Desastre Con L

15. El Examen

Capítulo quince
El Examen

—¡Ese maldito hijo de perra! ¡Sabía que no era de fiar! — grita Jorge, pateando la pared.

—Cálmate, Jorsh —pido en un tono casi inaudible mirando perdida el vacío del aula.

Con la respiración igual a la de un toro en corrida, despeina su cabello y resopla con frustración, dejándose caer en la silla.

Los había citado muy temprano en el salón antes de que otra alma en pena llegará. Durante el resto del fin de semana me mantuve encerrada en mi habitación, escondiéndome de mi mamá y de todos los demás. Estaba tan avergonzada y cohibida que por un momento pensé en lo peor. Me sentía —mejor dicho, me siento — como basura. Un desperdicio que después de ser usado es botado; intenté enviarle mensaje a Fernando o a los chicos con los que iba, pero no logre nada. Eso era peor que si te dieran un puñetazo en la cara.

—¿Qué te dijo tu mamá cuándo lo supo? — intervinó en esta ocasión, Edmun.

No supe como mirarlos, en cualquier momento mis ojos se llenarían de lágrimas. Ladeé muchas veces la cabeza al mismo tiempo que oprimía los labios con una bocanada de aire, solté: —No lo sabe. 

—¡¿Qué?! —exclamaron ambos al mismo tiempo, dándome un susto de muerte.

—¿Por qué mierda no se lo dijiste? —inquirió Jorge denotando claramente su molestia. No me sorprendería pronto le saliera fuego por los ojos.

¿Que le diría? La verdad, no es algo que me gustará se conociera.

—Por- porque... — tartamudeo, ni siquiera sé por donde empezar.

—¡Con un carajo! ¿Por qué? Es para que ese maldecido esté tras las rejas, después de haberte drogado y abusado de ti.

Apreté los puños y los ojos con fuerza mientras continuaba escuchando los reclamos de mi amigo Jorge y los intentos apaciguadores de Edmun por tranquilizarlo. Sus palabras finalmente, terminaron por encender una profunda rabia en mi interior, sabía que no era su culpa y, aún así, no lo pude evitar.

—¿Qué querías que le dijera? ¡OH LO SIENTO MAMÁ!, PERO MIRA QUE ESTABA HARTA DE LOS MALDITOS PROBLEMAS EN CASA Y LA PRESIÓN DE SER LA CHICA MAS BUENA PARA TI, TUS AMIGAS Y LOS PROFESORES. QUE IGUAL QUE CADA FIN DE SEMANA, ME EMBORRACHE, EL CHICO EN EL QUE CONFIE ME DROGO. Y SOPRESAS, PERDÍ LA VIRGINIDAD CON ÉL Y NO SE CUÁNTOS MÁS PARA SER ABANDONADA EN UN HOTEL. — exploté —¿Tú como crees que se lo tomará? ¿Sabes cuánto voy a decepcionarla? ¿Te imaginas que haré si se enteran? —mi cuerpo temblaba de ira —En verdad piensas que van a creer en mí. ¡Yo estaba borracha y drogada tanto que termine vomitando en un autobús!, ¿saben lo asqueroso y humillante que fue eso? No soy una víctima, soy una estúpida.

—¿Tanto te importa el que dirán?

Oír eso, me recordó a Hamilton el día en que me obsequió el dichoso celular y su frase que jamás olvidaré:

"Las personas y los libros tenemos algo en común. Siempre seremos juzgados por el aspecto de nuestras portada."

No supe en que instante mis lágrimas recorrieron mis mejillas, mis labios temblaba con impotencia. Por supuesto me importaba, la sociedad podía ser muy cruel a veces al momento de criticar a los demás. Estaba furiosa, pero no con ellos, sino, conmigo misma. ¿Cómo había sido tan ingenua? Me dejé endulzar por palabras que me brindaban seguridad. Siempre pensé que mi primera vez debía ser mágica y especial; mamá me había dicho que se trataba de algo importante, por ello debía perderla con una persona que me hiciera feliz y me valorará, no con un idiota que me usará.

Ese día había perdido algo importante para mí. Algo que carcomía mi mente. Necesitaba ser escuchada no regañada, sólo no quería fallar más.

Me negué al reconocer su súplica y la insistencia en la mirada de Jorge. No quería que nadie se enterará, me negaba a ser la víctima de muchas personas que seguramente me juzgarían, no estaba dispuesta a escuchar frases como "tú lo provocaste" "¿Ya saben lo que le paso a...", porque yo en ningún momento les pedí que se aprovecharán de mí, peor, que me drogaran.

Ya no quería pensar en ello, necesitaba olvidar y seguir con mi vida, carajo, sí que era difícil.

Abrazándome a mí misma, escuché pasos alejándose. Eso era imposible, los conserjes limpiaban los otros salones y la hora resultaba ser lo suficientemente temprano como para contar con más alumnos. El suspiro de Edmun fue antecesor de sus brazos alrededor de mis hombros.

—Tranquila, Alex, estamos aquí para apoyarte. —fueron sus palabras.

Jorge se arrodilló frente a mi silla, limpiando mis lágrimas.

—Ya no llores Pikachu, lo siento. — murmuró. —Tengo unas tremendas ganas de partirle la cara a ese cabrón.

—Jorsh, no te ofendas pero si nos guíamos por la masa y la altura, tú terminarías hecho estiércol. — se rió, yo también lo hice. No exactamente por burlarme de mi amigo, más bien por el buen vocabulario de Edmun y su intento por decir la menor cantidad de groserías posibles.

—Soy rápido. —afirmó con una mezcla de indignación, clavó su atención en mí — Así me gusta, que sonrías.

Quizás resulte extraño que confíe más en estos dos que en mi madre o cualquier otra chica, sin embargo, siempre he tenido una extraña debilidad por tener una mejor convivencia con los chicos que con las chicas, además, ellos me aceptan con todos mis defectos sin esperar a ver por siempre a la chica invisible y buena, porque, finalmente eso es lo que siempre he sido, desde preescolar hasta el bachillerato.

—Hay algo más que debo contarles.

Con una mirada me preguntan: ¿Qué?

—También me encontré ese día con Hamilton. —con la mirada más espectactante me apremian a que continúe —Él junto con su hermano y otras chicas, me cuidaron.

—Eso sí es sorpresa. Jamás me imaginé que ese chico pudiera llevar a una borracha y vomitada a su casa. — sin avisar, golpeo su brazo. —¿Te he dicho que eres una salvaje?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.