Descendientes Prohibidos

CAPITULO 20 - LA CAÍDA Y LA LUZ

Había tantos sonidos a nuestro alrededor pero sin duda, el que provenía atrás de nosotros era el protagonista y no teniamos idea alguna de que era. Mi mente solamente  imaginaba grandes cantidades de bestias del tamaño de nosotros o almas desamparadas, solamente trataba de concentrarme en correr y no soltar al perro.
 -Carajo, ¿Cuánto falta?, esa maldita niebla nos esta alcanzando-.
-Ni se les ocurra ver hacia atrás, eso simplemente lo matará a los pocos minutos- mencionó el abuelo mientras inhalaba y exhalaba -Solo falta unos poco más, al parecer han cambiado el camino-.
 Se detuvo de repente.
-Abuelo, ya no aguanto más al perro, apúrate en saber donde tenemos que ir-.
-Solo cállate hijo, estamos un poco adelantados. Tan solo déjame pensar-.
-Abuelo, el ruido se hace más fuerte que antes, no quiero morir así- dice dante muy inquieto.
-Ya estamos muertos- dije.
-Cállate Dante, soy un perro que quiere vivir, asi que deja que tu abuelo piense-.
Mientras tanto, el abuelo levantó su brazo, pienso que tal vez es para percibir algo que nos indique el camino.
De repente, su mano comenzó a temblar levemente y de ella una pequeña luz empezaba a emerger.
Nosotros simplemente nos quedamos ahí mirando pero, la pequeña luz se había extinguido.
-Ni puta idea de donde estemos, chicos- mencionó.
La niebla estaba a pocos metros de nosotros y aunque no podía verlo, lo percibía por alguna extraña razón, es como si alguien o más de uno manejara la dirección de la niebla,
-¿Por qué se eso?- pensé.
Nuevamente solté la misma oración: -Nos vamos a morir-.
Estaba a punto de bajar al perro y esperar nuestro final, hasta que Leo gritó:
-Comiencen a correr por esa dirección-.
-¿Por qué?- dijo Jeon aterrado.
-¡Solo corran!-.
Y asi como lo ordeno, nosotros acatamos corriendo hacia la derecha.
 

Los árboles se volvían más y más grandes mientras corríamos y los gritos junto con la niebla se volvían más cercanos.
Estabamos perdiendo ventaja.
-Por esa dirección, no se separen- dijo Leo, algo en mi decía que hiciera caso.
-¿Qué es lo que estas viendo, hijo- menciono el abuelo.
-Es como una especie de luz o una llama, no sabría describirlo-.
-Sabia que tu eras el que sabía el camino, por eso me detuve-.
-Abuelo tu no sabías el camino, ¿verdad?- dijimos el perro y yo al unisono.
-Tengo demasiados años, soy un viejo y no puedo recordar-.

-Te voy a dar una paliza-.
-A la izquierda, falta poco-.
Todos nos dirigimos hacía la izquierda.
-Sigan hacia la izquierda-.
Sentí como agarraron mi pierna provocando que cayera junto al perro, vi rápidamente lo que agarraba mi pierna con fuerza: era una maldita mano cercenada.
No deje que Jeon mirara.
Tanto el abuelo como Leo estaban a punto de girarse - ¡Ni se les ocurra voltear, solo corran!-.
Agradezco que me hicieran caso. Con mi otro pie y con una fuerza que reuní, pateé aquella extremidad con aspecto asqueroso y me levanté tan rápido como pude junto con el perro.
-¿Estas bien?- dijo Jeon.
-Si, tan solo no mires hacia atrás-.
Ya no sabía por donde estaba corriendo ya que, no lograba encontrar a ninguno de los dos: -Creo que nos perdimos- dije, no tenía planeado dejar de correr.
El sudor ya no me dejaba ver muy bien, sacudí por un momento mi cabeza para quitarlo y ahí fue cuando mi piedra empezó a brillar, seguí corriendo mientras que el brillo se volvía un poco más intenso.
Pude ver a Leo y a mi abuelo, no se en que momento los alcancé.
-Qué bueno que los alcancé-.
Ambos gritaron al mismo tiempo.
-Carajo Dante, pensamos que la niebla ya nos había alcanzado- dijo el abuelo.
-Luego hablaremos de eso, miren ahi esta la salida- dijo Leo al mismo tiempo que señalaba a un árbol totalmente torcido con la forma de un arco.
-Exacto niño, esa es la salida ahora tendrán que saltar cuando entren ella-.
-¿Qué?- gritamos los tres.
-Leo, tendrás que pensar en algún lugar de tus sueños-.
-Creo que lo tengo- la voz de Leo emitía algo de duda combinado con miedo, espero que no lleguemos a un lugar horrible.
-Ahora, ¡Salten!-.
Todos gritamos al hacerlo y escuche como miles de voces decían: -Pronto los atraparé-.
Abracé a Jeon mientras que todo se volvía negro hasta que nos cegó una luz.
 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.