Seis años atrás
Narrador
Nikolett Drageborg se detuvo frente a la ventana, su mirada parecía estar en el hermoso paisaje que estaba frente a su enorme casa, pero realmente su mente estaba en otro lado.
—Nikolett —no se giró, estaba molesto, de hecho la palabra exacta era furioso.
—Los bebés —fueron sus únicas palabras.
—Sólo uno sobrevivió —el rugido furioso que salió de su garganta paralizó la casa entera, todos los que ahí habitaban sabian que no debían cruzarse en su camino, podía despedazarlos.
Se giró hacia su sirviente más leal y este no parpadeo en lo absoluto, no le temía. Zlatica Taylor lo miró a los ojos, todos sabían del mal carácter de Nikolett, era un hombre alto propio de los descendientes de Cain, su cabello era lacio, pero de un negro como si fuera el ala de un cuervo con matices azules, la mezcla de la segunda generación con humanos hechos vampiros había borrado casi el cabello blanco de sus genes, su piel nivea era tan hermoso que muchos humanos se habían enamorado de su belleza absoluta, sus ojos violeta se oscurecieron, Zlatica no se inmutó ante tanta furia de su amo.
—Mis hijos —murmuró furioso.
—La niña fue la que sobrevivió —Nikolett miro a Zlatica y paso una mano por su cabello bien cortado —La madre no lo logró.
—No me importa la madre y lo sabes ¿Con quién esta mi hija?
—El doctor la está revisando
Nikolett corrió hacia las escaleras, vivía en una hermosa mansión, lejos de toda civilización, no le gustaba que lo molestaran en lo absoluto, abrió la pesada puerta de la habitación donde se estaba dando el parto, en la cama estaba la mujer que había llevado a sus hijos en el vientre, su cuerpo estaba inerte, sus ojos habían quedado abiertos llenos de dolor, camino hacia la cuna y pudo ver a una preciosa niña de cabellos negros, sus labios rojos y su piel nívea, era una belleza a pesar de estar recién nacida.
—¿Por qué mi hijo no sobrevivió?
El médico lo miró y luego a su hija.
—Son hijos de dos vampiros legítimos, pero de veinte partos es la única que ha sobrevivido, he enterrado cuarenta hijos... cuarenta y uno con el bebé de hoy.
—Creo el habernos separado de Cain nos maldijo más, los niños son pocos en nuestra generación, tú hija es la única sobreviviente en cien años, Nikolett.
Apreto los puños con fuerza
—Ese maldito debe morir, algún trato hizo con el innombrable para que la segunda generación no pudiera reproducirse.
—¿Y si lo intenta con una humana? —se giró ante la sugerencia de Zlatica —Muchos príncipes son hijos de las concubinas humanas de Cain, mi señor puede probar en depositar su semilla en una humana y si resulta puede convertirla en la madre de sus hijos.
Miró al médico.
—¿Crees que una humana pueda soportar un bebé vampiro en su vientre?
—Las concubinas de Cain dieron a luz a sus hijos y ellas los criaron, creo es una buena opción si deseas reproducirte Nikolett.
Su mirada se dirigió a su hija... a su primogénita, la única bebé vampiro desde hace cien años.
—Bienvenida Deeanna Drageborg.
Keitha
Ella soplo para apartar un mechón de cabello de su rostro, se dejó caer por un momento en la banca de madera del parque, apretó los libros que llevaba en sus manos, acababa de comprarlos, estaba en la ciudad vecina ya que en su pueblo no habían libros referente a vampiros, se sentía curiosa por los dos extraños seres que había visto en su casa, salió de sus cavilaciones cuando sintió un golpe en la cara, era una pelota
—Lo siento —escuchó una voz profunda, levantó la mirada y se encontró con unos ojos oscuros. El hombre vestía con un suéter cuello de tortuga, pantalón de vestir negro, igual que el suéter. Era demasiado guapo —Mi hija tiro muy fuerte la pelota.
Bajó la mirada y vio una niña de cabellos negros con un vestido blanco con puntitos rosas, sus mejillas estaban ruborizadas, sus labios eran rojos, era el vivo retrato de su padre.
—Estoy bien, no se preocupe, no fue a propósito —sonrió al hombre, él la miraba con atención.
—Puedo invitarla a tomar un café, su mejilla se está poniendo roja y me siento mal por usted.
Keitha se preguntó una vez más ¿de dónde salen tantos hombres guapos y altos? Es como si se habían puesto de acuerdo en aparecer en su vida. Se sintió desaliñada ante él.
—Lo siento —levantó la mirada hacia él —Debo irme, el autobús me dejará.
—¿Dónde vive?
—En Arkridge
—Estamos cerca, no tengo ningún problema en llevarla hasta su casa, no tema que no le haré daño —Keitha se sintió hipnotizada por las palabras del desconocido —Soy Nikolett Drageborg y ella es mi hija Deeanna.
—Es un gusto, tienen unos nombres poco común. Soy Keitha Powell.
—¿Acepta el café?
Iba a decir no de nuevo, pero la niña se acercó a ella y tomó su mano entre la suya, levantó la mirada hacia ella y le sonrió, Keitha sintió que su corazón se derritió por la niña.
—Está bien —sonrió, se levantó de la banca.
—Interesante lectura —se sintió avergonzada por que sabía que mucha gente no creía en los vampiros.
—Si —la niña no soltaba su mano
—¿Cree en los vampiros? —miró a Nikolett esperando que se estuviera burlando de ella, pero se veía serio.
—No, es imposible que existan, pero las películas de ellos son bonitas en su mayoría.
Él no respondió, caminaron hacia un auto negro, último modelo, un hombre vestido de traje se bajo de él y la observa detenidamente, luego su mirada se dirigió hacia Nikolett.
—Iremos a la cafetería de la esquina, en una hora llega a recogernos, iremos a Arkridge a dejar a la señorita Powell.
—Así haré señor Drageborg
El tiempo en la cafetería se fue volando prácticamente, el señor Nikolett mantenía una conversación interesante, su hija se mantuvo en silencio, su mirada no se apartaba de su padre, ella lo veía con adoración.