Desaparecidos (libro #1 de la saga "Misterio Familiar")

Capítulo Siete

01 de febrero, 2016

Tanto mi despertador, como mi celular suenan al mismo tiempo lo que hace que me despierte de mala gana. Apague mi despertador, miro mi celular, cinco y treinta. Tengo mensajes de Carolina, Moisés y de varias personas. Pero solo lo apague. No quiero contestar a nadie.

Me levanto con pocas fuerzas, porque la verdad, aún quiero seguir durmiendo, pero ya que, tengo que hacerlo. Una notificación llega a mi celular. Es un recordatorio. Olvidé por completo que hoy entro a clases. El sueño que tuve con Carolina ha hecho que lo olvidase.

–No ha sido un sueño. Realmente ha pasado –toco mis labios y una sonrisa boba he hecho. Tomo mi toalla y me adentro al baño.

Bajo mi mochila, mis zapatos y mi camisa blanca del uniforme. Mientras me preparo el desayuno, unos recuerdos de cuando mi madre me preparaba el desayuno y yo le contaba lo que soñaba y cosas así, han venido a mi mente. No pude evitarlo y comienzo a derramar lágrimas.

–¿Dónde están? ¿Por qué me hacen esto? –susurraba una y otra vez.                                                            

Seco mis lágrimas y me siento en el sofá, prendo el plasma. Mientras estoy comiendo respondo a los mensajes. Apenas son las seis y diez. A las seis y treinta pasaré por Carolina. Aún tengo tiempo.

Moisés:

– ¿Listo para entrar a clases?

Elías:

–Más que listo hermano. Ha echarle ganas a este último año de clases.

Moisés:

–Esa es la actitud.

–Te veo más tarde.

***

Me termino de a listar. Antes de salir revise toda la casa para asegurarme de dejar todo apagado y desenchufado. Todo está bien.

Miro la hora en mi celular. Agarro las llaves de la casa y cierro la puerta. Una notificación. Mensaje de papá. Decidí no leer ese mensaje, no quiero estar triste, más de lo que estoy al no tenerlos conmigo.

Me recibe doña Esmeralda, la madre de Carolina. Me hizo pasar adelante.

–Espera un momento. Solo se está terminando de alistar. Siéntate.

– Muchas Gracias.

Pasaron cinco minutos y miro a Carolina acercarse a mí.

–¿Listo? –pregunta Carolina acercándose a mí.

–Te ves preciosa.

–Tú no te quedas atrás –ríe– ¿Nos vamos?

–Andando digo poniéndome de pie.

–Nos vemos más tarde madre –le da un beso en la mejilla a doña Esmeralda.

–Se me cuidan los dos –nos abraza–. Como han crecido mis niños.

–Hasta más tarde doña Esmeralda –digo.

–Cuídense –dice y cierra la puerta.

–Siempre me ha agradado tu mamá, Carol, es muy amable.

–Ha sido así desde que tengo memoria. A pesar de las discusiones que de vez en cuanto tiene con papá, no deja de sonreír y transmitir alegría.

–Igual son mis padres. Si que los extraño demasiado.

–Anímate. No estés triste hoy –me abraza–. No quiero verte así –me besa.

–Está bien, cariño –le devuelvo el beso. Toma mi mano izquierda y nos dirigimos al instituto.

No menos de diez minutos nos tomó llegar al instituto. Moisés nos está esperando afuera. Al vernos tomados de las manos, nos enarca una ceja. Ya no hay que ocultarlo.

–¿Por qué vienen así ustedes dos? –pregunta cruzándose de brazos.

–Muy bien. Gracias por preguntar. ¿Tú qué tal amaneces? –le dice de manera sarcástica Carolina.

–Ya deja de un lado el sarcasmo, Carol y respondan a mi pregunta.

–¿Es que acaso los novios no pueden tomarse de las manos? –le pregunta Carolina. Yo solo me río de la manera en lo que lo dice.

–¡¿Qué?! ¡¿Ustedes son novios?! ¡¿Desde cuándo?!

–Desde hace más de doce horas –dije y trato de evitar no reírme.

–Te lo íbamos a decir, pero no aquí afuera –dice Carolina.



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En el texto hay: romance, accion, aventuras

Editado: 16.09.2019

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