Desafío de Amor

10. Promesas

Robert

La niña me observa con curiosidad y algo más que no puedo descifrar. La sensación que tengo es la de estar en el banquillo de acusados sin embargo la sonrisa de esa pequeña me dice que se encuentra bien. La hermana de la caridad acomoda las sábanas de la cama y la periodista metiche le da un poco de agua con un sorbete, la atienden muy bien, pero algo me dice que está más consentida que lastimada pese a que su bracito se encuentra escayolado.

— ¿Podría hablar con usted a solas Sr.? – la expresión de su rostro es de dolor.

— ¡¿Qué?! – miro a la periodista con las cejas unidas ¡qué le importa! — ¡ni creas que te dejaremos sola con este hombre! – la miro con molestia, no puede ofenderme.

— ¿Y por qué no? La niña quiere hablarme – refuto — ¿Qué cree? No la atropellare de nuevo – su rostro colorado me produce risa, pero no me permito dejar ver nada que pueda parecer que me interesa.

¡Porque no lo hace!

— ¡No sea ridículo! Es porque usted es un perfecto desconocido – decido hacer silencio, no tengo ganas de discutir.

Solo deseo que esta pesadilla termine para poder irme de aquí y continuar con mi vida lejos de estas personas y del mundo además necesito comer algo porque ya perdí la noción de cuando lo hice.

— Pero yo quiero platicar con él Nana por favor ¡es importante! – la mujer abre la boca, pero la cierra de nuevo y mira con ojos de súplica a Carla.

— ¿No estarás pensándotelo Sofía, verdad? – la mujer se encoge de hombros y la periodista resopla enfadada, he tenido que apartarme para que no me empuje con su cuerpo al salir.

¡Qué carácter!

— Pero solo les daré diez minutos – termina de tapar a la niñita con la colcha, acaricia su desordenado cabello y deposita un beso antes de salir.

Una vez cerrada la puerta me acerco un poco, no tanto para evitar que se asuste aunque no veo que se halla espantado con nada.

— Quiero disculparme por haberte golpeado, yo… no te vi – asiente — en lo que pueda colaborar pues, solo dímelo estoy a tu disposición – en serio estoy tratando de negociar con una pequeña de más o menos seis años.

¡Vaya sí que estoy jodido!

— Yo también tuve culpa, me atravesé – se encoge de hombros — ¿me firmas el yeso? – abro mucho los ojos por sus palabras, pero no puedo evitar reír.

— ¡Claro! – saco una pluma del bolsillo interno de la chaqueta y estampo mi firma — ¿algo más? – eso fue muy fácil.

— ¿Eres rico? – abro la boca sopesando mi respuesta, pero no le puedo mentir y asiento — ¿mucho? – afirmo sin que la sonrisa se borre de mis labios — ¿en serio me ayudarías con algo? – su sonrisa se expande.

— ¡Claro, ya te lo he dicho! ¿o no escuchaste? – sus ojos se achinan a causa de la sonrisa y se ve muy bonita.

— ¡Quiero una casa! – niego riendo a carcajadas — ¿de qué te ríes?

— De esa petición pequeña, no puedo darte una casa – atiende a la explicación, pero no la acepta.

— Pero dijiste que me ayudarías – refunfuña — mi nombre es Emily para que sepas – muestra una sonrisa falsa.

— Es un gusto, el mío es Robert, pero insisto en que no puedo darte una casa – pone los ojos en blanco.

— ¿Y se podría saber por qué si fuiste tú quien dijo que me ayudarías, o es que no tienes las posibilidades? – está niña pregunta más de lo debido y yo no tengo tiempo ni paciencia.

— Pues porque eres una niña, no puedo regalarle una casa a alguien que no es mayor de edad ¡por el amor de Dios tienes como seis años! – explico al borde de la locura.

No acostumbro dar explicaciones de nada, soy un jefe y esta niña quiere sacarme las canas verdes.

— Pensé que podías ayudarme – sus ojos se cristalizan, algo dentro de mí se remueve y no se por qué — pero no te apures – suspira entrecortado — gracias por traerme – sonríe triste ante mi expresión pétrea —, en serio gracias otra persona me habría dejado tirada, pero tu tienes un gran corazón – un sollozo y ya está me convenció — espero que nunca cambies – es muy buena, yo que no confío en nadie ya me derritió el corazón.

— Está bien, necesito saber por qué quieres una casa y sobre todo tiempo para arreglarlo – claudico, no puedo negarme.

¡Ja, pensaba que no tenía consciencia y ahí esta ese gusanito molesto!

— ¿De verdad? - asiento ¿qué estoy haciendo? — ¿lo prometes? - resoplo.

—¡Pues claro! - vaya que es molesta la niñita — ¿por quién me tomas?

— Es que hay adultos que no cumplen las promesas - mira la manito que tiene libre.

— Pues yo si cumplo las mías Emily y prometo hacer todo lo que esté a mi alcance para cumplir mi promesa de regalarte una casa - nmi voz se apaga poco a poco al ver la carita de alegría que pone.

Debo hacer esto, a mi me prometieron muchas cosas y no las cumplieron, jamás sería de esa calaña. me iterrumpe con una pregunta seria.

— ¿Nunca has estado en un orfanato, creciste con tus padres en casa? – niego y asiento —. Entonces tienes suerte, solo los fuertes y rebeldes como yo logran vivir en ese sitio – abro la boca, realmente es buena esta pequeña arpía. Me cruzo de brazos.




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