Desastrosa Perfección

EXTRA

(Lo que ocurrió entre Mia y Michael)

*Hace 2 semanas*

 

 

 

Pasee la mirada por mi escritorio, le hacía falta un poco de orden. Pero por el momento solo reacomodaría mis libros.

Había sacado al menos la mitad de ellos, cuando Rosa llamó a mi puerta.

- Señorita, un joven la busca. La está esperando en el salón principal.

- Gracias Rosa, bajaré enseguida.

Yo no esperaba visitas, supuse que sería alguien en busca de negocios con mi padre.

Suspiré y me dirigí hacia el salón, al llegar allí vi la nuca de un sujeto sentado en el sofá. Me acerqué despacio.

- Buen día, ¿puedo ayudarle?

- Esperaba que preguntases eso. – murmuró – No sabes cuánto me alegra el escuchar tu melodiosa voz, princesita.

Él se giró y quedamos cara a cara. Ahogué un grito e intenté mantener la compostura.

- ¿Qué haces aquí, Ben? No eres bienvenido en esta casa.

- Ahora lo soy, recuerda que nuestros padres son socios, querida.

- Exacto, nuestros padres son socios, por ende, es tu padre el bienvenido, no tu. Aunque si de mi dependiera ambos estarían en un profundo calabozo al otro lado del mundo. – él chasqueó la lengua.

- Que agresiva – se mofó.

- ¿Qué quieres? – insistí.

- A ti, lo sabes. Siempre te he querido a ti.

- Ben, no tengo tiempo para estas estupideces. Lo que sea que existió entre nosotros ya no está. Se esfumó. Ahora lárgate.

- Tal vez para ti, – replicó – pues yo no puedo pasar un solo día sin recordar aquella época tan bella.

Me repugnaba mantener una conversación con él, lo odiaba. Odiaba haberme involucrado con él. Me odiaba a mí misma por no haberle puesto un alto a tiempo, por haber dejado que se saliera de control.

- Si viniste a eso ya puedes marcharte. No me interesa rememorar nada junto a ti.

- No me iré. – sentenció con falsa calma – Antes necesito que me contestes algo, princesita.

- Ve al grano – espeté.

- ¿Qué tal están las cosas con tu amado Alex? ¿Ya te aburriste de él? ¿Sigues a la espera de que alguien te entregue lo que yo?

- Eso no es de tu incumbencia.

- Lo es, claro que lo es. Sobre todo, con ciertos rumores dando vueltas.

-  No me interesa lo que los rumores digan, ya vete de mi casa.

- ¿Con quién más te estoy compartiendo? – soltó poniéndose en pie.

- ¿Disculpa?

- Me escuchaste – su tono se había vuelto agresivo – ¿con cuál otro además de Alex te estoy compartiendo? No te atrevas a negarlo, se dice que estás engañando al imbécil Betancourt.

- Si lo hiciera o no, es mi problema. No soy de tu propiedad Ben, por lo que no me “compartes”. Jamás he sido tuya.

- Siempre lo serás, aquella primera vez lo supe, estás destinada a mí. Puede que haya otros, pero tu cuerpo, tu mente y tu corazón saben a la perfección que nadie es como yo. Nadie te dará lo que yo te daba. Por más que te esfuerces en buscar, jamás nadie te va a satisfacer de esa manera.

- Ya déjame en paz. ¿tan difícil es entender que no era feliz estando contigo? Acordamos que sería algo sin compromisos, nada más que diversión, pero tú confundiste las cosas y lo arruinaste con tu posesividad. Me arruinaste a mí.

- No Mia, yo no te arruiné ni arruiné nuestra relación. Tu no soportaste que yo no aceptara tu capricho de salir con más personas.

- ¡No era un capricho! ¡Nunca hablamos de exclusividad! ¡No era una relación formal y tú lo sabías! ¡Ambos éramos libres de estar con alguien más! ¡Y, aunque hubiésemos sido pareja de manera oficial no tenías el derecho de hacer lo que hiciste!

- Claro que lo tenía, es más, era mi obligación hacerlo, debía abrirte los ojos Mia, estabas ciega.

- ¡Esa no era la manera! No te justifiques, sabías el daño que me causabas y aun así decidiste seguir.

- No seas mentirosa, tu disfrutabas. Pero no soportaste que fuera yo el de la iniciativa. Estás tan acostumbrada a ser una niña rica y consentida. Piensas que todos deben estar a tus pies, no te importa quien sea o el amor que pueda tenerte, crees que tu posición en la sociedad debe aplicarse para todos los ámbitos de tu vida. Te gusta tener el control de todo, incluyendo tus relaciones.

- ¡No seas hipócrita! Eres tan consentido como yo y lo sabes.

Mi comentario pareció ofenderlo bastante, me miró fijamente y comenzó a avanzar hacia mi muy lentamente. De pronto sonrió.

- Me parece que nos hemos desviado un poco de nuestro tema – dijo – sin embargo, no tengo problema en retomarlo, esta vez con menos rodeos. Sé que te acuestas con Samuel.

Lo miré estupefacta, no por el hecho de que él supiera sobre mi aventura con Samuel, sino porque tenía la desfachatez de echármelo en cara como si debiese arrepentirme de ello o peor aún, disculparme por hacerlo.

- Puedo tolerar a Alex – siguió – pero jamás pensé que caerías tan bajo. Y no lo niegues, de pronto Samuel deja de verse con las porristas y se le ve más feliz que nunca. Si esto es una especie de plan para llamar mi atención, no era necesario que recurrieras a medidas tan desesperadas.

- No me interesa tu atención.

- ¿Estás segura?

Él continuó acercándose a mí, sin dejar de sonreír nunca.

- A estas alturas ya deberías saber que no me gusta que imbéciles como Samuel Leutwyler estén cerca de ti. Imaginarás lo desagradable que fue el escuchar ese rumor.

En un descuido, tomó mi cara entre sus manos con rudeza.

- Aléjate de él, ¿entiendes? – no contesté – Tal vez sea necesaria una conversación más… privada. Hay ciertos asuntos que requieren de una solución particular.

- Suéltame – murmuré.

Ben soltó una pequeña risa antes de utilizar su fuerza para llevar mi rostro hacia el suyo. Me besó con fuerza, sentía la ira emanar de su cuerpo. Con una de sus manos tomó el cabello de mi nuca y lo apretó causándome dolor.




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