Desastre en la pista

9. Futura demanda

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Estar en su casa por suspensión era la cosa más horrible del mundo. Ayudaba a su amiga a cuidar del pequeño desastre, pero no era lo mismo por ningún lado y a decir verdad, extrañaba estar corriendo de un lado a otro. Echó su cabello hacia atrás, dándose cuenta de que al pasar los años, estaba igual en su rojo intenso y sin canas. Posiblemente, era de esas mujeres que nunca tendría una cana en su cabello por más que lo intentara.

Su mejor amiga estaba en su trabajo, por lo que tendría el resto del día para quedarse con el pequeño desastre andante que tenía como sobrino.

—Te ves cómo que no quieres estar en la casa —Joshua levantó sus brazos para que lo cargara—. ¿No vas a volver a trabajar?

—Estoy suspendida y posiblemente me quiten el cargo que tenía o quizás me despidan —arrastró el porta suero hacia la salida de la habitación—. Tu madre debe decirle que sí a Niklas. Anda lenta.

—Hay que ayudarla —continuó el pequeño—. ¿A ti te gusta alguien? ¿Ya te dije que conocí a un niño que es igual a ti?

—Sí, eso creo —mencionó pensativa—. ¿Cómo dijiste que se llama?

—Es Yoman, tiene un nombre horrible —arrugó la nariz—, pero es muy bonito también.

—¿Por qué se parece a mí? —Yilda bromeó—. Es el hijo de Azriel, el hombre que hizo que me despidieran —lo dejó en el sofá—. ¿Cómodo? ¿Cojín?

—Estoy bien —Joshua se quedó mirándola un momento—. ¿Le vas a pedir ayuda a mi papá?

—¿Puedes guardarme un secreto? —levantó el meñique.

—Sí, sí, me gusta el chisme —Joshua rio—. Cuéntame…

—Antes habías mencionado que me parezco mucho a un niño y sé quién es —se sentó a su lado—. Sentí una conexión muy bonita con él cuando pasé tiempo esperando a su padre —sonrió—. Es como si fuera mi bebé.

—¿Y le dijiste a mi mamá?

—Si le digo a tu madre, ella le dirá a Niklas —Yilda se amarró el cabello—. Ahora estamos los dos solitos aquí. Como todos los días, hasta que encuentre trabajo de algo, porque cierta persona decidió joderme la existencia.

—Seguro le gustas, por eso…

—No, entiendo un poco sobre él y lo que sea que le pasa —interrumpió a su sobrino—. Es un padre soltero, sin embargo, eso no le da derecho de insultarme en lo absoluto.

—¿Qué más da?

—A veces me olvido de que eres un niño con una inteligencia enorme —Yilda le acarició la mejilla—. Tu madre debe amarte mucho, es más, Nancy haría lo que fuera por ti.

—A mamá a veces le da miedo hablar conmigo, porque termino superándola en todo.

Yilda rio con su sobrino y era cierto eso que le estaba diciendo. Se quedó el resto de la tarde con el pequeño desastre, haciendo nada más que jugar con él, dándole sus medicamentos y pasar tiempo de charlas. Sus amigos en el hospital le escribieron tanto por mensaje como por el grupo del hospital. Preparó un poco de cena para ella y casi se atraganta cuando vio que tenía un correo del hospital para que fuera al día siguiente a primera hora a resolver lo de su pago.

Miles de pensamientos pasaron por su mente y era que hasta su liquidación le iba a dar en ese lugar.

—Hola —Nancy entró y detrás de ella entró Niklas con una maleta—. ¿Qué tal tu primer día como mamá de tiempo completo?

—Horrible —ella mostró sus manos—. Extraño mis bisturíes y abrir personas —hizo un puchero—. Quiero volver.

—¿Quieres que te ayude en algo? —preguntó Niklas, dejando la maleta de su amiga junto al sofá—. Puedo ayudarte en lo que me pidas.

—Me sacaron del hospital con una suspensión sin investigación —le dijo a su casi cuñado—. El hombre que me denunció por robo injustificado es un idiota y lo quiero demandar por unos cuantos millones.

—Conozco a un par de abogados que pueden ayudarte —Niklas se quitó la corbata—. ¿Quieres hablar conmigo ahora o luego?

—Hablen ahora —Nancy levantó las manos—. Iré a ver a Joshua, me daré un baño y cenaré —le dio un beso en la mejilla a Niklas—. Vendré en un rato.

Yilda le hizo una seña a Niklas para que fuera con ella a la cocina y hablar ahí. Le mostró lo que hizo de cenar y le sirvió un poco.

—Quizás no estás acostumbrado a comer esto, pero es lo mejor que puedo hacer por el momento —fue por un poco de jugo—. Pues bien, estaba en un evento de algo bien grande. La cosa es que le salvé la vida a su hijo y él terminó por hundirme con todo delante de todos.

—¿Televisión mundial?

—Sí, salí en televisión mundial, mi rostro debió estar en todos lados —susurró incómoda—. ¿No lo viste?

—La prensa para mí es un cero a la izquierda, así que cualquier cosa que pase me da igual —el piloto probó la comida—. Sabe deliciosa —se metió otro bocado, seguido de otro más—. ¿Qué más pasó?

—Pues mi jefe, el director del hospital, llegó ese lugar y terminé sin trabajo porque me suspendió y para el colmo, muchos creen que yo andaba de acosadora con él.

—¿Se habían visto antes?

—Sí, como tres veces antes de la última vez —hizo un puchero—. Solo andaba haciendo mi trabajo, pero él solo me humilló públicamente delante de todas las personas, mi reputación se volvió nada en un segundo.

—Nadie puede despedirte sin justificación aparente —Niklas le afirmó—. También hay uno que es muy bueno, vive en Estados Unidos, pero tiene licencia en este país. Puede ayudarte en lo que gustes.

—¿En Estados Unidos?

—Tiene como sesenta años ese anciano, pero puede dejar a la persona que te humilló sin un centavo y puede lograr que el hospital se vuelva tuyo…

—Es el hospital de tu familia.




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