Desarreglados

Prólogo

Desde que nací mi futuro está escrito, no solo mis padres sino también mis abuelos lo escribieron sin consultarme, ellos solo querían más poder y dinero del que tenían y yo era y sigo siendo la vía para conseguirlo.

Con apenas seis meses de vida mis padres me comprometieron con el único hijo de unos multimillonarios que buscaban exactamente lo mismo que ellos, poder. Yo ni siquiera podía negarme a esa unión y ahora que puedo hacerlo nadie me hace caso o bueno nadie quiere hacerlo.

A mis quince años se bastante de mi prometido, me han dado clase para ser su esposa perfecta. Mientras todas las niñas y niños de mi edad tenían actividades extraescolares normales después de la escuela, yo tenía clases sobre mi futuro marido y de violín.

Mi futuro marido se llama Isaac, en la actualidad tiene dieciocho años, mide casi un metro ochenta y cinco, entra este año a la universidad y tiene una larga lista de ex novias mientras que yo me tengo que mantener alejada de toda la población masculina porque me tengo que reservar solo para él.

Dejo de pensar en mi pesado futuro cuando suena el timbre que da por terminada a la jornada escolar de hoy. Soy la última en salir, como siempre, resoplo al ver al grupo de las populares. Jamás se han metido conmigo pero tampoco han sido muy agradables, solo fingen serlo porque les gusta mi hermano mayor.

— Princesa. — suspiro al ver a mi hermano mayor, rodeado de gente como siempre.

— Hola Evan. — lo saludo con una sonrisa como siempre. — Hola chicos. — saludo a sus amigos.

— Hoy te vuelves sola con el chófer.

— ¿Y cuándo no? — susurro.

— ¿Dijiste algo?

— Que te lo pases muy bien, nos vemos cuando llegues a casa. — él me sonríe y deja un beso en mi mejilla.

Quiero a mi hermano, es el único que me escucha en casa pero también estoy resentida con él, al igual que mis abuelos él está de acuerdo con mis padres y mi matrimonio forzado. No es justo, él puede elegir en un futuro con quien casarse, con quien tener hijos mientras que yo voy a tener que vivir toda mi vida desgraciada a la sombra de mi esposo. Tendré que tener al menos un hijo para que herede la fortuna de mi marido, y también tendré que aguantar miles de infidelidades.

Saludo a mi chófer habitual cuando me subo al coche, dejo la mochila a un lado y me pongo los auriculares para escuchar música desde mi teléfono. La música me relaja y me divierte, me ayuda a olvidarme un poco de todo.

— Señorita Lewis. — me quito los auriculares ante el llamado de mi chófer. — Ya llegamos, su padre la espera en su despacho. — me limito a asentir.

No debería hacer esperar mucho a mi padre, no le gusta que eso pase pero antes de ir a su despacho dejo la mochila en mi cuarto, me aliso la falda del uniforme y tomo varias respiraciones. Doy tres toques en la puerta y después de escuchar su voz entro.

Le sonrío como ya es costumbre, me acerco a él y le doy un beso en la mejilla, lo hago todos los días aunque no lo desee. Las normas en mi casa son muy rigurosas y sino se cumplen hay serios castigos.

— ¿Querías verme?

— Idara. — pronuncia lentamente mi nombre, como si me estuviese advirtiendo de algo. — Esta noche tendremos una cena con los Stone. — asiento. — Debes comportarte.

— Por supuesto padre. — me levanto de mi silla y me despido de él.

— Come poco. — dice antes de que salga por la puerta.

Bajo las escaleras con el estómago cerrado, aunque quisiera comer mucho padre y madre no me dejarían. Debo seguir una dieta estricta, me la cambian cada seis meses pero al final todas acaban siendo iguales: raciones mínimas de comida.

Una vez le pregunté a una de mis profesoras de biología si era saludable comer tan poco y su respuesta fue bastante contundente, no lo era y quien comiese tan poco iba a sufrir de salud debido al déficit energético. Y bueno, era cierto, sufro de anemia desde los doce y de déficit de calcio que compenso con pastillas, nada que me pueda hacer engordar.

— Señorita, su comida. — dice una de las cocineras.

— ¿Mi madre no me acompañará hoy?

— No señorita, su madre no llegará hasta la noche. — asiento.

Hoy, como casi siempre, me toca comer sola. Mi padre come siempre en su despacho, mi hermano con sus amigos y mi madre con sus amigas. Las pocas veces que comemos o cenamos todos juntos es porque hay algún asunto importante que tratar. No sé lo que es tener una familia unida y amorosa como las que salen en televisión.

Después de terminar mi comida subo a mi cuarto para descansar antes de ir a mi clase de violín. Me quedo mirando el techo, compadeciéndome de mi misma.

 

Me cambio de ropa para ir más formal, en media hora los Stone estarán aquí. Tendría que ducharme pero no me da tiempo, tendrían que haber venido antes a recogerme pero hubo atasco y ahora yo tengo que ir a contrarreloj.

Me quito la camisa del uniforme del conservatorio y la falda. Corro en ropa interior a mi armario y me pongo uno de los últimos vestidos que me compró mi madre, ni siquiera lo he estrenado así que tiene que servir. Me maquillo rápida, recuerdo que mi primera clase de maquillaje fue a los once, a día de hoy no me considero una experta pero se hacerme un maquillaje decente como para no parecer un payaso. Me aliso el cabello y me siento a esperar a que me llamen para que baje.

— Princesa, es la hora. — dice mi hermano entrando sin siquiera llamar.

Acepto la mano que me tiende y luego me agarro a su brazo. Tomo varias respiraciones antes de bajar las escaleras de la mansión. Abajo no solo están mis padres y los Stone, sino también dos adolescentes más. Los reconozco como amigos de la infancia de mi prometido.

— Estás bellísima Idara. — me sonríe la señora Stone, sonrisa que como siempre correspondo.

— Usted también está hermosa señora Stone. — me felicito internamente cuando mi voz sale segura.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.