Desastre en la pista

7. Sin trabajo

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—¡Eres una completa idiota! —le gritó el director del hospital—. ¡Nos dejaste en ridículo!

—Lo siento…

—¡Eso no va a arreglar nada! —volvió a gritarle en la cara, y ella cerró los ojos un momento—. Eres patética. ¿No podías dejar ese fanatismo para después?

—Ya les dije que fui a salvarlo, por algo están las cámaras en ese lugar —ella negó con la cabeza—. Escuche, no fue mi culpa, nada de eso. Corrí, lo salvé de morir y…

—Su padre ahora piensa que eres una psicópata —dijo una de sus compañeras de quinto año—. Sin duda alguna, eres toda una ficha para él —siguió contando—. Todos escuchamos cuando dijo que lo acosas en cualquier lado.

—Fueron casualidades —trató de explicarles—. No volverá a pasar nuevamente.

—Claro que no pasará porque estás suspendida hasta que se me dé la puta gana —el director del hospital apuntó hacia la puerta—. ¡Largo de mi vista!

—Como ordene, señor —se quitó la bata y el gafete del hospital y fue hacia dónde estaban sus cosas para irse de ahí lo antes posible.

Las miradas seguían sobre ella a pesar de que había ganado el equipo esperado. La humillación que acababa de pasar fue tanta, que deseó haberse muerto en ese momento. Se limpió las mejillas de rabia, pero las lágrimas seguían bajando. Había conocido a Niklas anteriormente, el hermano mayor de Azriel. Niklas era el casi novio o lo que sea de su mejor amiga, la pequeña Varena, más conocida como Nancy. Todavía recordaba haberla conocido, la forma en la que se aferraba al pequeño que ambas criaron.

La ira se apoderó de ella al ver que Azriel se le atravesaba con otros de sus compañeros a medio camino de huida, por lo que no pudo contenerse más y cuando este intentó decirle algo, ya ella lo andaba insultando.

—¡Eres un hijo de puta! —le gritó y un grupo de guardias se acercó a ella—. ¡Te crees la última Coca-Cola del desierto! ¡Puto cabrón!

—Señorita…

Un guardia intentó apartarla, pero ella le dio una patada en las bolas y se acercó a Azriel.

—Te lo diré ahora, Azriel Lemann —le apuntó con el dedo—. Ya que no te detuviste a investigar, pues te toca escucharme —levantó la vista hasta sus ojos—. Eres tan miserable y poco hombre, que preferiste insultarme como todo un macho alfa delante de todos, dejándome en ridículo.

—¿Y no te comportas cómo una loca psicópata ahora?

—Créeme, esto no es nada de lo que soy capaz de hacer con las personas narcisistas como tú —escupió—. Ya que no te tomaste el tiempo, te contaré —sonrió de manera sarcástica—. No sirves como padre, mucho menos como hombre en este mundo —bramó—. Tu hijo necesita tanto de una figura materna, la cual tú sin duda no se la darás porque siquiera la tuviste.

—Cállate, no sabes nada…

—¡Cállate tú! —lo empujó, asombrando a todos, pero nadie se acercó, puesto que Logan les dijo que no lo hiciera—. ¡Perdí mi trabajo por salvar a tu hijo! ¡Eres un simio asqueroso!

—Tú…

—¡Que te calles! —volvió a empujarlo—. Tu hijo fue el que salió de donde lo tenías, nadie lo vio porque estaba caminando hacia dónde estaba su “papi” porque él lo mandó a buscar y la puerta de la entrada la dejaron abierta y él otro —Azriel no le respondió—. Y sí, lo salvé. Sin embargo, la manera en la que dijiste esas cosas no son las adecuadas.

—¿Y…?

—Estoy hablando —volvió a apuntarle con el dedo—. Eres un padre espantoso.

—No hables sin saber…

—Descuida, no es que me interese ser tu mami —dio unos pasos hacia atrás—. Felicidades, te metiste con la persona equivocada.

—¿Crees que tengo miedo?

—Oh, si debes tenerme miedo, puto niño de mami…

—Voy a demandarte…

—¡Hazlo! ¡Demándame! —abrió los brazos—. Y yo te devolveré el golpe, porque esto no se va a quedar así.

—¿Qué harás?

—¿No dijiste que ibas a demandarme? —cruzó los brazos en su pecho—. Yo te voy a demandar el doble, Azriel Lemann, porque esto que hiciste no te lo perdonaré jamás —lo miró de arriba hacia abajo—. Como estoy sin trabajo, los millones que cobraré por lo que hiciste me servirán de algo.

Echó su cabello hacia atrás y salió de ahí con mucho glamour.

Gracias a Dios, el señor Lerman, el taxista personal de su mejor amiga, llegó en poco tiempo. El hombre no hizo preguntas, y eso lo agradeció. Su única preocupación era la mensualidad de la casa, también los gastos médicos de Joshua y por último su vida. Lo más seguro es que le diera el cargo a alguien más, por lo que hizo Azriel.

—Ya el señor Niklas cubrió todo —le informó el hombre—. Deje de llorar, ahora se ve toda roja.

—Pero me veo bonita, porque combina todo el rojo que me cargo encima —hizo un puchero—. Gracias, señor.

—A su orden.

Lerman hizo un ademán con la mano para despedirse y fue hacia su casa. Los vecinos chismosos estaban ahí, fingiendo barrer y esperaba que en algún momento se armara una balacera entre todos y se murieran por chismosos iracundos. Escuchó una vez que ellos decían que Nancy se estaba prostituyendo… si tan solo supieran.

—Hey —su amiga salió de la cocina con un trapo en las manos—. ¿Qué haces aquí?

—Me suspendieron —levantó las cejas y dejó las llaves en la mesita de la entrada—. Por querer salvar una vida.

—¿Qué? —Nancy abrió la boca sorprendida—. ¿Por hacer tu trabajo?

—Así cómo lo oyes —caminó hacia la sala—. Pensé que te ibas a quedar con Niklas en los próximos días. Bueno, con eso de que vives con él…

—No vivo con Niklas, solo pasé un par de noches en su casa con Joshua —Nancy la siguió—. No puedo seguir echándole la soga al cuello con mis cosas. No está bien.




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