Desastre en la pista

63. Boda

Casi dos meses pasaron y las cosas estaban yendo bien; sin embargo, había un fallo enorme: las rosas que valían millones de euros estaban en su sala y no podía quitarlas de ahí. Amaba las Juliet y Azriel ya se estaba pasando. Estaba a solo unas pocas horas de ir a la boda de Nancy con Niklas y su amiga le enviaba ciertos mensajes para decirle que estaba nerviosa y con justa razón; no todos los días se podía casar con el hombre que realmente quería y Yilda deseaba que Nancy al fin pudiera ser realmente feliz.

Después de estar durante todo ese tiempo en el hospital, le dieron un pequeño descanso de al menos dos meses, por lo que Cate se hacía cargo de sus labores y que, gracias a Dios, no estaban siendo muchas. Junto con Azriel, llegó a la conclusión de que podían dividirse los días para cuidar a Yoman, pero este se rehusaba bastante a quedarse en su casa y el pobre de Yoman, al verla tan enojada, decidió mejor irse con su papá.

Roman le había enviado un mensaje esa mañana, indicando que la pasaría a buscar unos minutos antes para llevarla directamente a la boda. Se detestaba tanto que, por un momento, imaginó un futuro con Roman, pero en ese futuro aparecía el desgraciado de Azriel y todo se jodía.

Fue a su habitación, tomó la medicación habitual y se sentó frente al espejo. Sus ojos azules llamativos, su cabello rojo tan intenso que muchos pensaban que era un tratamiento artificial. Las pecas llamativas en su rostro, que nunca se tapaban, eran una clase de moda para muchos.

El sueño la venció, por lo que prefirió mejor irse a dormir y estar lista para la boda de su amiga.

Buscó el vestido que usaría para ese día, uno que se moldeaba bien a su cuerpo, mismo que, gracias a varios tratamientos, había mejorado con el paso de los años. Sin embargo, aún tenía marcas de las heridas que su esposo en su momento le dejó. El solo hecho de recordar todo lo que tuvo que vivir a manos de Hans fue peor de lo que imaginó.

Las cosas por las cuales pasaba eran muchas y ni hablar de que deseaba un momento en paz. Peinó su cabello lo mejor que pudo: un moño alto con algunos mechones sueltos y rizados para darle un toque elegante. Era una boda que sería recordada por muchas cosas y una de ellas era el pasado. Recibió un mensaje de Roman, indicando que la estaba esperando en la entrada. Tomó su bolsa con cambio de ropa y otros utensilios, aseguró todo en su hogar y bajó al loving, encontrándose con el maravilloso abogado.

—Vaya —Roman extendió su mano hacia ella—. Realmente eres hermosa.

—Muchas gracias. —Yilda tomó la mano del abogado con sutileza—. Creo que me están gustando los hombres con trajes y más si son abogados —bromeó un poco—. ¿Listo?

—Me tomaré el cumplido. —Roman le guiñó el ojo—. Vamos, eres la hermana de la novia y no puedes llegar tarde.

—Sí, ella debe estar esperándome.

Emprendieron el viaje al lugar donde se haría la boda de su mejor amiga, un sitio reservado que daba el toque de una boda de solo allegados. Se despidió de Roman, diciéndole que lo vería más tarde en sus lugares para sentarse. Fue con Nancy, la cual estaba en una habitación, con las estilistas y con un hermoso vestido que se ceñía a su cuerpo.

—Oh, mi Dios. —Yilda se llevó ambas manos a la boca, no sin antes dejar el bolso en un mueble—. Te ves hermosa. Toda una reina.

—Muchas gracias —murmuró Nancy, echándose aire con las manos—. Lo siento, es que desde que llegué quiero llorar.

—Es normal que desees hacer eso. —Yilda sonrió y cerró la puerta detrás de ella—. En serio, Niklas se va a morir cuando te vea. Ese hombre se esmeró en todo.

—Sí, en verdad lo hace —Nancy se giró hacia el espejo—. No escatimó en gastos para darme la boda de mis sueños.

—Y todavía seguías dudando de su amor por ti —miró a las mujeres—. ¿Pueden darnos un momento a solas, por favor?

—Sí, ya terminamos —dijo una de las estilistas—. Que no llore, tenemos el tiempo encima y el maquillaje es esencial…

—Descuiden, ella no lo hará.

Las mujeres salieron del pequeño cuarto, y Yilda prestó atención a su amiga.

—Gracias por venir a pesar de que estás de licencia médica y estás pasando por un proceso difícil. —Nancy volvió a echarse aire con las manos—. Supe que estás llevándote bien con Azriel y que Roman es tu novio…

—Me tengo que llevar bien con Azriel, porque es el hombre que cuidó por años a mi hijo —recogió un poco su cabello—. No tengo más opción que hacerlo para que Yoman no se asuste y crea que nos odiamos.

—¿Y Roman?

—Roman es un amigo —aclaró segura—. Es alguien que me escucha fuera del ámbito laboral; nunca hemos hablado de nuestros trabajos. Siempre salimos a comer, charlamos y él no pasa los límites de eso. Es extraño…

—Porque es el segundo hombre en tu vida que no pasa los límites —Nancy ladeó una sonrisa—. Te ves hermosa y no lo digo porque eres mi mejor amiga, hermana, novia, amante, esposa y todos los sobrenombres posibles y por haber —bromeó y Yilda rió ante eso—. Lo digo porque en verdad lo eres y lo más hermoso de todo es que nadie puede apagar tu brillo.

—Mi brillo se apagó por cinco años cuando pensé que mi hijo había muerto. —Hizo una línea recta—. Te veo ahora y sé que hice bien en ayudarte ese día. En brindarte mi amistad y de hacer hasta lo impensable por ti y por el desastre en las nubes que tienes como hijo, porque en sí, todo comenzó con esa pequeña cosita en las nubes en busca de un papá.

—Un papá para su madre, ¿irónico, no? —Ella tomó sus manos—. Si me necesitas, sabes que puedes llamarme…

—No te llamaré en tu luna de miel, porque al fin serás detonada por Niklas —subió y bajó las cejas de forma sugerente. Las mejillas de Nancy se pusieron mucho más rojas que el maquillaje—. Lo sabes, yo lo sé, todos sentimos esa tensión sexual en el aire que ustedes se cargan.




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