Desaparecidos (libro #1 de la saga "Misterio Familiar")

Capítulo Veinticuatro

—Dadas las circunstancias, alumnos –dice la directora del Instituto–, no tendremos clases por dos semanas, ya que ese será el tiempo en que se demorará reparar los daños causados al colegio. Después de las dos semanas que tendrán de vacaciones, volveremos nuevamente a clases –concluye con eso la directora.

Todos los demás gritan de alegría, mientras que yo sigo sin creer lo que mi papá me ha dicho minutos atrás. Me es imposible digerirlo; mi mamá desaparecida, de la nada, es algo que no creo tan fácil. Solo una persona se me viene a la mente, si, el desconocido.

Esto ya es el colmo. Lo primero que hago es correr en dirección a mi casa. Carolina y Moisés son los primeros en darse cuenta de mi repentina acción y vienen detrás de mí.

—¿Elías, por qué corres? –pregunta Moisés.

Yo no les hago caso y continúo corriendo, pero ellos no dejan de insistir. Me detuve en el parque San Miguel, junto con Moisés y Carolina. Permanecemos en silencio.

Trato de disimular lo triste que estoy, pero Carolina inmediatamente lo descubre e inmediatamente me abrazo. Le devuelvo el abrazo y unas cuantas lágrimas se escurren.

—¿Qué sucede, Elías? ¿Qué tienes? –pregunta y su preocupación es notable.

—Si, amigo, ¿Qué ha pasado? –pregunta también Moisés.

—No quisiera hablar de eso ahora. Solo quiero llegar a casa lo más pronto posible –digo con un nudo en la garganta.

—¿Por qué? ¿Qué te sucedió? –pregunta Carolina.

Les explico lo que ha sucedido. Ellos ahora comprenden mi evidente tristeza.

—Esperemos aquí hasta que la lluvia se detenga –dice Carolina. Asentimos.

***

Las cosas no están bien. Digo esto porque ver la puerta semiabierta y no escuchar nada, significa que vinieron por mamá.

No sé cómo explicarles el miedo que me invade todo el cuerpo en este momento. Porque al momento de abrir ese puerta, todos los vellos de mi cuerpo de erizaron.

Entramos y notamos que no hay nadie, o al menos eso es lo que pienso.

Aunque el silencio se deshizo cuando oímos que de la segunda planta provienen el sonido de pisadas pesadas y el golpe en las paredes.

Nos miramos confusos unos a otros.  Comenzamos a subir lentamente las escaleras. Voy de primero, detrás de mí viene Carolina y luego Moisés. Quien sea que esté, lo atraparemos.

El recuerdo de la llamada de mi padre viene a mi mente. Lo que hace que me detenga y piense mejor las cosas. Él debe de estar aquí y debe de ser él el que está provocando esos sonidos.

—Un momento –digo y volteo a verlos–. Se supone que mi papá esta en casa ¿no?

—¡Tienes razón! –exclama Carolina–. Deberías de llamarlo.

—Lo haré –tomo un respiro–. ¡Papá! –grito llamándolo para saber si es él el que está arriba. No hay respuesta alguna y nuevamente volví a gritar.

Al poco tiempo escuchamos el abrir de una puerta y el de unas pisadas que se dirigen a nosotros. Vuelvo nuevamente a gritar.

—Bajemos chicos –dice Carolina con evidente miedo–, tengo un mal presentimiento de esto.

Le hicimos caso y bajamos. Estamos en silencio sentados en el sofá. Me es extraño que papá no haya respondido si es él el que está arriba. Ahora mi pregunta es ¿Quién es la persona que está arriba?

Tendré que averiguarlo por mi cuenta.

Por cada minuto que pasa me desespero más y más, pero no lo demuestro para alarmarlos a ellos dos.

No lo soporto más. Tomo un respiro y nuevamente vuelvo a gritar, llamando a mi padre. Unos segundos después hay respuesta, pero no es la que esperábamos.

—¿Quién anda ahí?, Elías ¿eres tú?

Al escuchar mi nombre, nos miramos unos a otros. Comenzamos a preguntarnos si, el que está arriba es papá. No obstante, la voz, esa voz es diferente a la que yo recuerdo de papá.

Me dirijo a las escaleras. Estando a solo un paso de estar en la segunda planta, me detengo ya que escucho una conversación en habitación de mis padres, es por teléfono.

Por un instante pienso que es mi padre. Carolina y Moisés no se movieron de donde están.

—Creo que es papá –les digo susurrando desde arriba. Ellos se dirigen hacia mí–. Quédense ahí mejor, iré a averiguar yo solo.

—¿Por qué no quieres que te acompañemos? –pregunta Carolina.

—Solo quédense ahí. Ya vuelvo –dije y me dirijo a la habitación de mis padres.

Me coloco delante de la puerta, trato de abrirla, pero no puedo. Es como si algo evitara o trabara la puerta. Nuevamente el miedo invade mi cuerpo.

Pero querer saber quién es el que está aquí dentro me hace empujar más fuerte para poder abrir esta puerta.

Abro y justo el momento en que la puerta se esta abriendo, caen varias cosas, incluidas de vidrios, del mueble de madera. Me llevo gran sorpresa al ver que, esa persona, en realidad no era mi padre, en su lugar está un señor de aproximadamente unos cincuenta años, cabello blanco, piel semi arrugada y con una pistola en manos y él al verme me apunto con ella.

—Pensé que nunca vendrías, Elías –dice con la ironía presente. Estoy creyendo que éste quizás sea el desconocido.

No puedo moverme, estoy totalmente inmóvil por el miedo. Es en este momento solo espero a que él me dispare y que de fin a su venganza que tanto anhela, y yo caer muerto al piso. Cierro mis ojos para solo esperar la bala traspasar mi cuerpo.

—Sabes –comienza–, por más que quiero matarte y terminar con el trabajo de mi jefe aquí –se detiene. Pienso ¿Jefe?, o sea que éste no es el desconocido, ¿quién será esta persona? Pienso y abro mis ojos–. Pero, no puedo, porque no estoy autorizado para hacerlo. Desgraciadamente.

Vuelvo nuevamente a  cerrar mis ojos y solo esperar. De pronto, escucho un golpe y a alguien caer al suelo. Abro mis ojos y me sorprendo al ver a mi padre.

—¿Por qué no te defendiste? ¿acaso esperabas a que te disparara? –pregunta mi padre enojado–. No importa. Vámonos.

Abro la puerta, mi papa cae al suelo ensangrentado. Volteo y veo al señor levantarse con el arma en dirección a mi papá. Vuelve su vista a mí y me apunta. Se ve muy molesto.



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En el texto hay: romance, accion, aventuras

Editado: 16.09.2019

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