mientras Isla y yo nos miramos divertidos. La atmósfera ligera y alegre es un refugio bienvenido en medio de todas las tensiones y preocupaciones que enfrentamos.

Isla se acerca para ayudarla con sus cosas, y le dirijo una sonrisa de agradecimiento antes de dirigirme a la cocina para cumplir con el deseo de mi hija.

—Voy por ellas enseguida, Nayla —Le respondo con una sonrisa, disfrutando de su entusiasmo.

Mientras las patatas crujen en la sartén, escucho a Isla y Nayla charlar animadamente en la sala de estar.

—Parece que tienes un kit de belleza muy completo, Nayla —comenta Isla con entusiasmo.

—Oh, sí, tengo todo lo que necesito para hacerme los mejores peinados —responde Nayla con orgullo—. Mi papi me lo compró.




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