El punto de su vida en el cual se resumía a cuidar a sus hijos llegó a su final. Amory imaginó todos los escenarios posibles en ese momento, tanto que se cuestionó si él era un mal padre, mal esposo o cualquier otra cosa. Cuando estaba por limpiar los baños de la emergencia, los peores de todo el hospital, aunque era un lugar de prestigio, sintió un alivio enorme; sin embargo, el hecho de que sus hijos estuvieran en el piso de los laboratorios de investigación lo llenó de mucha angustia.
Aun así, ver a esa mujer de cabello tan blanco como la nieve, al igual que sus hijos, se le hizo un nudo en la garganta. Anteriormente, la conocía o al menos de vistas en revistas de medicina o de alguna que otra reunión del pasado a la que asistió con su difunta esposa, o eso era lo que pensaba.
Lys era un nombre peculiar y, viendo a su hija ahí, pues eso era algo increíblemente extraño, por así decirlo.
—Tome asiento, por favor —pidió Lys, luego de soltarle la mano—. Hay algo que debo decirle.
—¿Mis hijos se metieron en problemas? —Amory tomó asiento y le dedicó una breve mirada a sus tres pequeños demonios—. La verdad es que…
—Uno de sus hijos tiene vitiligo o al menos es lo que considero —ella interrumpió sus palabras—. Se acercaron a mí porque al parecer leyeron que hago “milagros” —hizo comillas y recalcó la última palabra—. Les expliqué que no puedo, debido a que debe verlo un dermatólogo…
—¿Qué dijo? —Amory se quedó tieso—. ¿Cómo es que ellos vinieron hasta aquí?
—Me los encontré aquí en mi oficina después del viaje. —Lys se encogió de hombros—. Me dijeron que es un gasto muy alto y que…
—No puedo pedir préstamos y el seguro no cubre todo —aclaró—. A decir verdad, en ninguno de mis dos trabajos puedo darme el lujo…
—¿Ha intentado al menos pedir un pro bono?
—Me lo negaron cuatro veces —soltó él sin pensarlo—. Lamentablemente, no tengo esos privilegios que tienen los de cuello blanco.
—Entiendo. —Lys asintió—. La salud en este país es la más cara y ni hablar de que muchas familias no pueden pagar los servicios…
—Eso es correcto. —Amory la miró fijamente—. Siento que usted me está mintiendo acerca de lo que hicieron mis hijos y busca la forma de hacerme olvidar eso —ella no le respondió—. Hábleme con la verdad.
—Es la verdad que le dije, señor Amory —ella sonrió de lado—. Mírelos —señaló a los niños—. Están como angelitos y yo no puedo imaginarme eso…
—Mis hijos son todos menos unos angelitos —él observó a esos tres que parecían ser los típicos que no rompían un plato—. Si ellos no han hecho nada, prefiero irme…
—Puedo ayudarlo a conseguir una cita con el dermatólogo para el próximo lunes. —Lys pasó un trago en seco—. Sería algo del pro bono y, si está trabajando aquí, se lo deben dar sin miramientos.
—No pierda su tiempo en hacer eso, doctora Lemann. —Él negó con la cabeza, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. Puede perder su trabajo solo por ayudarme.
—Eso no pasará.
—Gracias por todo. —Él extendió su mano hacia ella y, sin pensarlo mucho, Lys la tomó—. No obstante, prefiero que usted se mantenga alejada de mí y de mis hijos —le dio un pequeño apretón de manos—. Este es el único trabajo que puedo sostener y el que más me paga para cuidar de mis hijos.
—Comprendo —ella lo soltó y se dirigió a los niños—. Fue un gusto, pequeños.
Los niños se bajaron del sofá para dejarle los vasos y se acercaron un poco más para darle un abrazo de despedida. Amory salió de ahí con sus hijos, los mismos que no podían dejar de verse inquietos y más por lo que hicieron. Ya lo más seguro es que su familia supiera acerca de eso, ya que el director era parte de su miseria.
Podía llevar a Klaus con un dermatólogo, pero era imposible que lo atendieran en ese hospital sin que al siguiente segundo le revocaran todo. Se pasó una mano por el cabello, presionando el botón que daba a la guardería y en su mente decía un millón de oraciones para poder continuar con ese trabajo.
—Lamento mucho esto, papi. —Alysa jaló su pantalón—. Ellos no tenían nada que ver; yo los obligué a ir conmigo…
—Sé que fuiste tú, la persona que tuvo la maravillosa idea de meter a sus hermanos en un elevador de camino a la oficina de esa hermosa mujer —dejó salir sin pensar—. Ustedes tres…
—¿Acabas de decir que ella es una hermosa mujer? —Calix sonrió de oreja a oreja—. Sí, ella es una hermosa mujer.
—No quise decir eso. —Amory apretó el puente de su nariz—. Escuchen, niños…
—Siempre estamos escuchando, papi. —Alysa pestañeó varias veces, sin dejar la sonrisa burlona de sus labios—. Dijiste que ella es una hermosa mujer; nosotros también lo pensamos. No tienes que estar considerando mucho eso de ponerla como tu nueva esposa.
—Santo Dios.
Gracias a Dios, las puertas se abrieron y él fue rápidamente a dejar a sus hijos en la guardería. Era lo único bueno que podía tener ahí, debido a que era gratis y no podían cobrársela. La mujer de la recepción de ese espacio asintió hacia él y no dudó en regresar a sus labores tiradas.
Cualquier persona que buscara su nombre encontraría todo el escándalo que pasó luego de la muerte de su esposa, la forma en la que toda su familia tiró por el piso el apellido y el hecho de que su hermano se quedó con todo lo que le pertenecía. Jamás quiso mentir; aun así, mucho menos deseaba dañar a su esposa, ni física ni mentalmente, con algo que se le fuera a salir de las manos.
Amory debía aceptar esos trabajos denigrantes: limpiar el piso, quitar la mugre de las paredes y lo peor de todo, tener que meter la mano en los inodoros para poder darles de comer a sus hijos. Tenía dos trabajos y uno era peor que el otro. Su familia cumplió sin duda su promesa: darle el peor trabajo de todos.
—Nikolaou, te buscan en la dirección —le avisó su compañera de trabajo, a lo que solo hizo un sonido con la boca para fingir que no iría.
Se echó agua en la cara varias veces. Era inevitable que eso sucediera. Guardó los utensilios en su sitio correspondiente, puesto que ya había finalizado su día de trabajo y se dispuso a salir. El camino hasta el área administrativa era otro tema; era una de las más exclusivas de ese hospital y pocos podían ir ahí. Únicamente, los jefes de las diferentes áreas o personal autorizado.