Desastre en la pista

66. Álbum de fotos

Azriel colgó su celular, dejándolo descansar un momento en la mesita de noche, y vio el hermoso paisaje montañoso que le daba esa ciudad. Pequeños recuerdos de cuando era un pueblo antes de la unión de cuatro más llegaron a su mente. Necesitaba respuestas, algo que lo regresara un momento a su pasado tedioso.

Se puso de pie, buscando su cartera, un par de billetes que cambió y salió de la habitación para caminar un poco en busca de algo que le diera un poco de los recuerdos que perdió hace años.

Todo cambió; los cambios drásticos que tenía ese sitio eran más de lo que imaginó, sin contar con el hecho de que fue hace más de doce años que estuvo ahí y no regresó más. Las personas ahí parecían no reconocerlo en lo absoluto, por más famoso que fuera su apellido o hasta el mismo. Azriel era el que más salía en la televisión, tenía muchos fans; sus redes sociales explotaban cuando él subía alguna foto referente a su vida en la pista. Sin embargo, lo que siempre había respetado era el hecho de que Yoman nunca fuera capturado por una cámara.

Hizo algunas preguntas; nadie lo conocía o fingían no hacerlo. Algunos le dijeron que se vaya y supo que seguían teniéndole miedo a su madre. Incluso, preguntó acerca de los padres de Yilda y nadie supo decirle. Era como si ella no hubiera vivido ahí.

—¿Azriel Lemann? —Un señor había abierto la puerta de su cafetería para ir a su encuentro—. Muchacho, qué grande estás…

—Hola —caminó hacia el anciano—. ¿Lo conozco?

—¿No me reconoces después del accidente que tuviste? —El hombre le dio un abrazo, el cual no dudó en corresponderle—. Trabajabas aquí conmigo. Eras uno de mis dos empleados —le dio unas palmadas en la espalda—. Seguro, no tienes recuerdos, porque remodelé este sitio hace diez años, pero tengo fotos tuyas…

—Yo no…

—Soy con quien tu abuelo te envió aparte de tus tíos —el hombre sonrió con cariño—. Lo lamento, no me he presentado —se excusó en broma—. Soy Konrad, un buen amigo de tu abuelo.

—Siento no reconocerlo. —Azriel entró con el hombre a una acogedora—. Tuve un accidente, como ya sabe, y tengo amnesia disociativa… por lo que muchas cosas no tengo de ese tiempo que viví aquí.

—Supongo que viniste porque quieres saber algo o a vacacionar…

—Señor, puede ser que no sea el hombre más inteligente del mundo; aun así, usted me confesó que es amigo de mi abuelo.

—Tienes razón, pero fui yo quien lo llamó cuando te vi llegar. —Konrad le indicó que tomara asiento—. Es extraño verte por aquí, más sabiendo que no volviste después de tantos años.

—Tenna no es lo mismo —Azriel tomó asiento en donde le indicó—. No volví porque pensé que me estaba volviendo loco y, por arte de magia, no tenía acceso al país por más conexiones familiares que tuviera —confesó—. La verdad es que no sé mucho…

—Bueno, tu abuelo me llamó hace un tiempo —el anciano puso el letrero de cerrado—. Lo siento, no estoy para atender a los turistas ahora. —Le guiñó un ojo y caminó por el mostrador—. Le dije lo que sabía, pero sé que Gian es un viejo zorro…

—¿Le mintió?

—Sí, lo hice —el anciano buscó algo y luego caminó hasta donde se encontraba el piloto—. Es un álbum de fotos…

—¿Un álbum de fotos?

—Sí, hay fotografías de tu novia contigo aquí en esta cafetería. —Konrad dejó ver un viejo álbum de fotos—. Ustedes dos están en las últimas páginas del álbum. Las moví, porque eran mis clientes habituales.

—¿Sabes cuál era esa chica?

—Pues claro, ella vivía unas calles abajo y fue quien te trajo la primera vez porque te perdiste —Konrad rio un poco—. Es imposible no recordar a Yilda… Ella venía todos los días aquí, trabajaba mucho, ¿sabes?

—¿Trabajaba?

—Sí, ella trabajaba para mí, en la cocina —le fue explicando el anciano—. Lamentablemente, no tenía los recursos para tenerla de manera legal; sin embargo, era más por motivos de sus clases en la universidad.

—No entiendo…

—Yilda es el nombre de la que era tu novia. —Él abrió el álbum, justamente donde se encontraban las fotos—. Es ella.

Era una foto de Yilda adolescente; por el año que fue tomada, supuso que tenía apenas dieciséis años y no era legal en ese entonces que una chica estuviera trabajando a esa edad. Le quitó el álbum de las manos y se quedó observando la foto, detallando que literalmente era la misma imagen de su hijo, solo que en versión femenina y más delicada. Durante meses la estuvo humillando de una y mil maneras para alejarla de su hijo y, al final de cuentas, era él la persona que no tenía nada más que una familia vacía.

—Es idéntica a mi hijo…

—¿Hijo? ¿Nació? —Konrad se notaba un poco confundido—. Pensé que había muerto luego del accidente…

—¿Sabes algo de eso?

—Fue algo que azotó a todos en el pueblo y que olvidaron rápidamente cuando vino una mujer llamada Celia —el anciano tomó asiento—. Recuerdo que hizo que la familia de Yilda se mudara a otro pueblo, a ella se la llevaron a otro hospital y a ti te dejaron en la capital siendo atendido.

—Esa mujer en realidad es mi madre —paseó el dedo por la foto—. Veo que no estaba loco después de todo.

—Para nada… Fue amor a primera vista lo de ustedes dos. —Konrad le ayudó a pasar la hoja—. Me hicieron tomarles esta foto el primer día… Trabajabas conmigo haciendo los mandados y ayudándome con la comida… Creo que años más tarde vino tu hermano Niklas a trabajar como taxista en otro sitio.

—Sí, él fue quien hizo todo de último —pasó un trago duro al ver las fotos—. ¿Éramos felices?

—Sí, al menos es lo que veía entre ustedes… No era mucho lo que podía pagarte y hasta le pediste a tu abuelo en un punto que te llevara de regreso…

—¿Entonces…?

—No era que te querías ir de aquí, es que querías dinero suficiente para llevártela al mes de haberla conocido —le dio unas palmadas—. Aun así, ella no podía irse del todo, por lo que siguieron los meses y los dos estaban muy unidos.




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