«El hombre se subió los pantalones, mientras ella veía sus muslos tenían rastros de sangre. En una esquina, estaba su ropa interior destrozada al máximo, pero al menos había logrado lo que quería y eso era bueno.
—Ya está todo listo —el hombre que literalmente acababa de violarla, le pasó el folder—. Te extrañaré.
—Yo no lo extrañaré —se acomodó lo mejor que pudo el vestido y tomó el folder con los documentos—. Espero que nadie se entere de esto.
—Nadie lo sabrá, ya que no quiero que sepan sobre esto —el sujeto que anteriormente le destrozó su cuerpo se acercó a ella—. Siquiera que mataste a tu esposo y a su amante.
—Eso…
—Es un secreto, preciosa —le dio un beso en los labios—. Tómalo como una despedida entre los dos, ¿estamos?
—Sí… —asintió, mirando con intriga al hombre frente a ella—. Me tengo que ir.
—Ten un buen viaje.
Yilda asintió y tomó su bolso, dejando sus bragas destrozadas y salió de ahí. No le iba a contar que su amiga era la chica que le tumbó el negocio del tráfico de niños, mucho menos era alguien inocente. La iba a esperar en la parada de autobuses, para irse ambas del país lo antes posible, puesto que ya no querían estar ahí.
Vio a Nancy bajar de un taxi con Joshua en sus brazos, y ella solo podía llorar al ver que esa pobre chica sacrificó todo por el niño en sus brazos.
— Tengo los documentos que tienen tu nuevo nombre legalizado —Yilda se secó las lágrimas—. No hay vuelta atrás. Nos iremos a Londres sin nada.
— Yilda…
— Ya había pedido desde hace tiempo todo esto, la persona que me ayudó logró que me aceptaran en la universidad de allá para terminar mi residencia —susurró—. Por favor, necesito que no hagas preguntas. No ahora».
Se sentó de golpe en la cama, sintiendo como su corazón quería salirse del pecho luego de ese sueño. Recordar la manera en la cual tuvo que hacer de todo para salir del país, era espantosa. Tomó su celular con calma, y vio que tenía mensajes de las personas del hospital, a la espera de su llegada.
Abrazó sus piernas, el silencio de su hogar era tanto que solo quería una sola cosa. Dormir y dormir. Ya nada tenía sentido en sí, su mejor amiga vivía con un sexi piloto de avión en uno de los complejos más hermosos de todo Londres y ella se había quedado a vivir en uno de los peores barrios de todo Londres, sin embargo, no la envidiaba. Nancy merecía ser feliz después de todo con el hombre que estaba dispuesto a todo por ella.
Tener pesadillas se había vuelto algo tan monótono en su vida, algo tan práctico que sin duda alguna deseaba solo dormirse para siempre y nunca tener eso de estar desvelándose todos los días.
Observó la hora en su celular, tenía un pequeño turno ese día y a pesar de que era de tarde, debía llegar temprano, por el simple hecho de que era la jefa de residentes.
No había un solo día en el cual ella no revisara las noticias, siempre al pendiente de que, por cosas de la vida, alguien las estuviera buscando en Suiza. La única persona que se cambió el nombre fue Varena, ella seguía manteniéndose igual y… con las mismas pesadillas de todo lo que tuvo que hacer.
Su celular sonó luego de darse una ducha y vio que era Nancy.
— ¿Pequeño desastre o desastre mayor?
— Es el desastre mayor —Nancy rio—. Es para preguntarte si puedes quedarte con Joshua.
—¿Con Joshua? ¿Cuándo? —Yilda puso el celular en voz alta—. ¿Qué pasó?
—Es porque tengo trabajo mañana, ya sabes —su amiga hizo una mueca—. ¿Puedes?
—Claro que sí, sabes mejor que nadie me gusta estar con él —vio que necesitaba un cambio—. Tengo turno ahora. Lo haré y estaré antes de que se vayan al trabajo.
—De acuerdo, te amo, hermana.
—También te amo, bebé.
Nancy cortó la llamada y sintió que algo dentro de su pecho se rompía. Nancy tenía un hijo y ella había perdido el suyo. Sacudió la cabeza, no valía la pena. Salió de la casa, y ella fue a buscar su maleta con el equipaje. Buscó otra vez las noticias y decidió que era momento de dejar todo atrás. Por alguna razón presentía qué ese día sería hermoso, bonito y lleno de vida.
En cuanto pisó el hospital, fue a cambiarse por el uniforme y a la de central de médicos de cirugía.
— Buenos días —saludó Yilda—. ¿Qué hay de nuevo?
—Los mismos accidentes de siempre, aparte de eso, van a elegir a los residentes de último año para ir a la competencia de Fórmula 1.
— ¿Hay una? —ella ladeó un poco la cabeza—. Es raro todo esto.
—Lo es, es la del siglo —se metió otro compañero—. Estarán los mejores este año.
— Hm —asintió sin darle mucha importancia—. Qué bueno.
Fue con sus residentes a cargo, y les indicó que la siguiera para ver qué pacientes iban a atender ese día. Su turno era de cuarenta y ocho horas seguidas. Al menos, completaría las horas semanales que tenía y podría pasarse los siguientes días descansando. Lo mejor de todo, es que el próximo año iniciaría con su especialidad de lleno y no cabía dudas de que estaba realmente emocionada por eso.