Ella estaba decidida a cumplir con lo que tenía en mente… llegar a algo más con el hombre que caminaba detrás de ella y los niños desde que salieron del hospital.
Las consultas fueron favorables, los niños tuvieron sus respectivas vacunas y el pediatra los atendió como era debido. No le había dicho todo lo que tuvo que hacer con la ayuda de su hermano Druso y que el doctor que los atendió primero participó también. No conocía del todo la situación con Amory, pero buscar su apellido en internet era algo increíble.
Entraron al auto y ella colocó en el GPS del mismo la dirección de un restaurante donde podían comer tranquilos, mientras le enviaba un mensaje a su hermano Druso de que lo esperaría en su casa más tarde, con lo que él le había investigado.
—Quiero saber algo. —Amory encendió el auto y se quedó ahí—. ¿Cómo es que te permitieron hacer esa cita si no eres la madre de mis hijos o…?
—Digamos que me consiguieron las actas de nacimiento —murmuró ella, sacando los tres documentos de su cartera—. Luego hice un papel donde ponías que era su tutora legal… así tipo tu novia. —Sus mejillas se pusieron rojas—. Sobre su historia clínica, pues los niños también me consiguieron su tarjeta de vacunas…
—Cállate…
Pero ella no se detuvo, le explicó todo lo que tuvo que hacer para tener esa cita, la forma en la cual se movió por todos lados y que ahora posiblemente pensaban que los niños eran sus hijos. Colocó de manera ordenada dentro de la bolsa de los medicamentos los documentos doblados y los dejó en la guantera para dárselos cuando los fuera a llevar a su casa.
—¿Están bien? —Lys se dirigió a los niños—. Deben tener hambre, por lo que su padre conducirá hasta un restaurante —les dijo con una sonrisa adornando sus labios—. La comida es muy buena y el postre, lo que es aún más.
—Yo no he dicho en algún momento que deseo estar contigo en ese sitio —a Amory se notaba altamente ofendido porque no se tomaba en serio su presencia—. Ya es suficiente con esto que has hecho, lo cual es bastante…
—Tengo dinero para comprar lo que quiera —Lys se encogió de hombros—. Conduce, ya está la dirección en el GPS.
—¿No me estás escuchando? —él no conducía en lo absoluto, más bien apretaba las manos en el volante—. Son mis hijos…
—Son niños que necesitan más de lo que crees —ella se giró para verlos—. Vamos a comer, así después voy a tener fuerzas para discutir contigo.
—¿Y qué pasa si no vamos a comer? —Amory enarcó una ceja—. Esto es un atropello…
—Cuando una persona tiene hambre, no piensa —sonrió de manera maliciosa—. Salvo vidas con el estómago lleno —se pasó la lengua por los labios—. Imagíname con hambre.
Amory se quedó mirándola durante unos cortos segundos, antes de conducir al sitio indicado. Sus hijos estaban todavía tranquilos, como si ese momento fuera altamente gracioso para ellos. Él conocía ese sitio; anteriormente ahí se reunía con algunos socios, con su esposa salía de vez en cuando y más con sus hijos cuando estaban un poco más pequeños y antes de su desgracia.
Llegaron al lugar y ella le dijo que se estacionara en el subterráneo, porque sería mucho más cómodo al salir. Esperaba no encontrarse con nadie conocido, menos por las fachas que tenía y por la cabellera de sus hijos, que eran reconocibles donde fuera. Lys salió del auto y ayudó a los niños con el cinturón, mientras que él se calmaba.
Por su parte, Lys notó que Amory estaba en un estado que casi no podía ni con su existencia y lo comprendía en cierto modo. Un día lo tienes todo y horas más tarde, ese mismo día, pierdes hasta a tu esposa, tu dinero, y solo queda aferrarte a los niños que ella trajo al mundo.
—Buenas tardes. —Lys se presentó—. Soy Lys Lemann, tengo una reservación.
—Un momento, por favor. —Pidió la persona al otro lado del mostrador, mientras verificaba—. Sí, aquí está —asintió y tomó una tarjeta—. Disfrute de su almuerzo.
—Gracias…
—¿Ellos están con usted? —El hombre señaló a Amory y ella supo a qué se estaba refiriendo—. Puedo llamar a seguridad…
—Sí, ellos están conmigo. —Lys tensó la mandíbula de manera incómoda—. No se preocupe.
El hombre se le quedó mirando, antes de decirle que podía pasar. Ella sacudió la cabeza y eso fue todo. El momento incómodo no se iba a ir en lo absoluto y eso se sabía.
—¿Debemos irnos? —Klaus bajó un poco más, si es que se podía, las mangas de su abrigo—. No me gustó cómo el hombre se nos quedó mirando… y yo sí me bañé…
—No hay que irse a ningún lado —se giró hacia el pequeño—. Las personas son muy prejuiciosas; aun así, siempre hay que dar la mejor cara para todo.
—¿Y no te vas a sentir mal? —Alysa no se veía muy confiada—. Digo, eres muy bonita, vistes bien y las personas te respetan mucho…
—Creo que es mejor que me vaya a mi casa con mi hijo —Amory se metió—. Ya esto de por sí es incómodo.
—No —Lys sentenció—. Vinimos a comer y es lo que haremos.
Tomó de las manos a Alysa y a Calix, y Klaus se sostuvo de la mano de su hermanita para caminar por las escaleras hasta el segundo piso, donde estaba el área reservada de ellos. Escuchó los fuertes pasos del padre de los niños, así que supo de inmediato que los estaba siguiendo. No era estúpida, menos ciega… él se estaba cuidando, quizás de que alguien ahí lo hubiese reconocido o algo así.
El espacio que reservó es uno de los mejores, al punto de que la calle se podía ver sin ningún problema y nadie los iba a molestar o a acabar con su privacidad. Los niños notaron que las sillas especiales estaban ahí para ellos y sonrió al verlos correr hacia ellas.
—Reservaste todo esto. —Fueron las primeras palabras de Amory cuando entró—. Es mucho.
—No es nada para mí. —Cerró la puerta con cuidado—. Sé que no vas a querer que te vean conmigo o con los niños en un lugar público.