Desaparición de Cristal

Capitulo 20

Capítulo 20

El camino de regreso a la manada transcurrió en un tenso silencio. Dorian, Diego y Leonidas iban sumidos en sus pensamientos, asimilando la advertencia de la anciana bruja. Algo oscuro se movía en las sombras, y Cristal estaba en el centro de todo.

Fue Leonidas quien finalmente rompió el silencio.

—Debemos llevar a Cristal y a las niñas a la manada real. Allí estarán más protegidas.

Dorian y Diego se detuvieron en seco, fulminándolo con la mirada.

—¿Estás loco? —bufó Diego, cruzándose de brazos—. No podemos simplemente llevárnoslas sin más.

—Es la mejor opción —insistió Leonidas con el ceño fruncido—. No sabemos quién está detrás de esto ni cuán peligroso puede ser. La manada real tiene los mejores guerreros, las mejores protecciones. Allí estarán a salvo.

Dorian chasqueó la lengua, irritado.

—¿Y qué hay de su hogar? ¿De Antonella? ¿Acaso crees que Cristal aceptará dejar todo atrás solo porque tú lo crees conveniente?

—No es solo lo que yo creo, Dorian. Es lo único que garantizará su seguridad.

Diego negó con la cabeza.

—No puedes tomar esta decisión por ella. Cristal ya ha pasado por suficiente. No la vamos a arrancar de su hogar ahora que está empezando a recuperarse.

Leonidas apretó los puños, su mandíbula marcada por la tensión.

—No podemos permitirnos el lujo de esperar. La transformaron antes de tiempo por una razón, y no sabemos qué están planeando.

Dorian dio un paso adelante, mirándolo fijamente.

—Y tampoco sabemos si la manada real es realmente el lugar más seguro. No conocemos el alcance del enemigo.

—Además —intervino Diego—, no es solo Cristal. Son sus hijas. No puedes decidir por ellas como si fueran un objeto que simplemente puedes mover a donde crees que estarán mejor.

Leonidas pasó una mano por su cabello, frustrado.

—No es fácil, pero es lo correcto.

Dorian exhaló con pesadez.

—No lo sabremos hasta que hablemos con ella. Pero te advierto algo, Leonidas: si intentas obligarla o tomar esta decisión sin consultarla, seré el primero en impedírtelo.

Leonidas lo miró fijamente, y por un momento la tensión entre ambos se volvió espesa.

Finalmente, suspiró y asintió con rigidez.

—Está bien. Lo hablaremos con ella.

Sin decir más, los tres retomaron el camino de regreso, cada uno sumido en sus propios pensamientos.

Encuentro con Cristal y Antonella

Cuando llegaron a la manada, fueron directamente a la casa de Antonella y Cristal. La tensión en sus rostros alertó a Antonella de inmediato.

—¿Qué sucedió? —preguntó con el ceño fruncido, cruzándose de brazos.

Cristal, que estaba junto a ella, también los miraba con preocupación.

Dorian suspiró y comenzó a explicar.

—Las brujas nos dijeron que la que adelantó tu transformación no es cualquier bruja, Cristal. Hay alguien más detrás de esto, alguien que te necesita con un propósito que desconocemos.

Los ojos de Cristal se estrecharon.

—¿Que me necesita? ¿Para qué?

—No lo sabemos aún —intervino Diego—. Pero no puede ser nada bueno. Si planearon tu secuestro desde que eras una niña y ahora están manipulando tu transformación, es porque eres clave para algo.

Cristal sintió un escalofrío recorrer su espalda.

Antonella tomó su mano con suavidad, transmitiéndole apoyo.

—No permitiré que te hagan daño —susurró la mujer con firmeza.

Un pesado silencio cayó sobre la habitación hasta que Leonidas decidió hablar.

—Por eso tenemos que irnos —dijo de repente, atrayendo la atención de todos.

Cristal lo miró con el ceño fruncido.

—¿Irnos?

—A la manada real —confirmó Leonidas—. Es el único lugar donde estarás completamente a salvo, tú y las niñas.

Cristal negó con la cabeza casi de inmediato.

—No.

Leonidas frunció el ceño.

—Cristal, no estás entendiendo la gravedad del asunto. Aquí no estás segura.

—¿Y crees que en la manada real lo estaré más? No conozco ese lugar, no sé nada de esa gente. Mi hogar es este.

—Te adaptarás —insistió él—. No podemos darnos el lujo de esperar a que ataquen.

—No puedes tomar decisiones por mí.

—No lo hago porque quiero, Cristal. Lo hago porque es necesario.

—¿Necesario para quién? ¿Para ti? —le espetó ella, cruzándose de brazos—. Pues te equivocas.

La tensión creció entre ambos.

Leonidas respiró hondo, suavizando su tono.

—Cristal, no quiero pelear contigo. Pero necesito que entiendas que yo… —hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Yo soy tu pareja destinada.

El corazón de Cristal se detuvo por un instante.

—No digas eso…

—Es la verdad. Lo sentiste, ¿verdad? Cuando nos tocamos… lo sientes igual que yo.

Cristal sintió que el aire se volvía pesado a su alrededor.

—No estoy lista para esto —dijo, dando un paso atrás—. Ni para escucharlo, ni para aceptarlo.

Leonidas se tensó.

—Cristal…

—No. No me digas nada más.

Leonidas cerró los ojos con frustración, pero no insistió.

Justo en ese momento, su teléfono sonó. Su expresión se endureció al ver el nombre de su beta en la pantalla.

—¿Qué sucede? —preguntó con voz firme.

—Debes volver a la manada real de inmediato, Alfa. Es urgente.

Leonidas maldijo en voz baja. No quería dejar a Cristal y a las niñas sin supervisión. Necesitaba llevarlas consigo. Su lobo gruñía con descontento en su mente.

"No podemos dejarlas aquí. Ya están marcadas con nuestro olor. Nos las llevaremos."

"No es tan simple."

"¡Nos volveremos locos si la perdemos de vista!"

Leonidas se masajeó las sienes.

—Me iré pronto, pero… —miró a Cristal. No sin ellas.

Antes de que pudiera decir algo más, Dorian sacó su teléfono y marcó un número.

—Beta, ven de inmediato. Tenemos que hablar.

Cristal sintió un mal presentimiento en el estómago. Cuando el beta de Dorian llegó, su presencia la puso en alerta.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.