Desastrosa Perfección

Capítulo 9

Mia 

 

- ¿Qué vas a querer para tu cumpleaños, pequeña? – preguntó mi padre cuando me vio entrar a su escritorio.

- Un cachorro – era una respuesta que había meditado bastante.

- ¿De tigre? ¿de lobo? ¿de oso polar? ¿o en serio solo quieres un cachorro? Sería lo más sencillo que me has pedido en 16 años.

- Una semana en París también es sencillo… – alegué – pero sí, solo quiero eso

- Y de paso matar a tu madre – comentó – sabes que odia los perros.

Una diminuta sonrisa se formó en mis labios.

- Es tu madre, Mia – advirtió mi padre

- Lo sé. Pero tu sabes que mi relación con ella no es precisamente la mejor del mundo.

- Ambas deberían intentar llevarse mejor – sugirió.

- Ella se rehusó a eso el día en que yo nací – espeté.

- Hija… ella te quiere, a su manera, pero lo hace.

- Papá, su manera hace parecer que el amor es sinónimo de odio y aversión.

Mi padre soltó un suspiro. Odiaba tanto cuando él intentaba mejorar la imagen que yo tenía de mi madre.

- Está bien – cedió – ¿ya tienes todo lo demás organizado?

- Casi… quería preguntarte… ¿puedo sólo hacer algo pequeño?

- Define “pequeño”

- Solo con mis amigos… nada de invitados por compromiso o por negocios de la empresa. Me estresa bastante organizar algo tan grande para gente que no me agrada.

- ¿te sientes bien? – yo asentí – no veo problema en que lo hagas, pero sabes que debes invitar sí o sí a tus tías, primas y a tus abuelos.

- Ya me resigné – contesté con una pequeña sonrisa.

- ¿Hay algo más en lo que te pueda ayudar? – consultó al tiempo en que abría el último cajón de su escritorio, solté un suspiro de alivio al recordar que el sobre que antes había escondido allí en esos momentos se encontraba a salvo en mi habitación.

- No… iré a casa de Vivianne, tal vez vuelva tarde – informé.

-  Bueno, pero sin alcohol – advirtió

- Nada de alcohol – prometí

- Te amo – agregó mientras yo atravesaba la puerta para salir

- ¡Yo a ti! – grité desde el pasillo.

Salí del escritorio de mi padre con un problema resuelto y uno más por resolver.

Por una parte, la lista de invitados para mi cumpleaños se reducía bastante, pero por la otra, no veía la manera de deshacerme de mis fastidiosas tías. Sin embargo, sabía que ellas no se perderían mi cumpleaños por nada en el mundo.

 

Desde la última fiesta en mi casa, dedicada al nuevo integrante de las empresas Deberaux, mis horas de sueño se habían visto disminuidas. Me despertaba varias veces durante la noche, generalmente teniendo pesadillas.

Últimamente, casi todo lo que comía lo vomitaba enseguida. Así que evitaba comer demasiado o de hacerlo, solo lo hacía con cosas livianas.

También Alex se comportaba extraño, insistía en pasar más tiempo conmigo, aparecía de sorpresa en la puerta de mi casa, por lo general con algún regalo. Lo cual no me permitía poder tener un encuentro con Samuel sin temor a que él apareciese.

En la escuela, había comenzado la temporada de exámenes. Al día siguiente tendríamos el de Filosofía, ya habíamos rendido Matemática y Física.

Por eso, iría a estudiar con Viv a su casa, en donde no había riesgo de que Alex se apareciera.

 

 

 

 

 

Cuando llegué a la casa de Vivianne, Jazmín me abrió la puerta y me dijo que Viv me esperaba en el salón.

Atravesé la casa hasta llegar al lugar que me había indicado Jazmín. Una vez allí, me di cuenta de que Vivianne estaba sentada en el gran sofá, y a su lado estaba Jason intentando concentrarse en un libro. Mi amiga por su parte, tenía sobre el mismo sofá varios marcadores junto a hojas de papel con escritos que no pude divisar desde donde estaba. Evidentemente ambos se encontraban haciendo esfuerzos sobrehumanos por retener lo que leían.

- Hola – saludé.

- ¡Por fin llegas! Ya no soporto esta tortura

- No sabía que estar conmigo estaba considerado una tortura – dijo Jason fingiendo estar ofendido.

- Sabes que no me refiero a eso – murmuró Viv dándole un dulce beso.  

- Me dará diabetes – me quejé con mueca de asco.

- Envidiosa

- Cállate Jason.

Él me sacó la lengua, a lo cual yo respondí de la misma manera. Tuve la intención de avanzar hacia ellos, pero me detuvo un par de manos que aparecieron por detrás de mi y se posaron sobre mis ojos, privándome de toda visión.

Supe de inmediato a quien pertenecían esas manos, ya las había tocado antes, no eran fáciles de olvidar. Solté un suspiro.

- Muy gracioso, Samuel.

El aludido rió, para luego despejarme la visión y depositar un beso sobre mi mejilla.

- Estás pálida – comentó – ¿te sientes bien?

- Sí

- ¿Segura?

- Completamente – le aseguré con una sonrisa.

Samuel me analizó el rostro por un momento. Para luego asentir sin estar muy convencido aún.

Me dirigí hacia el sofá y tomé unos cuantos papeles que antes leía Vivianne. Trataban sobre los más importantes filósofos de la historia, todo lo que hicieron y cómo eso ayuda al pensamiento actual.

- ¿Y debemos aprender todo esto para mañana? – preguntó asustado Samuel mirando los papeles.

- Se supone que debimos aprenderlo hace 2 meses – replicó Vivianne.

Samuel soltó un pesado suspiro mientras se abalanzaba sobre el sofá. Me senté a su lado, y me rodeó con uno de sus brazos, acercándome a él.

- ¿Me dirás lo que ocurre? – susurró en mi oído

- No ocurre nada, solo estoy un poco estresada.

- ¿Eres consciente de que no te creo?

Preferí guardar silencio, si le contestaba, seguiría preguntando. Volví la cabeza en su dirección, en cuanto lo hice, sus labios chocaron con los míos. Quise alejarme, pero su mano sujetando mi nuca me lo impidió. Al final, fue un cojín arrojado por Jason lo que nos obligó a separarnos.




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