
Por más de cinco años trató de que nadie supiera de su paradero, pero con lo ocurrido con Azriel, era obvio que darían con ella en cualquier momento. Salir huyendo de su país sin vuelta atrás, la manera en la cual todo en ella se fue en un parpadeo, fue peor de lo que imagino.
Era cierto, tenía que ir a Chicago con Nancy, tal cual lo estipuló él, pero de camino a la estación de autobuses, pensó en irse a Londres con ella, puesto que ahí le habían aceptado también para un cambio de universidad sin ningún problema. Yilda jamás fue una mala estudiante; sus notas eran puras A e incluso, estando embarazada, su nota fue la mejor y pudo mantener su beca.
Que Oskar esté ahí solo le indicó que debió matar a alguien para que su información saliera a la luz o que la vio en televisión nacional. Esperaba que la familia de su difunto esposo no supiera de ella. Aunque nunca los había visto, o eso creía.
—¿Por qué razón no fuiste a donde te envié? ¿Por qué tus huellas no se encuentran en ninguna documentación? —inquirió furioso—. Tu rostro no aparece en ninguna cámara de seguridad y ni hablar de todas las cosas que he hecho para encontrarte.
—Yo cumplí con todo lo establecido en nuestro trato. —Se pegó más a la puerta—. Tú no puedes venir de la nada después de cinco años a ponerme en esta posición.
—Parece que se te olvidó algo…
—No se me olvidó nada —levantó el mentón—. No puedes… simplemente no puedes venir cuando yo he hecho mi vida. Jamás te dije algo para que… te la tomaras conmigo de esa manera.
—Pues resulta ser que me parece que no has entendido nada en lo absoluto —la agarró del mentón—. Me importa muy poco todo lo que pasó. Sabes que siempre me pareciste interesante… No sé por qué te quedaste con ese sujeto.
—Él era mi todo en ese momento. Déjame en paz —quiso quitarse el agarre que él tenía, pero le fue imposible—. Oskar, suéltame…
—¿Es que no me extrañaste? —preguntó Oskar soltándola—. Yo sí, incluso, busqué tu reemplazo en muchas mujeres…
—Tus fetiches me dan igual —su voz estaba a nada de follarle—. En serio, no puedes regresar a mi vida de la noche a la mañana…
—Eso que acabas de decir es una porquería, porque los dos teníamos un trato que rompiste —le declaró él, enojado—. Te ibas a donde te envié con tu amiguita y ese mocoso y todos morían felices, pero decidiste venir a meterte con esa maldita gente.
—No entiendo…
—Pronto lo vas a entender. —Oskar se arregló la chaqueta—. Sin duda alguna, te ves hermosa.
—No voy a regresar contigo a ningún lado —lo encaró, arreglándose también la ropa—. Es mi vida la que tengo en este país. Estoy a solo unos meses de finalizar mi residencia para comenzar mi especialidad… Mi vida está aquí en Londres…
—Tu vida está en donde mis ojos puedan verte…
—Bueno, tendrás que seguir buscando dónde verme, porque no me iré de este país por más que quieras. —Se lo plantó—. Amo estar aquí. Mi familia se olvidó de mí, mi esposo está muerto, tal cual como lo querrías.
—Con la única diferencia de que tú fuiste quien lo sacó del mapa. —Él se apoyó de la mesa, cruzándose de brazos—. Sin embargo, me echo la culpa de haberte ayudado con esos documentos. Fue algo que no debí hacer…
—Olvida eso, pasaron…
—El problema radica en que ahora más que nunca siento la tensión en mí porque alguien me traicionó. —Siseó Oskar—. Alguien me hizo perder el tiempo, jugó con mi dinero…
—Te lo pagaré…
—Sé que lo harás, pero todo a su tiempo. —Él se encogió de hombros—. Bonito hospital…
—Debí ser más inteligente y buscarte en los registros médicos de diferentes países, pero por alguna razón, tu rostro y menos el de esa mujer aparecían en las grabaciones de los aeropuertos; las estaciones de los autobuses tienen fecha de vencimiento, por lo que debiste venir por tierra y mar.
—Cómo haya llegado no tiene nada que ver. —Apretó los puños—. Voy a regresar a mis labores.
—Mis ojos están sobre ti en todo momento, no me iré sin llevarte conmigo —le declaró Oskar, sin moverse de su lugar—. Te recomiendo que, si tienes algo aquí…
—Y yo te dije que no me iré de este lugar contigo y menos a saber Dios dónde. —Ella levantó el mentón—. No me importa lo que digas o creas. Me da igual.
—Eso lo veremos.
Yilda lo miró de arriba hacia abajo antes de salir de ahí, casi chocando con uno de los guardias que vigilaban ese pasillo. Metió sus manos dentro de la bata y fue hacia el puesto de residentes, metiéndose en el baño de paso. Que todo en ella regresara fue mucho.
Se le avisó por el altavoz que debía ir a uno de los quirófanos para asistir a una cirugía. Desde que Hanna se fue, ese hospital estaba floreciendo y no había favoritismo de ningún modo.
Casi terminaba su turno con bien; atendió dos cirugías más con sus residentes. Tanto que imaginó que iba a perder el tiempo sin darse cuenta pensando en lo que le dijo. Era casi la hora de encender las luces, así que tomó el atrevimiento de entrar a ver lo que tanto temía, pero no tuvo éxito.
Para ver el expediente de Yoman, debía ser su doctora a cargo del caso y tener todo al día. El cirujano Dubois era el hombre que podía entrar.
—¿Quién era el hombre que vino a buscarte? —Cate le pasó una batida—. Se ve muy sensual.
—Es mi hermano —mintió—. No nos llevamos bien desde que nos separamos —la miró—. Está metido en negocios que dejan mucho que desear; por favor, no lo mires.
—Calma, amor —ella levantó las manos—. Hasta Harry se preguntó por qué el director dejó que te metieras con él en un sitio privado.
—Sí, lo que ella dijo —Harry dejó unos expedientes a su lado—. Terminé mis informes y los de primer año están durmiendo su siesta.
—Ya les dije que es mi hermano —murmuró, mordiéndose el labio al recordar una manera en la cual ella podía ver el expediente de Yoman, pero le iba a traer muchos problemas—. Ustedes dos deben ir a hacer sus rondas y yo más tarde me llevaré mis bellas y hermosas rosas caras que me regaló mi futuro novio.