Desastre en el hospital

7. Cena no familiar

Ella cruzó las piernas en la silla, sus dedos sobre su regazo y esperó pacientemente a que el hombre detrás del escritorio le diera una respuesta coherente del porqué un padre de familia estaba pagando por los servicios gratuitos de ese hospital.

No era que fuera una mujer chismosa o que le gustara meterse de lleno en la vida de las personas, pero el hecho de ver la forma en la que era tratado Amory dejaba mucho que desear. Tenía intriga por él, sus hijos y el hecho de que esos niños habían violado toda la seguridad de un hospital para dar con ella.

—Bueno, es que él no firmó ningún acuerdo para…

—No hay necesidad de que alguien firme acuerdos para algo tan sencillo como lo es tener derechos —Lys cortó las palabras a medio decir—. Es algo que puede ser penalizado por la ley el hecho de que un trabajador pierda sus…

—Lamento decirle que es algo que no puedo cambiar. —El director se puso de pie—. Ese hombre no es una mala paloma y hay personas con un rango mucho más alto que me han pedido esto…

—¿De qué me está hablando, doctor Laurent? —Ella frunció el ceño—. No sé de qué me habla…

—La familia del Amory es alguien influyente, donadores al igual que la suya, pero no tanto por así decirlo —dejó salir el hombre—. Recibo órdenes, es todo…

—¿Está consciente de que unos niños son los que sufren por la falta de dinero de su padre? —se puso de pie—. ¡Es un delito!

—No puedo… Su familia es una de las primeras que llegó de Grecia hasta Minnesota. —El doctor se aflojó la corbata—. Sus donaciones son esenciales; de paso, le recomiendo que busque la manera de arreglar esto. No me importará poner esto en el instituto, ministerio o no sé dónde para que esos niños tengan los recursos que merecen.

—Personalmente, le recomiendo que deje este tema como está. —Laurent cambió su tono de voz—. No se meta en líos que no le conciernen y menos busque cosas donde no las hay…

—No me amanece —Lys señaló—. Soy la única persona en todo este hospital que desde el inicio ha traído patrocinadores, donaciones y la prensa —le recordó—. Sin mí no son nada y, si tengo que hacer valer los derechos de los empleados de este hospital, me dará igual quién caiga.

—Doctora, no me ponga en una situación donde los dos sabemos dónde…

—Usted tampoco me ponga a mí en una situación en la cual sabe de qué lado me voy a poner —ella se encogió de hombros—. Usted tiene hijos, nietos y sabe perfectamente lo que puede llevar a que estos en algún momento sufran de algo.

—No quiera venir a meter a mis hijos aquí…

—Los meto porque se le nota que no sabe lo que es tener que buscar hasta lo imposible para darles de comer —rio carente de humor—. Le pido encarecidamente que mantenga esto de manera profesional, porque al parecer, no soy la única que ha estado notando estos cambios entre lo que sucede aquí.

—Es la familia de ese hombre quien ha dado las órdenes durante los últimos años —confesó al fin el doctor—. Es por eso que le pido que no se meta en problemas con ellos.

—Como si me importara…

—Usted puede tener mucha influencia en el ámbito de la medicina, pero ellos en lo empresarial son imponentes —decretó Laurent—. Apenas lleva menos de cuarenta y ocho horas conociéndolos, y se le nota lo poco…

—El tiempo que tengo conociéndolos es lo de menos. —Le restó importancia al asunto—. Usted acaba de mostrarme sus puntos; ahora yo haré mi trabajo como jefa de cirugía pediátrica de este hospital y posiblemente algo más en el futuro —arregló su bata—. Pase feliz el resto de la noche.

Lys caminó con pasos firmes por el pasillo, sin importarle nada más que llegar a su destino y poner punto final a la codicia que se mostraba en ese hospital. Ella había vivido toda su vida bajo el desprecio de su madre, la cual, ahora en su lecho de casi muerte, buscaba las maneras de irse al cielo con su perdón… algo que nunca iba a tener. Fueron años de terapias, llantos, pesadillas y de creer en una persona que únicamente le hacía daño.

Se encontró con que Amory salía a la misma hora que ella, por lo que le sorprendió verlo.

Caminaba hacia su auto cuando lo vio salir por la puerta trasera con sus hijos. Por la hora, supuso que iba a tomar el autobús y también por el rumbo de sus pasos. Era peligroso andar con tres niños en las noches en busca de transporte, más con el clima de verano que presentaba Minnesota.

—Hola. —Lys acomodó su bolso en el hombro—. ¿Irán a la estación de autobuses?

—Sí —Amory se posicionó delante de sus hijos—. ¿Usted no entiende cuando le digo que se mantenga alejada?

—¿Y usted cree que me importa lo que diga? —Lys se encogió de hombros—. Puedo llevarlos. Es muy de noche y…

—Llevo haciendo esto durante dos años, doctora Lemann…

—¿Dos años? —Lys abrió la boca sorprendida—. ¿Lleva dos años trabajando en este hospital?

—No…

—Mi papá trabaja recogiendo la basura de las calles en las mañanas y algunas veces le toca ir a limpiar las tumbas —mencionó Calix y Lys se quedó muda—. Si no lo ha visto, es porque usted siempre está en su piso y él trabaja en emergencias…

—Lo lamento…

—¿Qué lamenta? —Amory rio sin humor—. ¿Que no todos podamos tener una buena vida como la que usted tiene? —chistó—. Estoy cansado, quiero ir a mi casa con mis hijos…

—Déjenme llevarlos, por favor —rogó—. Es tarde, está por llover y…

—Buenas noches.

Abrió la boca, sorprendida por eso y más cuando él caminó con sus hijos hasta la parada de autobuses. Fue hacia su auto con los hombros caídos y no se atrevió a moverse de ahí por más de media hora. Estaba probando uno de sus puntos y era que Amory salía más tarde que todos o, algunas veces, más temprano, por así decirlo.

Y efectivamente, comprobó eso cuando no vio que pasó ni un solo autobús durante ese buen rato y, por lo poco que vio y escuchó del director, era más que obvio que Amory no tenía ningún tipo de dinero para pedir un taxi.




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