Desastre en la pista

5. Un niño en la pista

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Desde que se levantó ese día todo estaba de mal en peor en su vida. Primero, casi se le olvida que debía estar lo antes posible en el hospital porque de ahí los iban a llevar a la pista de carreras, segundo, el agua caliente se arruinó y tercero su casera le dijo que debía pagarle la mensualidad con el porciento que supuestamente había dicho y que ella no recordaba. Todo en ese día iba patas arriba, odiaba tanto sentirse de ese modo, puesto que nunca se imaginó estar en esa posición.

Lo más irónico de todo, es que no podía contarle a su amiga eso, puesto que ella tenía un problema peor con su hijo, el pequeño desastre que ella cuidaba de vez en cuando. Recordó la manera en la cual su amiga había llegado a casa llorando porque su hijo estaba muriendo y de la rabia había roto un par de cosas. Fue hace unos días, luego de su cena en casa de esos ricos y al día siguiente de su altercado con ese piloto idiota… pero muy guapo.

Nancy podía ser joven, pero haría cualquier cosa por Joshua, ese pequeño que dormía en una de las habitaciones que poseía su pequeña casa.

—Ya es hora de irme —le dijo a Nancy, la cual estaba sentada en el sofá—. Vendré a dormir…

—Debes estar cansada de todo…

—No es nada —Yilda tomó su bolso—. Llámame por cualquier cosa que pase, por favor.

—Lo haré, no te preocupes —Nancy levantó su celular—. Niklas vendrá a hacerme un poco de compañía, no te preocupes.

—Entiendo, te amo —le dio un beso en la mejilla y se despidió de ella.

Tomó el taxi que pidió unos minutos antes, y prosiguió emprender su camino hasta el dichoso hospital. No tuvo mucho tiempo de nada, puesto que el hombre ya estaba ahí dando órdenes de cómo se debían de comportarse en esa pista.

—Ustedes estarán el día de hoy con los equipos más aclamados del momento —el director actual del hospital se puso delante de ellos—. Hagan su mejor trabajo. Por algo eligieron este hospital a pesar de todas las demandas que tenemos encima.

—No sé de qué demandas está hablando —dijo uno de los residentes de quinto año—. De todos modos, tenemos a la mejor residente de cirugía.

—Porque sea su jefa y la mejor residente, no tiene por qué ser que yo haga su trabajo —ella frunció el ceño—. Es algo que todos ustedes deben tener muy en cuenta.

—No estamos aquí por los chismes, eso es lo de menos ahora —el director aplaudió, llamando la atención de todos—. Ahora bien, quiero por sobre todas las cosas, que ustedes hagan su mejor trabajo cuando lleguemos…

Y de ese modo les fue explicando todo lo que tenían que hacer. Para su mala o buena suerte, estaba con el equipo de Azriel, por lo que no sabía que tan bueno era eso a decir verdad. Subieron a un autobús en plena madrugada y vieron que un camión de carga llevaba consigo los otros materiales que se usarían en ese lugar. Esperaba que ese hombre no dijera delante de todos lo que pasó, porque sin duda alguna iba a morir de vergüenza.

Les indicaron en dónde iban a estar y suspiró cuando vio que eran pocos en su área, a lo mucho tres residentes de cuarto año.

—¿Nos darás las órdenes?

—No creo que alguno de ellos salga lastimado el día de hoy —recogió su larga cabellera roja—. Digamos que solo estaremos aquí de adorno.

—Es extraño que ellos no tengan su propio equipo médico cómo los otros —uno de sus compañeros se sentó en el sofá—. Estoy emocionado por conocer al gran Azriel Lemann. Ese hombre es todo un dilema encontrar.

—¿Por?

—Pues su vida es muy reservada —dijo su otro colega—. Tanto que a duras penas se le conoce a ese hombre una esposa y eso es todo —continuó. Pues él estuvo casado hace muchos años con una mujer que fue una odisea por todo.

— Vaya —se aclaró la garganta—. ¿Es pelirroja? Creo que vi algo sobre ella.

—Pues sí, es hermosa —dijo una compañera y eso fue cómo un puñal—. Su divorcio fue muy mencionado, pero se desconoce en sí las razones por las cuales se separaron y él se quedó con su hijo.

—¿Han visto al niño en algún momento? —preguntó pasando saliva en seco—. Digo, con eso, de que ahora todo se ve en las redes y esas cosas.

—Solo que su nombre es Yoman, su cabello es rojo y es todo.

Rojo, así como ella y como se suponía que sería su bebé, el cual nació supuestamente con el cabello oscuro como su padre. De solo recordar a Hans y las palabras hirientes que le dijo en el hospital, tuvo deseos de vomitar. No valía la pena en lo absoluto tener que recordar el pasado, pero eso estaba presente en todo momento.

Cuando pensó que podía pasar desapercibida, entraron todos los corredores del equipo A en ese pequeño cuarto. Se metió detrás de su compañero y se mordió el labio cuando vio que Azriel estaba ahí con ellos. Un montón de pensamientos entraron por su mente y lo más seguro es que ese hombre, al ser la estrella del momento, deseaba matarla por lo que hizo en el hospital. Sin duda alguna, el dinero extra que iba a buscar se fue a la misma mierda.

—Este es el equipo médico de nuestro equipo —les informó el director—. Son los mejores del hospital y estarán en todo momento con nosotros. De igual manera, hay un grupo de paramédicos a la espera de nosotros en caso de que haya algo mayor.

—Son pocos —escuchó que dijo alguien—. ¿No hay más?

—Se tomaron a los mejores doctores residentes del hospital y por supuesto, hay más médicos de un nivel más alto dando rondas —el director les explicó—. ¿Sus nombres?

—Soy el doctor Adreus Torex —dijo su compañero.




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