Capítulo veinticinco
La feminazi
Apenas abrí los ojos, veo el gran edificio blanco sobresaliendo en toda la autopista. Los mechones de mi cabello vuelan por el aire cada vez que Liam acelera en tercera.
-¿Qué hacemos aquí? - le pregunto cuando disminuye la velocidad, y pasamos a un lado de las grandes letras azules con el nombre "Tecnológico"
-Te dije que iríamos a la mierda, ¿recuerdas?
Asiento con recelo al recordar hace unos momentos, casi tengo el impulso de soltarlo y darle un buen golpe, aunque, si lo hago corro el riesgo de caer. Y lo que menos quiero es tener que dar explicaciones por llegar a casa con una nueva cicatriz o moretón. ¡Oh no señor!, me niego a escuchar a mamá repetirme lo descuidada y torpe que soy. Eso sí que no.
-Bien. Pues, esto es muy parecido a la mierda. - dice girando para entrar al estacionamiento.
-Eres increíble. - musite con ironía, poniendo los ojos en blanco.
-Lo sé, soy fantástico, ¿apenas lo notas, Sheccid? - secunda satisfecho, como sí mis palabras fueran un alago. Le doy un golpe y suelto un grito al sentir que me tambaleo de la motocicleta
-Te he dicho que soy lo único en que te puedes sostener, vaya que el salvajismo no va con una chica tan buena como tú. - se burla, el muy desgraciado.
Me sostengo firmemente de su cintura, mis piernas se pegan a la estructura de cuero y metal, claro, como sí eso de alguna forma ayudará a no caer.
Pisa el acelerador sin importarle que esto sea un estacionamiento y no una pista de carreras. En cuánto, aparca la motocicleta en un lugar sin vehículos, no tardo ni un minuto en bajar a la seguridad del pavimento.
Siempre que subo en esa cosa quiero besar el suelo cuando bajo.
-¿Habrá algún día que conduzcas responsablemente?
Liam se echó a reír con ganas apoyando la moto sobre su soporte antes de quitar la llave y desmontar.
-Pero, si he respetado el límite de velocidad.
-Ajá, claro. - suelto irónica.
¿Es mucho pedir que este chico respete - al menos - una regla?
¡Un momento!... ¿Es correcto?
-Oye, ¿no van a sacarme a patadas? - pregunté paniquiada, lo normal es que prohíban el paso a personas ajenas a la institución, ¿no? -¿Por qué me has traído?
Estoy tan preocupada por ello, que no puedo admirar el esplendor de este lugar. Si que tiene estilo, mi escuela ni siquiera tiene estacionamiento para los alumnos.
-¿Podrías calmarte, Sheccid? - siento como su pulgar y su dedo índice dan un suave golpecito en mi frente, atrayendo mi atención -Nadie va a sacarte, ¿vale?, confía en mí.
Me hubiera gustado decir, "Claro, porqué tú eres un catastrófico imán de problemas", sin embargo, soy consciente que no es completamente malo. Si, podrá ser un idiota, aun así, Liam me ha enseñado una parte de él que no creí existiría.
-Sí ibas a traerme a tu escuela, bien pude quedarme en la mía.
-Te lo explicaré en unos minutos. - afirma, guardando su llave dentro sus bolsillos para después pasar el brazo detrás de mi cintura, acercándome a él.
¿Qué cree que hace? Alguien puede vernos, mi entrecejo se frunce, estoy a punto de abrir la boca para protestar hasta que notó a Liam mirando seriamente un auto color amarillo canario con pinta bastante costosa acercándose al lugar vacío a un lado de su Harley, el chico detrás del volante vio a Hamilton y su expresión cambio esporádicamente haciéndolo dar la vuelta y, símplemente, buscar otro lugar.
Increíble. Rosa de Guadalupe, creí que eso sólo pasaba en los libros y en tus episodios.
-¿Qué fue eso? - Estaba pasmada. Vaya, sí que es popular.
-Nada, en especial, Sheccid. - responde con la sonrisa de niño pequeño e inocente.Sabía que mentía, era más que obvio que ese 'nada' significaba 'todo'. No necesitaba indagar demasiado para saber que -seguramente - ese chico temía del bad boy que estaba a mi lado.
No dije más, apretó mi cintura y me elevó unos centímetros para subir la banqueta, y luego, entrar por la puerta giratoria de cristal.
Creo que debí haberme resistido más.
No paso demasiado antes de que me sintiera sumamente avergonzada, mi apariencia en comparación a las chicas de este lugar era un desastre, inconscientemente, mis dedos empezaron a cepillar mi cabello, pasando mis rebeldes mechones detrás de mis orejas. Entre más veía a mi alrededor, más me convencía que me encontraba fuera de lugar.
Liam cargaba mi mochila, donde guardé mi suéter de la escuela. Al menos, no usaba el pants del uniforme pero eso no ayudaba en nada, el color marino se notaba bastante deslavado y con notorias costuras de hilo lila que había utilizado para entubar; mis tenis no eran completamente prolijos y mi blusa sencillamente blanca.
Sin importar donde mirará, notaba la clara diferencia estética entre ellos y yo. No por nada este era un colegio sumamente costoso.
-Si que eres popular, ¿ah? - pregunté mordaz.
Era incómodo tener la mirada de desconocidos encima de mí. Lo peor fue cuando Liam me acercó -aún - más a él. No podía creer la tranquilidad que reflejaba ante tantas miradas, me pregunto sí finge no verlos o, simplemente, los ignora.
-Supongo. ¿Qué más da?
-Típico de ti. - solté sin reparar en ello.
Se detuvo quitándose los lentes del sol, arqueando una de sus perfectas y pobladas cejas.
-¿Típico de mí? - siguió con tono adusto.
Maldición, hable nuevamente sin pensar.
-Olvídalo. - dije decidida a retomar un camino que no conocía. Al parecer, soy más torpe de lo que creía.
-No, Sheccid. - sujeto mi brazo, obligándome a mirarlo directamente, ¿qué voy hacer? - Dime, ¿cómo soy? - muerdo mi labio, indecisa, ¿si le decía y se enojada?
Con ser sujeto siempre es mejor callar que hablar, ahora no tenía una cerveza en la mano pero sí que podría dejarme aquí tirada y yo no conocía nada. Este lugar al parecer era triplemente más grande que mi escuela.
#2000 en Novela romántica
#727 en Chick lit
#49 en Joven Adulto
novela juveil, bad boy, romance amistad bad boy amor imposible
Editado: 03.12.2025