Cristal se ajustó la ropa mientras terminaba el desayuno. Las niñas ya estaban listas y ansiosas por su primer día de clases en la manada.
Antonella les había explicado que los profesores vendrían a enseñarles personalmente hasta que estuvieran preparadas para integrarse con los demás niños.
Pero no era solo un día importante para Sandra y Damaris.
Cristal también comenzaba su preparación.
—Tienes que aprender más sobre nuestra historia, sobre lo que significa ser una loba alfa —le dijo Antonella mientras recogía la mesa—. No solo en el entrenamiento físico, sino en el conocimiento de nuestra especie.
Cristal asintió. No podía negarlo. Había muchas cosas que no entendía, y si realmente quería proteger a sus hijas y a su familia, necesitaba saberlo todo.
El día avanzó con rapidez.
Sandra y Damaris estaban completamente encantadas con sus nuevas lecciones. Aprendían sobre la manada, la naturaleza, e incluso comenzaron a escribir sus primeros nombres con la ayuda de su profesora.
Mientras tanto, Cristal estaba con Antonella en la biblioteca de la casa.
Frente a ellas, había libros antiguos y pergaminos con la historia de los lobos.
Cristal observó el libro de cubiertas de cuero que Antonella había puesto frente a ella. Las páginas estaban llenas de símbolos y letras que apenas podía comprender.
Desde que era niña, su vida había sido sobrevivir. No había tenido tiempo para aprender a leer o escribir.
Se removió incómoda en la silla.
Antonella notó su tensión y le dedicó una sonrisa tranquila.
—No tienes que sentir vergüenza, hija. Aprender a leer es como aprender a escuchar tu loba… toma tiempo, pero cuando lo logras, se vuelve parte de ti.
Cristal asintió, aunque por dentro sentía un poco de frustración.
—Nunca tuve la oportunidad de aprender —murmuró, acariciando el borde del libro.
Antonella colocó su mano sobre la de ella.
—Pero ahora la tienes. Y no estarás sola.
Durante la siguiente hora, Antonella le enseñó las bases de la lectura.
Cristal fruncía el ceño mientras intentaba pronunciar algunas palabras en voz baja.
—“Los… alfas… son…”
—Eso es, sigue.
Cristal respiró hondo.
—“… líderes… fuertes… y… responsables…”
Antonella sonrió con orgullo.
—Muy bien.
Cristal sintió una pequeña oleada de satisfacción.
Nunca pensó que leer algo tan simple la haría sentir tan bien.
—Aquí está escrito el linaje de los alfas —explicó Antonella, señalando un libro de cubiertas de cuero gastadas—. Los alfas nacen con un poder especial, una conexión más fuerte con su lobo interno. Pero hay algo que hace únicos a los alfas de sangre pura.
Cristal levantó la vista.
—¿Qué cosa?
—Sus ojos dorados.
Cristal sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—Mañana seguiremos practicando —dijo Antonella—, pero ahora quiero hablarte sobre la historia de nuestra manada.
Cristal cerró el libro y se acomodó mejor en la silla.
Antonella sacó otro libro, más antiguo, con páginas gastadas.
—Nuestra manada existe desde hace siglos —comenzó—. Somos una de las más antiguas y poderosas. Y tú, Cristal… formas parte de esa historia.
Cristal la miró con atención.
—¿Qué significa eso exactamente?
Antonella pasó una página y señaló un dibujo de lobos con ojos dorados.
—Los alfas de sangre pura nacen con un vínculo especial con su loba. Son los más fuertes y tienen una conexión más profunda con la manada.
Cristal sintió un escalofrío.
—Pero… yo no crecí aquí.
Antonella suspiró.
—No. Pero eso no cambia lo que eres. Tu loba siempre estuvo en tu interior, esperando el momento para despertar.
Cristal bajó la mirada, sintiendo el peso de esas palabras.
Siempre había sentido que era diferente. Ahora entendía por qué.
Horas más tarde, después de una intensa lección sobre la historia de la manada y la lectura, Cristal se levantó y se estiró.
—Creo que mi cabeza va a explotar —dijo con una sonrisa cansada.
Antonella rió.
—Lo estás haciendo muy bien. Con práctica, pronto leerás sin problemas.
Cristal sintió un calor en su pecho.
Era la primera vez que alguien creía en ella de esa manera.
Antes de que pudiera responder, un escalofrío recorrió su espalda.
Se giró hacia la ventana, sintiendo una extraña sensación.
Como si alguien la estuviera observando.
Pero cuando miró hacia afuera… solo vio los árboles meciéndose con el viento.
"No estamos solas."
Cristal parpadeó. La voz de Kiara resonó en su mente, baja, alerta.
—¿Qué? —susurró, apenas moviendo los labios.
"Lo siento… algo nos está observando."
Cristal miró de nuevo hacia el bosque.
—No veo nada…
"Pero lo sientes, ¿verdad?"
Cristal tragó saliva. Sí, lo sentía. Un cosquilleo incómodo en la nuca, una presión en el pecho.
—¿Quién crees que sea?
Kiara gruñó suavemente en su mente.
"No lo sé. Pero no me gusta."
Cristal sintió la tensión de su loba. Nunca antes la había sentido tan inquieta.
—Quizás es solo mi imaginación…
"No. Alguien está ahí. Y está observándonos."
Cristal apretó los labios.
No le gustaba la idea de que alguien la estuviera vigilando.
Pero lo que más la preocupaba… Era que Kiara nunca se equivocaba.
A la distancia, oculta entre las sombras del bosque, la mujer de cabello rizado sonrió con frialdad.
—Está aprendiendo… —murmuró.
La figura encapuchada a su lado inclinó la cabeza.
—¿Debemos actuar?
La mujer negó.
—No todavía. Que piense que está a salvo.
Sus ojos brillaron con una luz oscura.
—Cuando sea el momento, le mostraremos lo que realmente significa ser una alfa.