Desconocidos

Capítulo 2.

“Ella”

La mañana siguiente del primer día de clases, un mensaje de Simón hizo que su día no empiece con una total mierda.

            Buenos días, bebé. No olvides sonreír, te quiero.

            Gracias bebé, también te quiero

Intentó calmarse leyendo aquel dulce mensaje, pero incluso con un mensaje como ese, no pudo hacerlo. Cerró el mensaje de Simón y abrió el mensaje de Mateo una vez más.

Me disculpo si te incomodé, solo quería conocerte y tal vez ser amigos. Si quieres.

            - ¿Por qué no lo olvidas? Eso fue hace más de un mes. Ahora estoy con Simón, y lo quiero mucho. –Le dijo a su teléfono con el mensaje de Mateo abierto, como si se lo estuviera diciendo a él mismo en persona–. Esto es ridículo. –Se dijo así misma en voz alta con mucho enojo.

Harta de sentirse así de débil ante algo tan insignificante como un mensaje de Mateo, se dignó a salir de la cama e intentar hacer de cuenta que nada había pasado y que no había recibido ningún mensaje de él, así que borró el mensaje. Pero nublada por la ansiedad, erróneamente bloqueó el contacto equivocado sin darse cuenta, bloqueando así el número de Simón y no el de Mateo.

            -Cariño, el desayuno ya está listo. Ximena preparó lo que más te gusta. –Pronunció su padre a través de la puerta de la habitación, mientras Kara estaba en la ducha.

            -Ok papá. Bajaré en unos minutos. –Le respondió a su padre con voz alta para hacerse escuchar por encima del ruido del chorro de agua. Se metió bajo el chorro continuo de agua y echó la cabeza hacia atrás, de manera que quedara fuera del agua y se mantuvo quieta por algunos segundos.

“No te vas a debilitar por esto. Mateo es parte de tu pasado, es más, ni siquiera estuvieron juntos, así que no hay porqué alterarse ni porqué temer.” Se decía así misma mentalmente mientras terminaba de ducharse.

            -Buenos días cariño. –El padre de Kara yacía en la mesa redonda de madera oscura. La saludó mientras ella se acercaba a darle un beso. Su hija estaba radiante, vestía un vestido a la altura de las rodillas de color azul tiffany con un patrón de flores blancas y negras, con un cinturón delgado de color negro que remarcaba su cintura, un atuendo que ocultaba perfectamente su inseguridad.

            -Buenos días papá. –Le respondió Kara a su padre luego de darle un beso en la mejilla. Se sentó al lado izquierdo de su padre y puso el fotocheck sobre la silla de su costado.

            -Hoy te ves preciosa, hija mía. –Le comentó su padre mientras levantaba su taza con café.

            -Gracias papá, pero yo siempre me veo preciosa. –Le respondió ella con un toque de diversión en su rostro.

            -Lo sé, pero nunca sobre decirlo. –Le respondió su padre con alegría.

            -Tú también estás muy guapo hoy, papá. –Le comento a su padre con suavidad.

            -Lo sé hija, yo siempre estoy guapo. –Le respondió con diversión en su voz, lo cual causó una sonrisa divertida en Kara.

            -Buenos días señorita Kara. –Apareció la ama de llaves de la casa Ximena con los ojos brillantes de felicidad, una mujer trigueña de cabello ondulado y oscuro, de cincuenta años de edad y que pasó la mitad de esa edad sirviendo en la casa de Kara. Le sonreía mientras se acercaba a la mesa con una pequeña fuente de frutas. Aquella misma sonrisa que Kara apreciaba desde que tenía memoria y le gustaba recordar siempre.

            -Buenos días Ximena. –Le devolvió la sonrisa con suavidad.

            -Gracias Ximena. –Le dijo el padre de Kara luego de que Ximena terminara de poner la fruta.

            -Todo se ve muy apetitoso, muchas gracias. –Le dijo Kara a Ximena antes de que se fuera de vuelta a la cocina.

–Por cierto, ¿cómo está Simón? –Le preguntó su padre mientras cogía un pedazo de melón.

            -Bien… -Le respondió Kara a su padre–. Ayer no pudimos salir porque salió con su papá.

            -Está bien. No es necesario que salgan seguido. Tienen todo el tiempo del mundo, además, si salen muy seguido te vas a aburrir de él, y no quieres eso, ¿verdad?

            -Qué cosas dices. No me voy a aburrir de él, papá. –Sonrió Kara ocultando su nerviosismo. Aquel nerviosismo estúpido e irracional–. Lo quiero mucho en verdad, estoy muy contenta con él. –Agregó con suavidad, con un ligero toque de pena en su voz, tan ligero que solo alguien que la conociera bien sabría cuando le ocurre algo. Y así fue.

            -No te escuchas muy contenta, ¿pasa algo? –El padre de Kara acercó su mano y la puso sobre la de ella, mostrándole su apoyo.

            -Está todo bien papá. –Le sonrió Kara–. Creo que ya es hora de irme o se me hará tarde.

            -Claro, tienes razón. No puedes llegar tarde. –Agregó el hombre revisando el reloj de su muñeca. –Carlos debe estar esperándote en el auto, ve.

            -Hasta luego papá. -Tomó su fotocheck y se acercó a su padre y le dio un suave beso en la mejilla.

            -Hasta luego cariño. –Le respondió él–. Te veré en la cena.

Kara cargó su mochila en el hombro y salió hacia el jardín. Carlos, el chofer de la casa le abrió la puerta del auto para que ingrese.

            -Gracias, Carlos. –Le sonrió Kara al ingresar al auto.

Mientras avanzaban hacia Roosevelt, Kara apagó su teléfono para evitar cualquier incentivo de inseguridad, sabía que Simón no le escribiría en lo que quedaba de la mañana, así que no había porque dejarlo prendido. Guardó su teléfono en la mochila y solo esperó con tranquilidad.

 

“Él”

            - ¿En serio Mateo? ¿Por qué no te das por vencido? –Le reprochó Héctor a Mateo mientras guardaban algunos libros en los lockers.




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