Desafiendo a mi Rey

Atrevimiento Seductor

La noche era joven, pero el club clandestino donde la pandilla solía reunirse estaba en su punto más álgido. Música fuerte, luces tenues y el inconfundible aroma a tabaco y licor llenaban el ambiente. Valentina caminaba entre la multitud con la misma confianza con la que enfrentaba una pelea, su mirada afilada escaneando el lugar en busca de Dante.

Lo encontró en una mesa privada, rodeado de algunos de sus hombres más cercanos y un par de mujeres que intentaban llamar su atención. Pero Dante, como siempre, parecía aburrido. Hasta que la vio a ella.

Su sonrisa se ensanchó de inmediato.

—Gatita, pensé que no vendrías.

Valentina se apoyó en el respaldo de una de las sillas y lo miró con una expresión de falsa inocencia.

—¿Y perderme la oportunidad de ver cómo te aburres con compañía tan… interesante? —respondió con tono burlón, echando un vistazo a las mujeres que lo rodeaban.

Dante rió y, sin apartar la mirada de ella, chasqueó los dedos. Las mujeres captaron la indirecta y se marcharon sin protestar.

—Ahora sí, esto se ve mucho mejor —dijo él, dándole una palmada a la silla junto a la suya—. Siéntate.

Valentina dudó un segundo, pero finalmente lo hizo.

—¿Y bien? ¿Por qué me llamaste?

Dante se inclinó hacia ella, sus ojos oscuros brillando con malicia.

—Tal vez solo quería verte.

Ella alzó una ceja, fingiendo desinterés.

—¿Eso es todo? Me decepcionas, jefe. Pensé que tendrías un motivo más interesante.

Dante soltó una carcajada baja y se acercó aún más, hasta que su aliento rozó la piel de su cuello.

—¿Y si el motivo eres tú?

Valentina sintió el escalofrío recorrerle la espalda, pero no dejó que él lo notara. En cambio, ladeó la cabeza y le sostuvo la mirada con arrogancia.

—Si ese es el caso, entonces tendrás que esforzarte más. No soy tan fácil de impresionar.

Dante sonrió, su mano jugueteando con un mechón del cabello de Valentina.

—Eso es lo que más me gusta de ti, Valentina. No eres como las demás.

Ella se inclinó un poco, reduciendo la distancia entre ellos hasta que sus labios quedaron peligrosamente cerca de los de él.

—¿Eso crees? —susurró.

Dante se quedó inmóvil por un segundo, sorprendido por su atrevimiento. Pero luego sonrió con satisfacción.

—Lo sé.

Valentina se apartó con una sonrisa traviesa y tomó su copa de whisky, bebiendo un sorbo sin dejar de mirarlo.

—Entonces sigue soñando, jefe.

Dante soltó una carcajada baja y sacudió la cabeza.

—Eres un maldito tormento, gatita.

—Y tú un caso perdido.

El aire entre ellos se volvió denso de nuevo, cargado de una tensión que ninguno de los dos estaba dispuesto a romper todavía.

Pero ambos sabían que era solo cuestión de tiempo.

Capítulo 15: Juegos Peligrosos

El ambiente en el club clandestino seguía vibrando con la música y el murmullo de la multitud, pero para Valentina y Dante, el mundo parecía haberse reducido a la pequeña burbuja de tensión que compartían.

Dante no apartaba la mirada de ella, su sonrisa ladeada cargada de una diversión peligrosa. Valentina, por su parte, se mantenía firme, disfrutando el juego de provocaciones que había iniciado. Sabía que él estaba acostumbrado a que las cosas se le dieran con facilidad, pero ella no pensaba ser otra más en su lista de conquistas.

—Sigues aquí —comentó Dante, inclinándose sobre la mesa, su voz baja y envolvente.

—Y tú sigues mirándome como si estuvieras esperando algo —replicó Valentina, con una sonrisa desafiante.

Dante soltó una risa grave, apoyando un codo en la mesa mientras la observaba con detenimiento.

—Tal vez lo estoy.

Valentina arqueó una ceja, jugando con su vaso entre los dedos.

—Qué pena, jefe. No soy de las que cumplen expectativas fácilmente.

Dante chasqueó la lengua, fingiendo decepción.

—Eso ya lo sé. Pero dime, ¿qué hace falta para que me des algo más que respuestas afiladas?

Ella fingió pensarlo por un momento, inclinándose levemente hacia él.

—Tal vez… si dejas de actuar como si pudieras tenerlo todo cuando quieras.

Dante sonrió con diversión.

—¿Y si lo que quiero es a ti?

El corazón de Valentina dio un vuelco, pero su orgullo la obligó a mantener la compostura. Se acercó un poco más, dejando que sus labios quedaran a centímetros de los de él.

—Entonces tendrás que ganártelo.

El brillo en los ojos de Dante se intensificó, pero antes de que pudiera responder, un alboroto cerca de la entrada del club interrumpió el momento. Unos de los hombres de la pandilla entraron a toda prisa, con la respiración agitada.

—Dante, tenemos un problema.

Dante se giró con molestia, su mandíbula tensándose.

—¿Qué pasa?

—Los Bastardos están moviéndose en nuestro territorio. Acaban de emboscar a uno de los nuestros.

El ambiente cambió en un instante. Valentina dejó su vaso sobre la mesa y se puso de pie junto a Dante, su actitud juguetona desapareciendo por completo.

—¿Qué tan grave es? —preguntó ella.

—Le dispararon a Rocco. Está malherido.

Dante maldijo por lo bajo y se pasó una mano por el cabello.

—Llévenlo con el médico y aseguren la zona. No podemos permitir que piensen que pueden hacer lo que quieran.

El hombre asintió y salió a toda prisa.

Dante exhaló con frustración y miró a Valentina.

—Parece que la diversión tendrá que esperar.

Ella sonrió de lado.

—Tranquilo, jefe. No iba a dejar que me besaras de todas formas.

Dante soltó una carcajada baja, mirándola con una mezcla de exasperación y admiración.

—Eres un maldito desafío, Valentina.

—Y tú un caso perdido —repitió ella, guiñándole un ojo antes de salir con él del club.

La tensión entre ellos no se había disipado, solo se había postergado. Pero ambos sabían que, tarde o temprano, ese juego peligroso en el que estaban atrapados llegaría a su punto más alto.




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