Desastre en el hospital

10. Cita médica

Desde el fallecimiento de su esposa, él no se había interesado en ninguna mujer, menos en una de su trabajo, que fuera de un rango mucho más alto que el de él. Lys nunca se daba por vencida, o al menos era lo que siempre notaba de ella, puesto que en cada momento, le hacía ver que era la persona que mantenía el control de todo.

Era su día libre en uno de sus trabajos, por lo que podía quedarse en casa con sus hijos hasta que llegara la hora de la tarde e ir al hospital para su trabajo. Los niños estaban muy tranquilos en la sala, leyendo cualquier cosa, lo cual lo sacaba un poco de contexto, ya que ellos no eran la clase que se mantenían serenos y tranquilos por mucho tiempo.

Se pasó una mano por el cabello al ver las cuentas de ese mes; estaba en un colapso.

El timbre de la casa sonó y pensó que era alguien que iba a cobrarle; sin embargo, no recordaba pedirle dinero prestado en algún momento a alguna persona. Sus hijos giraron hacia la puerta y él arrugó la frente al darse cuenta de que la persona al otro lado era nada más y nada menos que Lys Lemann.

—Buenos días. —Lys lo saludó con una enorme sonrisa en sus labios—. ¿Estás listo?

—¿Qué? —Amory frunció el ceño mirándola—. ¿Listo para qué?

—Iremos a una consulta médica con tus hijos. —Ella lo hizo a un lado para entrar—. Busca sus tarjetas de vacunación.

—¿Qué estás diciendo? —la siguió hasta la sala—. ¿Cómo que haga…?

—Iremos con un dermatólogo que es muy amigo mío —ella le explicó, poniéndose de cuclillas frente a los niños, los cuales la abrazaron—. Veo que se portaron bien.

—¿Usaste a mis hijos? —Amory se quedó aún más sorprendido—. Esto es algo que no debiste hacer…

—Ya lo hice —Ella se puso de pie y observó a los niños—. ¿Pueden dejarme unos minutos a solas con su padre, por favor?

—Sí.

Los tres niños obedecieron su petición sin objeción alguna, puesto que ya sabían que esa conversación se iba a extender un poco.

—Hablé con el director hace más o menos una semana —Lys le sostuvo la mirada—. Me confesó que tu familia le paga mucho dinero a cambio de hacerte trabajar de ese modo y que te quitan los privilegios sin remordimientos…

—No debiste —Amory la cortó—. No debiste meterte en esas cosas, mucho menos…

—Lo hice porque quiero y ya te había dicho que tus hijos necesitan mucha atención médica y en ese hospital no se la van a dar —dejó saber su punto—. Iremos a un hospital que me debe favores desde mis prácticas, por lo que los niños se van a sentir cómodos.

—No los llevaré a ningún lado contigo —dio pasos hacia ella—. Te dije que te mantuvieras alejada de ellos, que por favor dejes de insistir con mi mimo.

—Me temo que no será posible. —Lys lo agarró por el cuello de la camisa y lo acercó a ella—. No me importa lo que digas. Iremos a la revisión médica de tus hijos, les vamos a poner las vacunas y Klaus va a recibir un diagnóstico.

—Yo no busco una esposa si es lo que pretendes con esto, mucho menos una madre sustituta de la que mis hijos tienen. —Amory la agarró de las muñecas, manteniendo firmeza en su agarre, el mismo que ella tampoco soltaba del cuello de su camisa—. Mis hijos están bien…

—Te lo voy a repetir esta vez y es la última —levantó el mentón—. Amo a los niños, odio las injusticias e iremos a esa consulta, porque tú de igual modo tendrás que ponerte tus vacunas.

—¿Qué?

—Sé que no te han vacunado en el hospital, ni de hepatitis, influenza, tétanos, triple viral, etc. —Hizo un puchero—. No te pongas triste.

Amory dio pasos hacia atrás mirándola como si se hubiese vuelto loca. Lys no se iba a dar por vencida y él estaba realmente cansado de todo.

¿Desde cuándo los papeles en la vida se han revertido?

—¿No te irás de mi casa? —Amory no quitó sus manos—. No confío en ti en lo absoluto.

—Tampoco confío en ti, porque eres un hombre demasiado misterioso. —Pestañeó varias veces y Amory se lo encontró adorable, ya que sus hijos hacían ese gesto.

—¿Cuál hospital es?

Lys sonrió de oreja a oreja y le dijo el nombre del hospital que los esperaba para la cita médica. Amory le dedicó una mirada que casi le hace desmayarse, pero tenía que ir con sus hijos a ese sitio a como dé lugar.

Conocía perfectamente bien el alcance de Lys para lograr las cosas y solo debía decir su apellido para que el mundo temblara. La dejó en medio de la sala para preparar a sus hijos, los cuales ya estaban más que listos, y se les quedó viendo durante unos cortos segundos al notar cosas en ellos que antes dejó pasar.

En lo que ella acomodaba a sus pequeños en su auto, aseguró lo mejor que pudo su modesto hogar, agradeciendo todos los días que era lo único que su familia jamás había tocado para quitárselo.

—¿Quieres conducir? —Lys le mostró las llaves—. Debes saber hacerlo.

—¿Qué dijiste? —se quedó a medio abrir la puerta del copiloto.

—No he tenido descansos estos días —ella bostezó—. Es mejor prevenir que lamentar en todo caso y voy a suponer que no le temes a la justicia, por lo que vas a conducir mi auto.

—Hay un error. Yo no tengo licencia…

—Papi, conduce. —Calix sacó su cabecita por la ventana. No es tan malo.

—Sí, papá —Klaus se agachó un poco—. Vámonos.

Amory tomó las llaves y dio la vuelta para meterse en el asiento de piloto. No era que no supiera o no lo recordara; la última vez que pisó un auto fue cuando su compañero del trabajo le permitió hacerlo para un mandado.

—Ya nos podemos ir.

Al menos podía agradecer que al auto tenía los vidrios oscuros y nadie los vería durante el trayecto, porque ya mucha vergüenza era el simple hecho de que Lys le pagara todo como si ella tuviera obligación para hacerlo.

—Después de que les hagan las pruebas, iremos a comer —les informó Lys, omitiendo el hecho de que el padre responsable estaba justo a su lado—. No será la de la otra vez; más bien es un sitio donde hacen comida que sabe a dioses.




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