Desastre en el hospital

4. Presentación

Lys abrió y cerró la boca varias veces sin poder creer siquiera lo que acababa de escuchar de esos niños decirle mamá. Sintió un fuerte golpe en todo su cuerpo, debido a que ella conocía bien la condición de vida que poseía por culpa de su madre. Eran tres cositas que se encontraban abrazados, sudados y llorando como si acabaran de hacer algo muy malo y ella los fuera a reprender por su osadía. Aun así, no cabía duda de que esos niños eran una bendición para cualquier persona.

La niña poseía el cabello castaño oscuro, o era lo que podía ver, mientras que los dos niños tenían el cabello tan blanco como ella.

—Repitan lo que acaban de decir —musitó sin poder creerlo—. Porque no recuerdo haber tenido hijos en algún momento o que ustedes lo fueran.

—Es que nosotros… —comenzó a decir Klaus—. En verdad somos tus hijos. Es por eso que nos parecemos mucho…

—Niños, es un delito grave lo que dicen, por lo que les pido no decir esas cosas. —Lys los ayudó a salir con calma del escritorio—. Miren cómo están, todos sudados —hizo un sonido con la boca—. ¿Ustedes tres son los causantes de que casi demande mi lugar de trabajo?

—¿Ibas a demandar? —Calix casi sintió que el alma se le iba del cuerpo—. Nosotros…

—Tomen asiento. —Lys fue rápidamente hacia la pequeña nevera para sacar unos vasos y agua—. Ahora entiendo las razones por las cuales las cámaras no captaron los puntos ciegos; son muy pequeños…

—Tenemos cinco recién cumplidos —Alysa levantó su manita—. Papá no es un mal padre, pero nosotros…

—Son unos pequeños desastres andantes —ella les pasó a cada uno un vaso con agua—. Veo que están muy a gusto haciendo travesuras, porque no los veo asustados —se giró hacia los documentos que estaban sobre su escritorio—. Esto que tomaron es un año de investigación, de noches sin dormir…

—Solo lo tomamos prestado, porque queríamos verte… —Klaus se bajó un poco más las mangas de su camiseta—. ¿Nuestro papá está en problemas?

—¿Por qué su padre estaría en problemas? —inclinó la cabeza un poco—. Aunque, pensándolo bien, no es una mala idea el hecho de que el padre de los tres pague por ser un hombre irresponsable.

—Perdón, es que nuestro papá no sabe nada y nosotros queremos que seas nuestra mamá…

—¿Cómo? ¿Que sea su madre? —Lys no cabía de asombro, porque ni siquiera habían pasado bien diez minutos y esos niños ya tenían todo en sus mentes—. Voy a mandar a llamar a alguien…

—Lo siento. —Alysa se bajó del sofá en el cual estaba con sus hermanos—. Nosotros no quisimos asustarla, es que queríamos verla y que fuera nuestra mamá…

—Es imposible que sea su madre si ustedes tres…

—Nuestra mamá murió hace muchos años por salvarnos a nosotros. —Klaus movió sus pequeños pies—. Papá es quien nos cuida y…

—Cualquier otra persona estaría llamando a la policía luego de saber lo que hicieron ustedes tres. —Lys los miró con mucha pena—. Son unos niños preciosos, y yo aquí hablando con ustedes… sintiéndome mal de paso, por lo que me cuentan de su madre —se sentó en la silla y entrelazó sus dedos—. Lamentablemente, esto debo reportarlo…

—Por favor…

—Niños, por lo que hicieron, muchas personas pudieron haber perdido sus trabajos. —Ella observó a Alysa con cuidado y luego a los otros dos niños—. Es inaudito el hecho de que los tres hayan pasado la seguridad de este hospital…

—Nuestro papá se va a meter en muchos problemas —Calix intervino—. ¿Puede dejarlo pasar?

—Lamento decirles que esto es algo que no…

—¿Puede curarme antes de llamar a mi papá? —Klaus cortó la conversación y Lys lo vio con confusión—. Si no será nuestra mamá, ¿puedes curarme?

—¿Curarte? —Lys frunció el ceño—. No sé de qué me hablas, cariño —le habló con mucha calma—. ¿De qué te tengo que curar?

Klaus vio a sus hermanos y estos asintieron. Bajó del sofá y con cuidado bajó el cierre de su abrigo, dejando ver de inmediato que tenía pequeñas manchas en su piel, algo que no se podía curar, pero sí detener. La manera en la que el niño las tenía era idéntica a las suyas y más en los lugares que siempre tapaba con sus camisas o la bata de trabajo.

—Ay, cariño —se levantó de inmediato de la silla y fue hacia él, colocándose de cuclillas—. Yo no puedo curar esto, pero… —Detuvo su hablar—. Hay métodos que pueden ayudar a detenerlo…

—Ya no quiero seguir usando abrigos… —Klaus sacudió la cabeza—. Los niños en la escuela me molestan…

—Escucha —ella se quitó algunos botones de su camisa y le mostró las manchas—. Yo tengo muchas, en mis brazos, cuello y piernas —le contó y vio que los otros dos niños se acercaban—. Es algo que me salió cuando tenía catorce o quince, no lo recuerdo bien —confesó—. Aun así, hay que llevarte con un especialista, porque es posible que no sea lo mismo que tengo.

—¿Y cómo se llama eso que tienes? —preguntó Calix—. ¿Te vas a morir?

—No, eso no —ella rio un poco—. He tenido que ver a una persona que se encarga de la piel…

—¿Cuesta mucho dinero? —indagó Klaus—. No tenemos…

—Está el seguro o los préstamos…

—Papá no puede pedir préstamos, los bancos se lo niegan porque su familia lo detesta —Calix mencionó y ella se lo observó con mucha confusión—. Nosotros hicimos esto sin que se diera cuenta.

—Ay, por Dios. —Se llevó ambas manos a la boca—. Ustedes me recuerdan a mi sobrino a esa edad —no se enojó con los niños, más bien le parecía divertido—. ¿Y cómo se llama el padre de ustedes tres?

—Su nombre es Amory Nikolaou —contestó Klaus, sin acomodarse el abrigo—. Mi papá es griego…

—Interesante y es una información no necesaria…

—Es por si te vas a quedar siendo nuestra mamá —Alysa intervino—. Es que eres realmente hermosa —suspiró como toda una enamorada—. Somos los mejores hijos que podrás tener…

—Imagínate, no tengo hijos…




Reportar suscripción




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.