Desafiendo a mi Rey

La Tentacion Del Peligro

El ambiente en la guarida estaba más cargado de lo habitual. Después del enfrentamiento con los Bastardos, la pandilla se encontraba en alerta máxima. Sin embargo, lo que mantenía la tensión en su punto más alto no era la amenaza externa, sino la creciente guerra silenciosa entre Dante y Valentina.

Desde aquella conversación en el almacén, Dante se había vuelto aún más provocador. Su mirada ardía cada vez que la veía, sus comentarios eran más afilados, y la forma en que encontraba cualquier excusa para estar cerca de ella no pasaba desapercibida para nadie.

Valentina, por su parte, no estaba dispuesta a ceder terreno. Si él quería jugar, ella jugaría mejor.

—Te has ganado una reputación interesante, Valentina —comentó Dante con una sonrisa ladeada mientras entraba en la sala de entrenamiento, donde ella practicaba con los cuchillos.

Valentina, sin dejar de lanzar una de las dagas al blanco, respondió con indiferencia:

—¿Solo interesante? Estoy decepcionada.

Dante rió bajo y se acercó a ella, deteniéndose justo detrás de su espalda.

—Digamos que algunos de los muchachos creen que eres demasiado desafiante. Que no respetas la jerarquía.

Valentina giró lentamente sobre sus talones, enfrentándolo con una sonrisa felina.

—¿Y tú qué crees, jefe?

Dante inclinó la cabeza, su mirada deslizándose por su rostro antes de fijarse en sus labios con descaro.

—Creo que disfrutas demasiado desafiarme.

Valentina alzó una ceja, fingiendo sorpresa.

—¿Y qué hay de malo en eso? Pensé que te gustaban los retos.

Dante sonrió, pero en sus ojos había un brillo peligroso.

—Me encantan. Pero también me gusta ganar.

Valentina se acercó un poco más, lo suficiente para que su aliento chocara contra el de él.

—Entonces, será interesante ver quién gana esta vez.

El silencio entre ellos era eléctrico. Dante levantó una mano, como si fuera a tocarla, pero en el último segundo se detuvo y retrocedió con una sonrisa de satisfacción.

—Cuidado, Valentina. No juegues con fuego si no estás lista para quemarte.

Ella lo observó alejarse con una mezcla de frustración y diversión. Sabía que él estaba probando sus límites, pero lo que Dante no entendía era que ella no tenía miedo de quemarse.

De hecho, estaba lista para incendiarlo todo.

El eco de los golpes resonaba en la sala de entrenamiento. Valentina descargaba su frustración contra el saco de boxeo, cada golpe más fuerte que el anterior. Su respiración era controlada, pero su mente estaba lejos de estar en calma.

Dante.

Ese maldito hombre la estaba volviendo loca. Desde que se había propuesto desafiarlo, el juego entre ellos se había intensificado a niveles peligrosos. Cada mirada, cada roce "accidental", cada palabra cargada de doble sentido la empujaba más al límite. Y lo peor de todo… él lo sabía.

—Si sigues golpeando así, lo vas a romper.

La voz grave y burlona de Dante la sacó de sus pensamientos. Se detuvo un segundo antes de lanzar otro golpe, pero no giró para verlo.

—Tal vez eso es lo que quiero.

Dante rió bajo y se acercó con esa calma suya que la irritaba y la atraía a partes iguales.

—¿Algo te tiene tensa, Valentina?

Ella exhaló lentamente y se giró, encontrándolo justo detrás de ella, tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo.

—Nada que no pueda manejar.

Dante alzó una ceja, con esa maldita sonrisa ladeada que hacía que su corazón latiera más rápido.

—¿Segura? Porque últimamente pareces… distraída.

Valentina cruzó los brazos, alzando la barbilla con un aire desafiante.

—Si alguien aquí está distraído, eres tú, Dante. No dejas de buscarme.

Dante se acercó un poco más, inclinándose apenas para hablarle al oído.

—Tal vez porque me gusta lo que encuentro.

Valentina sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero no iba a darle la satisfacción de verla afectada. En cambio, sonrió con picardía y deslizó un dedo por el pecho de Dante, recorriendo la tela de su camiseta negra.

—¿Y qué vas a hacer al respecto?

Los ojos de Dante se oscurecieron con algo más que diversión. Había deseo, pero también un peligro latente, una advertencia silenciosa.

—Lo descubrirás cuando estés lista para dejar de jugar.

El desafío en su voz la hizo apretar los dientes. Estaba acostumbrada a ganar, a tener el control. Pero con Dante… nada era seguro.

Él dio un paso atrás, como si la estuviera provocando aún más con su distancia.

—Por ahora, te veré en la reunión. No llegues tarde, Valentina.

Ella lo vio salir con una mezcla de irritación y anticipación.

Dante podía pensar que tenía el control del juego.

Pero Valentina estaba lista para demostrarle que él también podía arder.

La reunión se llevaba a cabo en el salón principal del escondite de la pandilla. La luz tenue de las lámparas colgantes proyectaba sombras alargadas en las paredes, dándole un aire más peligroso al ambiente. Los líderes de los distintos grupos dentro de la organización estaban reunidos alrededor de la mesa central, discutiendo estrategias y próximos movimientos.

Valentina llegó justo a tiempo, con la cabeza en alto y una expresión indescifrable. Sabía que todos la miraban, algunos con respeto, otros con desconfianza. Pero lo que realmente sentía sobre su piel era la mirada intensa de Dante.

—Me alegra que decidieras unirte a la reunión, Valentina —comentó él con tono casual, pero con un brillo burlón en los ojos.

—No tenía intención de perderme algo importante —respondió ella con una leve sonrisa desafiante mientras tomaba asiento frente a él.

La reunión continuó con informes sobre movimientos de otras bandas, posibles amenazas y oportunidades de expansión. Valentina escuchaba atentamente, pero su atención se dividía entre la estrategia y la presencia de Dante. Había algo en su postura relajada pero dominante, en la manera en que sus dedos jugaban distraídamente con un encendedor, que la mantenía en vilo.




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