Alysa les hizo una señal a sus hermanos para que la siguieran a su destino. Lo primero que hicieron los otros dos fue mirar a su padre desde la cocina, mientras tenía una conversación con algún abogado que los estaría ayudando en lo que pudiera para ayudarlo a salir del hoyo en el cual se encontraba.
Klaus asintió hacia su hermano, ajustando su abrigo, y el otro peliblanco asintió arreglando las mangas de su camisa. Tenían poco tiempo, pero el suficiente para saber que debían buscar una respuesta lo antes posible a todos sus problemas. Desde que vivían en ese sitio, muchas personas horribles fueron a molestar a su papá.
Fueron hacia la habitación prohibida, abrieron la ventana para su posible escape y cerraron la puerta con seguro. Esa habitación era la de los recuerdos de su papá con su madre y de cuando tenían mucho dinero, pero su mami murió hace muchos años.
—Si buscamos a la otra mami que tenemos, podremos saber por qué todos odian a nuestro papá —comenzó a decir Klaus—. Debe estar entre las cajas de papá.
—No… —Calix chasqueó la lengua—. Escuché al abuelo decir que mamá sabía quién era nuestra mamá, porque ella fue parte de un experimento.
—¿Y si lloramos después de saber todo? —Alysa movió algunas cajas—. Tengo miedo.
—Ven, estamos juntos y tenemos que buscar a nuestra otra mamá.
Buscaron entre todas las cajas, movieron estantes y, entre otras cosas, hasta que vieron una caja sellada y que tenía un papel blanco a su alrededor. Los tres se vieron a los ojos y, sin dudarlo, rompieron la caja sin mucho cuidado y sonrieron al ver muchos diarios ahí. Sin embargo, se asustaron cuando escucharon el timbre de la casa, sonar repetidas veces y luego la voz de su padre.
—Seguro viene a cobrar —murmuró Alysa, mientras se limpiaba la mejilla cuando sintió que una lágrima bajó de imprevisto—. Rápido, hay que buscar.
Los tres niños se pusieron en acción de inmediato, buscando el nombre de la mujer que mencionaron antes los adultos y que ellos escucharon. Su madre era una hermosa mujer, o al menos así lo decían al verla en las fotos; sin embargo, su padre nunca se enamoró luego de su muerte.
—Encontré cosas de un hospital en Londres —dijo Klaus—. Es un sitio lejano…
—Lo es —asintió Calix—. Vamos a tomar la caja y a llevarla a nuestra habitación.
El gasto era tanto que apenas podían dormir los tres en una habitación, algo que debían arreglar lo antes posible. No era una caja grande, así que podían con ella y con algo más si era necesario. De la misma manera que ellos entraron a ese sitio, salieron en completo silencio, dejando todo como estaba y esperando que su padre no supiera que ellos, de traviesos, rompieron las reglas de no entrar ahí.
Klaus fue el primero en ver entre todos los nombres de hospitales, regresando al que tenía Londres; Alysa miraba entre los diarios de su madre y Calix las fotos de sus padres cuando eran novios.
—Aquí hay un nombre —Alysa se quitó el cabello del rostro—. Lys Lemann.
—Creo que es ella. —Calix le mostró una foto de una mujer, pero esta era muy joven—. Ella se parece a la doctora bonita que tiene el mismo cabello que nosotros.
—Sí, se parece mucho a ella —corroboró Alysa—. Creo que ella es nuestra mamá…
—¿Qué haremos? —preguntó Calix mirando a sus hermanos—. Ella es una doctora muy buena y puede ayudar a Klaus con su enfermedad.
—¿Y si estamos equivocados? —murmuró Klaus—. Papá puede meterse en otro lío y…
—No perdemos nada con intentarlo —respondió Alysa—. Yo sé que ella puede ayudarnos y no dudará porque ustedes tienen el cabello de ella y yo el de papá…
—Sí, vamos al hospital…
Los niños escucharon la puerta cerrarse de un golpe, por lo que guardaron todo y lo metieron debajo de la cama. Su padre entró a la habitación frunciendo el ceño al notar que sus hijos estaban de los más tranquilos en el piso.
—¿Qué estaban haciendo ustedes tres? —preguntó Amory con el ceño fruncido—. Tanto silencio me dio escalofríos…
—Estábamos hablando de a cuál de los tres le toca dormir contigo esta noche. —Alysa levantó la mano—. Me toca a mí, porque soy la que nació primero…
—No es justo, papá —mencionó Calix poniéndose de pie—. Ella siempre quiere ser la primera en todo…
—Es que por algo nací primero y soy idéntica a papá…
Amory negó con la cabeza. Sus hijos eran un caso perdido. Les ordenó que se dieran prisa, puesto que la cena estaba lista y ellos debían dormir temprano. Los tres niños suspiraron aliviados de no haber sido descubiertos. Vieron a la cena apenas servida y a su padre tomar menos comida.
—¿Vas a cenar eso, papá? —preguntó Klaus, subiéndose a la silla apenas—. Te veo triste…
—Estoy bien, solo fueron algunos problemas…
—Aquí está mi comida también. —Calix extendió su plato—. ¿Quién vino a verte?
—Nadie importante —espantó las palabras—. Es su comida; yo veré qué comeré cuando llegue al hospital más tarde, no se preocupen…
—Es que es tu comida…
—Niños —Amory les habló con el tono un poco más serio—. Yo ya comí, ahora ustedes lo harán y yo voy a estar tranquilo por las próximas horas, porque sé que ustedes se quedarán en la guardería.
Los tres niños se miraron entre ellos, pero no dijeron nada más. Comieron entre silencios y, de vez en cuando, pequeñas preguntas que su padre les hacía para saber si estaban aprendiendo algo. Su turno ese día era en la tarde, por lo que tenían tiempo de llevar a cabo su plan maestro.
Los niños desde antes sabían que su padre tenía muchos problemas financieros y ellos habían visto en la vieja televisión, antes de que se descompusiera, que los orfanatos eran los más sensatos; aun así, Amory se enojó con sus hijos…
Ellos solo querían que su padre estuviera bien, que no tuviera que gastar tanto dinero. Incluso, se preguntaron por qué él estaba tratando de tenerlos si no podía con los tres. Su padre aseguró todo a su alrededor en la pequeña casa y fueron caminando hasta la estación de autobús. Saludaron a algunos vecinos, los cuales al parecer no tenían conocimientos de la vida pasada que anteriormente había estado viviendo Amory…