Desaparición de Cristal

capitulo 29

El silencio del Bosque de los Susurros era tan absoluto que parecía que incluso el tiempo mismo había detenido su marcha. Cristal siguió los pasos del verdadero Guardián, cada uno resonando en la bruma como un eco lejano. La luz del colgante iluminaba tenuemente el sendero, y a medida que avanzaban, la atmósfera se transformaba. El aire se volvía más pesado, impregnado de una energía antigua y sofocante.

—Este lugar no es como los demás —advirtió el Guardián, deteniéndose frente a un arco natural formado por raíces entrelazadas—. Aquí, el bosque actúa como un espejo para el alma. Lo que verás dentro no será una amenaza externa, sino los secretos que llevas ocultos en tu corazón.

Cristal tragó saliva. Sus pensamientos revolotearon como hojas en una tormenta, inquietos e inseguros, pero algo en su interior sabía que este enfrentamiento era inevitable. Dio un paso adelante, cruzando el umbral, y el mundo cambió a su alrededor.

Se encontró en un espacio infinito, donde el suelo y el cielo no existían, solo un vacío teñido de sombras opacas y destellos fugaces de luz. La atmósfera parecía viva, vibrando con una energía incómoda. Pronto, las sombras comenzaron a condensarse, tomando forma frente a ella. De entre ellas emergió una figura que Cristal nunca habría esperado enfrentar aquí.

—¿Creíste que podrías escapar de mí, niña? —dijo una voz femenina, fría como el acero y cargada de desprecio.

Cristal retrocedió un paso, su respiración entrecortada. Elizabeth, su madre adoptiva y cazadora, estaba allí, idéntica a como la recordaba: mirada severa, una postura dominante y la presencia de alguien que parecía disfrutar del control. La escena destapó recuerdos que había intentado enterrar durante años.

—No... esto no es real —susurró Cristal, sintiendo cómo el pasado cobraba vida a su alrededor.

La figura de Elizabeth avanzó, y con un movimiento de su mano, los alrededores cambiaron. Cristal ahora estaba en un laboratorio oscuro y frío. Escuchó el tintineo del metal contra el cristal y el eco de su respiración temerosa cuando era solo una niña.

—¿Sabes por qué te manteníamos viva? —dijo Elizabeth, su tono desprovisto de cualquier rastro de cariño—. Eres especial, pero solo por lo que llevas dentro. Nada más importa.

Cristal observó cómo una versión más joven de sí misma estaba tendida en una camilla, con las muñecas sujetas por correas de cuero. Vio los frascos de líquido plateado que relucían a la luz de las lámparas y la jeringa que Elizabeth sostenía, llena de aquel metal brillante. Sintió el eco del dolor y del ardor que recorría su cuerpo cada vez que le inyectaban plata en la sangre, un método cruel para mantener a raya su verdadera naturaleza lobuna. Recuerdos que Cristal no quería que se supiera, aunque apenas era una niña, Kiara los bloqueo para que ella no sufriera.

—No eras más que un experimento —continuó Elizabeth, dando vueltas alrededor de su versión más joven, que temblaba en silencio—. Una herramienta que necesitábamos para controlar. La loba blanca... pero también una esclava.

Cristal sintió cómo las emociones la abrumaban: el miedo, la rabia, la impotencia. La voz de Kiara resonó en su mente, trayéndola de vuelta al presente.

—No dejes que se apodere de ti, Cristal. Esto es el pasado, pero tú estás aquí para enfrentarlo, no para revivirlo.

Respirando profundamente, Cristal apartó la mirada de la escena y enfrentó directamente a Elizabeth, la sombra de su tormento. Levantó el mentón, con los puños apretados.

—Me utilizaste, me rompiste, pero nunca pudiste destruir lo que soy realmente. Esa niña asustada ya no existe.

Elizabeth rió, pero esta vez su voz temblaba, como si sintiera que su poder disminuía.

—Siempre llevarás este dolor contigo. Siempre serás mía, Cristal.

Cristal negó con la cabeza. Tocó el colgante que brillaba intensamente contra su pecho. La calidez que irradiaba la llenó de una fuerza renovada.

—Llevo el recuerdo, sí, pero no me define. La loba blanca no es tu creación, es mi verdadera esencia. Y ahora, la acepto.

Elizabeth comenzó a desmoronarse, su figura distorsionándose mientras gritaba en una mezcla de rabia y desesperación. La escena del laboratorio se derrumbó como si fuera humo dispersado por el viento. Cristal se quedó de pie en el vacío dorado, y pequeñas esferas de luz comenzaron a formarse donde habían estado sus memorias más dolorosas. Cada una representaba un fragmento de su fortaleza recuperada.

Finalmente, cuando salió del arco de raíces, el verdadero Guardián la estaba esperando. Sus ojos reflejaban un reconocimiento silencioso del logro de Cristal.

—Has dado un gran paso hacia la comprensión, pero el camino aún no termina —dijo—. Lo que aprendiste aquí será crucial para lo que viene. Ahora sabes que las sombras temen tu verdad.

Cristal asintió. Aunque la prueba había sido extenuante, sentía un peso menos sobre sus hombros. Había enfrentado su pasado y recuperado una parte esencial de sí misma.

Tras atravesar la prueba espiritual, Cristal emergió del arco de raíces con una mezcla de agotamiento y determinación renovada. Las palabras del verdadero Guardián aún resonaban en su mente: "Lo que aprendiste aquí será crucial para lo que viene." Ahora comprendía que su propio pasado, su dolor y sus cicatrices no eran debilidades, sino armas que podía usar para enfrentarse a las sombras que acechaban en el Bosque de los Susurros.

—Hay algo más que debes ver —dijo el Guardián, interrumpiendo sus pensamientos. Su tono era solemne, casi cargado de urgencia—. Un lugar que guarda las respuestas que buscas, pero que también pondrá a prueba la fortaleza que acabas de encontrar.

Cristal lo siguió más profundamente en el bosque, donde los árboles eran tan altos y densos que parecían aplastar el cielo. Apenas podía respirar en la atmósfera opresiva. Finalmente, llegaron a una estructura oculta entre las sombras: un templo cubierto de musgo y raíces, cuyas paredes estaban marcadas con inscripciones que latían como si tuvieran vida propia.




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