Descendientes Prohibidos

CAPITULO 15 - LOS OJOS AZULES Y EL ATARDECER

Finalmente habíamos llegado a Grecia.
Leo fue uno de los pasajeros al bajar con rapidez por mi parte, deje que el señor de negocios se tomara el tiempo para buscar su anhelado e importante maletín además de estirarse, yo no tenia otra opción más que esperar en realidad.
Ya fuera del avión me dirigí a recoger mi maleta, lo más seguro Leo esta yendo hacía allá porque no puedo localizarlo con la vista. Algunas personas observaban detenidamente como las viejas maletas daban vueltas mientras que otras, simplemente ansiaban que su maleta llegara por esa pequeña abertura. Al parecer Leo era de los que solo veían como daba vueltas.
Me acerqué hacia el un poco temeroso, no se si esta todavía enojado conmigo.
-¿Estas cansado?- pregunté.
-No, dormí bien a pesar de todo- mencionó sin mirarme
-Eso es bueno- intento aclarar mi garganta sutilmente- ¿Sigues enojado conmigo?-
-Depende-.
-¿De qué depende?- me acerqué más hacia el para mirar lo mismo, aún sigo esperando la maleta.
-De si pedirás perdón y posteriormente comprarás un nuevo libro-.
-Depende, Leo-.
-¿Por qué?- preguntó.
-De si repondrás mi celular y ya no fruncirás esa cara de nuevo porque se te hacen más arrugas- solté una pequeña risilla por accidente- perdón, no fue mi intención hacerlo.
-Nah, no te preocupes- dijo mientras soltaba una pequeña risa.
-Entonces, ¿Me podrías perdonar por aventar tu libro?-.
-Ya te había perdonado desde que inició el viaje hacia acá-.
Mi maleta por fin había llegado desde esa pequeña abertura.
-¿Por qué no me lo dijiste?- tome la maleta rápidamente para que no diera la vuelta.
-Fácil, tu cara de perro triste era muy graciosa además el pasajero de en medio no me dejaba hablarte-.
-Sólo diré que ese señor de negocios si eran un poco robusto. Creo que hora de irnos-.
-Lo es, perro triste-.
-Ya cállate y sígueme-. 
Ambos recorrimos unos cuantos minutos para llegar hacia la salida del aeropuerto, al salir se podía ver el atardecer con tonos naranjas, rojos, azules y morados.
Se sentía algo de calor en la ciudad, por fortuna había un leve viento que refrescaba a cada persona incluyendo a nosotros.
-¿Tomamos algún transporte público o un taxi?- preguntó Leo mientras se quitaba su saco.
Lo meditamos unos 5 minutos aproximadamente-Taxi- mencionamos al mismo tiempo, por lo que localizamos el centro de taxis en el aeropuerto, fácilmente pudimos localizarlo. 

Ambos esperábamos en una pequeña fila para poder subir, en frente de nosotros, había una señora que rondaba los 40 años de edad junto con su esposo e hija, luego seguía una señora anciana y en principio estaba una persona con un saco al igual que el de Leo pero este era de un tono café claro, no podía verle la cara pero algo me decía que lo conocía.
-Mejor ponte tus lentes, así ya te lo comerás con la mirada-.
-Nah no es eso, es que creo que lo conozco-.
-Tengo una idea-. 
-No le grites por favor que..-
-Hey tu, el de adelante- el grito de Leo hizo que el chico volteara intentando buscar a la persona que le hablo.
-Se te cayo tu billetera- menciono Leo al mismo tiempo que con su mano, señalaba hacia el suelo.
El chico miró hacia abajo y casualmente si había una billetera, con cara de sorpresa, agarro su billetera con rapidez y puso su mirada en nosotros -Muchas gracias- consecuentemente, se subió al taxi que al cerrar la puerta, este se puso en marcha.


-¿Entonces si lo conocías?-.
Por suerte ya estábamos rumbo a la casa del abuelo, el atardecer se volvió un poco más morado pero aún así, seguía combinando perfectamente con la ciudad y sus avenidas.
-Haber, primero que nada quiero saber como te diste cuenta de que su cartera se había caído-.
-Estabas viéndolo demasiado que hasta se volvió incomodo Dante, así que miré hacia el suelo y ahí estaba la cartera-.
-Ya veo-.
-Eres un poco acosador al igual que la chica de las ranas-.
-Tampoco me ofendas así. Hay que recapitular como era el chico-.
-Te escucho-.
-Era un más alto que yo, vestía bien, se ve que se ejercita, puede que fume porque sus uñas son un poco amarillentas, cabello ondulado y un poco largo de color negro, ojos azules, sonrisa blanca como las que aparecen en los comerciales y parecía un poco carismático-.
-Eres muy detallado-.
-Es que le tome una foto-.
-No jodas, con razón se fue tan rápido-.
-Osea si esta atractivo aunque no era algún conocido-.
-Pero algo sigue molestándote-. 
-Si y eso es que esos ojos se me hacen que los he visto en algún lado, pero para no estresarme es mejor que lo deje a un lado-.
-Esta bien, ¿Crees que haya algún restaurante cerca de la casa del abuelo?-.
-Hay muchos, el vive en una avenida importante-.
-Hoy invito la cena-.
-Al fin dices algo bueno- dije acomodándome bien sobre el asiento- Espera, no puedo olvidar el asunto.
-Y ni lo harás hasta que puedas comer-.
-Exacto-.
El taxista que, con anterioridad no había dicho nada desde que salimos del aeropuerto se fijo rápidamente en nosotros y dijo: -Joven, no es por ser entrometido ni nada pero, se dice que al ver los ojos de una persona pensando en que los conoce, significa que en su vida anterior era los ojos que una vez lo amaron- carraspeo- pero estos ojos también fueron la causa de su muerte-.
-Entonces sería un crimen pasional, como esas series de asesinatos-.
El señor carraspeo: - Más bien sería que lo hizo porque no tenia otra opción y a partir de ahí su tristeza comenzó-.
-Usted lo dice muy detalladamente, ¿le gusta leer?- preguntó Leo aún más curioso de lo habitual.
-Es lo único que puedo hacer a parte de manejar este taxi tan viejo como yo-.
-¿No le importa que el amor de mi vida pasada sea un chico y yo sea un chico?-.
-Soy de esos viejos que piensan que cualquier amor que te llegue a mejorar como persona siempre será bienvenido-.
-¿Me creería que es el segundo señor de mayor edad que he conocido y me ha caído bien?-.
El viejo taxista empezó a carcajearse, nosotros al instante nos unimos con el. En verdad, el viejo me ha caído bastante bien.

-Bueno hemos llegado a su destino, de casualidad eres familiar del pintor Basstian Xenidis-.
-Es nuestro abuelo- dije mientras sacaba de mi cartera un par de billetes que anteriormente había cambiado en la casa de cambio. 
-Dile de mi parte que sus pinturas son muy buenas. Por cierto, aquí tienes mi tarjeta por si necesitan algún viaje por la ciudad-.
-Le diré con gusto, quédese con el cambio y con gusto volveremos a verle-.  
Nos bajamos del taxi y nos despedimos del señor que ahora sabemos que se llama Rafael.
-¿Todo esto es su casa?-.
-Si pero su favorita es donde mamá y yo vivimos, así que no le vayas a decir nada sobre que se rompió una de sus ventanas-. 
-Lo prometo si me compras un libro nuevo-.
-Ya sabes que lo haré, es mejor entrar-. 




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