Capítulo Ocho

Es tan extraño ese último mensaje de mis padres. Muchas preguntas aún invaden mi mente. Pienso << Nadie creo que sea capaz de hacerme daño alguno. Sobre todo, que ni nos conocemos. Además, son nuevos >>

Suena el timbre. Mientras los demás entran en la sección, nosotros aún permanecemos aquí en la mesa. Siento una mirada que me hace sentir muy incómodo, pero no sé de dónde provendrá. No le tomo importancia. Una maestra entra y nosotros detrás de ella. Fui el último en entrar.

Las horas pasaron rápido y el primer día de clases ha terminado. Lamentablemente nos han dejado bastantes tareas. Dos hay que entregar mañana.

Solange vive no muy lejos del instituto. La acompañamos hasta su casa. Moisés pocos minutos después tomó un taxi y se fue. Carolina y yo nos despedimos de Solange. Caminamos a nuestras casas tomados de la mano.

Estando en la puerta me despido de ella con un abrazo.

–Llegaré a tu casa más tarde para que hagamos la tarea para mañana, vale –dice Carolina dándome un beso.

–¿A qué hora exactamente? Es que quisiera dormir un poco. Tengo mucho en que pensar.

–Hablando de pensar ¿qué te sucedió en el recreo? Porque Moisés y yo te miramos viendo tu celular.

–No pasó nada. Solo fue un mensaje de mi papá que me ha dejado muchas preguntas.

–Sé que no debo de decirlo, pero no te pongas a pensar en ellos por unos días. Quizás así te dejaras de sentir triste ¿Te parece?

–Trataré de hacerlo. Te lo prometo –le doy un beso.

–Perfecto. Nos vemos a las tres y treinta. O las cuatro.

–Está bien. Te espero a esa hora, a las cuatro.

–Ahí estaré –me da un dilatado abrazo, me mira los ojos y me besa.

–Te quiero mucho.

–Yo también –doy varios pasos atrás y ella cierra la puerta.

Miro una hoja de papel sobresaliendo. La tomo, pero antes de leerla entro. Deje mi mochila y la hoja sobre la mesa. Calenté la comida. Esperé unos minutos y me servo. Me siento en el sofá y prendo el televisor.

Leo la nota escrita en la hoja y dice:

<< ¡Elías!, viejo amigo ¿Cómo estás? Parece que al fin nos conocemos en persona. Lástima que no sabes quién soy. Veo que no has cambiado mucho. Para no extender esto. Solo quiero informarte que puedo atacarte cuando menos te lo esperes. ¿Tus padres? De ellos no sabrás por un muy buen tiempo >>

Pero ¿qué es esto? O sea ¡¿Qué?! Me cuesta, me cuesta poder entender. Estoy confundido. Esto definitivamente debe de ser una broma porque ¿quién querrá hacer esto? Restándole importancia arrugue la hoja y la tire a la basura.

Debo descansar. Dormir creo que me servirá para poder despejar mi mente. Tengo que estar bien, Carolina vendrá a las cuatro. Subo a mi habitación luego de haber almorzado, me cambio de ropa, me recuesto y poco después me duermo.

***

Estoy bañado en sudor, literalmente. Tomo mi celular y veo varios mensajes de Moisés, me fijo en la hora. Casi las tres de la tarde. Lo dejo en la mesita de noche y queriendo estirarme, terminé cayéndome.

Tomo una ducha para quitarme el calor. Me visto y bajo a la sala. Mi mochila aún sigue donde la deje. Observo donde arroje la hoja << ¿qué pasará más adelante? >> me pregunté.

Escucho que golpean la puerta lo que hizo que dejara mis pensamientos de lado y me dirijo a la puerta.

–¡Bebe! –me abraza Carolina–, ¿Cómo te encuentras? Noto que te has vuelto a bañar.

–La verdad si, con este calor ¿Quién no se daría un baño? Entra –doy espacio para que entre.

–Bueno, tienes razón –ríe–, ¿tienes algo de comida? Porque muero de hambre – se sienta en el sofá.

–Has venido temprano –me siento a la par suya.

–Si, estaba aburrida en casa y mejor me vine. Quiero estar contigo –me observa y se tira sobre mí. Caigo al suelo y ella sobre mí–, ¿Te molesta? –hace un puchero.

–¡Dios! Vas a matarme –río–, y no, no me molesta –la beso.

–¿Por qué habría de matarte? –ríe.

–Hiciste ese puchero. Te veías tan adorable que… –me besa– ¿por qué el beso? –