Desastre en el hospital

6. Intriga

Lys se había pasado la mañana leyendo algunas cosas de los expedientes que estaban a duras penas en el hospital acerca de Amory y sus hijos. No había mucho que buscar o que le llamara tanto la atención, salvo que en su expediente estaba que anteriormente trabajaba en otra empresa que no tenía nombre.

El día anterior, lo poco que habló con él la dejó pensando en un montón de cosas que era mejor no decirlas en voz alta por la falta de ética. Quitó el expediente de su campo de visión y revisó que en una hora tenía una cirugía, la cual era una de las que había estado esperando. Lys era la cirujana que más ingresos generaba en ese hospital, tanto que a más de uno le habían hecho diversas propuestas para que aceptara trabajar para ellos en algún momento; sin embargo, siempre aparecía ese algo que la detenía de tomar ciertas decisiones.

Sus residentes, lo primero que hicieron esa mañana al llegar, fue literalmente arrodillarse delante de ella para pedirle disculpas por lo que sucedió el día anterior, creyendo que era su culpa y en gran parte lo era, ya que si no hubiesen sido los niños, otra persona de igual modo se robaría eso porque dejaron la puerta abierta.

La cirugía fue todo un éxito; el pequeño solo tendría que durar un par de semanas en el hospital para su observación, aparte de las veinticuatro horas de reglamento.

—Doctora Lemann —uno de sus residentes la alcanzó antes de que entrara al elevador—. Quiero agradecerle por confiar en nosotros nuevamente.

—Ya les dije que omitieran el tema. —Lys presionó el botón del elevador para ir al piso de su oficina—. Solo tengan cuidado cuando vayan a comer algo.

—No pensábamos que esto podría pasar en realidad —mencionó otro antes de que pudiera entrar—. ¿Sabe quién fue la persona que entró sin permiso?

—Sí, y decidí por el bien de todos dejar pasar este momento —entró al elevador—. Terminen las observaciones del paciente, descansen y regresen a sus labores. Más tarde tenemos una cirugía y los quiero con vida.

Los chicos asintieron y fueron a cumplir lo ordenado. A la hora del almuerzo, recibió una llamada de su hermano Druso y mensajes de Niklas y Azriel, recordándole que era su hora de comer. Anteriormente, se había enojado con ellos, ya que la seguían tratando como una niña en apuros después de tantos años.

Les envió la foto de lo que comería en ese día y los tres se mantuvieron tranquilos. Tuvo que sentarse a comer sola como siempre, porque a duras penas tenía uno que otro amigo ahí y estaban en otras áreas haciendo sus labores.

Estaba por continuar con su sabrosa comida, hasta que vio al hombre que lograba hacer que su corazón de un momento a otro se sintiera pesado. Amory estaba vestido con el uniforme del trabajo; sin embargo, no dejaba de mostrarse más fuerte que cualquier otra persona en ese hospital y supuso que se debía a su forma de desenvolverse y al trabajo duro que hacía.

—Siento que lo he visto antes —susurró Lys, entrecerrando los ojos y pasándose la lengua por los labios—. Bonito hombre de caramelo…

—¿Dijo algo, doctora? —preguntó su compañero, que se encontraba a unos metros de ella en otra mesa.

—No, solo estaba pensando en voz alta, es todo.

Terminó de comer con la mayor calma que podía, con sus mejillas sonrojadas y ni hablar de que en un punto se vio a sí misma mirando al hombre de más en ese sitio. Recordó que tenía tiempo y que los niños debían estar en la guardería, puesto que el turno de su padre era en la tarde.

Revisó la hora en su reloj y tenía mucho tiempo. Los residentes del proceso estaban muy entretenidos con los pacientes, por lo que podía darse el lujo de caminar un poco. Sin darse cuenta, acabó en el camino rumbo a la guardería, deteniéndose uno que otro momento para saludar a las personas que se detenían al verla.

Se vio saludando a otros padres que en algún momento perdieron las esperanzas de poder tener a sus hijos y que ella se las devolvió con sus dones.

—Buenas tardes, doctora Lemann. —La saludó una de las chicas que estaban cuidando de los niños—. ¿Desea algo?

—No, solo estoy viendo cómo va todo. —Sonrió de manera ensayada—. Tenía un poco de tiempo libre y recordé que anteriormente venía mucho por estos lados.

—Comprendo. —La mujer se hizo a un lado—. Puede entrar.

Lys asintió y, con cautela, fue viendo las instalaciones del lugar y todo se veía muy bien cuidado. No había muchos niños a esa hora del día, por lo que podía darse el lujo de moverse. Saludó a algunos colegas que se encontraban con sus hijos o uno que otro familiar.

—Hola —escuchó una pequeña voz detrás de ella y la reconoció como el niño que se llamaba Klaus—. ¿Qué hace aquí?

—Hola, pequeño —se puso de cuclillas—. Solo pasaba por aquí y veía algunas cosas —le acarició la mejilla—. Estás otra vez usando un abrigo en pleno verano…

—No tengo calor —Klaus movió su pierna de manera tímida—. ¿Hicimos algo?

—No, no hicieron nada —ella se levantó—. ¿Dónde están tus hermanos?

—En la otra habitación, yo venía del baño cuando te vi —el pequeño metió las manos en los bolsillos de su abrigo—. ¿Quiere venir?

—Claro.

Klaus la tomó de la mano y la llevó hasta una de las áreas que estaban un poco apartadas y que únicamente tenían a los niños solos. Eso fue como una bofetada, puesto que sin duda alguna tuvo un déjà vu de su pasado y verlos solos sin amigos fue peor de lo que se podría imaginar.

—Oh —Alysa fue la primera de los dos hermanos en verla—. Hola.

—Hola, niños —Lys soltó la mano de Klaus para que fuera con sus hermanos—. ¿Qué hacen aquí tan solos? ¿Por qué no están jugando con los otros niños como lo hacen los otros?

—Es el área en la que se nos permite estar hasta que papá salga del trabajo en la noche —Calix le explicó—. Papá nos deja aquí en las mañanas y se va a su primer trabajo…

—Pero ayer…

—Era uno de sus días libres como hoy, pero lo llamaron para que vaya a cubrir un turno —continuó Klaus—. Pronto regresaremos a la escuela, por lo que podremos estar ahí sin que él tenga de qué preocuparse.




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