Desconocidos

Capítulo 3.

“Él”

Mateo esperaba en una de las mesas de la cafetería mientras Héctor pedía la comida de ambos. Era día de raviolis y la espera se hacía eterna por la inmensa fila que se hacía para pedir. Para matar el tiempo de la eterna espera, Mateo encendió su teléfono y lo desbloqueó, escribiendo el pin de seguridad maestra, como él decía, pues era algo que solo él, su madre y su padre sabían y básicamente era la hora en que nació. Cero, siete, tres cuatro. Y lo desbloqueó. Abrió el chat del número de la chica y lo agregó a sus contactos bajo el seudónimo de “Desconocida”.

“Buenos días. Hoy es un lindo día, ¿verdad? “

Le escribió Mateo a “Desconocida”. Y esperó un momento por si recibía una respuesta rápida.

“Buenos días para ti también, y sí, hoy

es un día grandioso. No olvides sonreír.”

Le respondió, una sonrisa nació en la boca de Mateo. Puso su teléfono sobre la mesa y observó alrededor. El comedor estaba lleno, observó más al fondo y vio a Kara y Patty sentadas en una de las mesas cerca de la puerta de ingreso. Le extrañó no ver a Xiara con ellas, pues sabía lo muy unidas que era las tres. No le dio mucha importancia, ya que no eran muy amigos, con la única que tenía confianza era Patty, a Kara la conocía porque era muy popular en el colegio y Xiara no iba más allá de solo conocer su nombre y su grado. Siguió observando alrededor, a unas cuantas mesas más al costado estaba Jarol, su amigo, junto a unos amigos que Mateo no conocía muy bien.

            - ¿Ocupado? –Le preguntó una voz femenina que él conocía muy bien. Una chica delgada y curvilínea de tez blanca, cabello lacio y rubio a la altura de los hombros. Perfectamente vestida, una falta no muy corta y un saco con las mangas hasta los codos, ambos de color negro, sobre una camisa fina de color blanco.

            - ¡Te cortaste el cabello! -Se sorprendió Mateo al ver el cabello de Ángela cortado hasta la altura de los hombros.

            -Sí. –Le contesto riendo–. ¿Entonces? ¿Está ocupado? –Preguntó Ángela, levantando la bandeja que cargaba con ambas manos.

            -Puedes… -Le respondió Mateo señalándole el asiento que estaba en frente de él.

            -Por cierto, también me da gusto verte, ¿eh? –Le cuestionó levantando una ceja.

            - ¿Quién dice que me da gusto verte? –Le dijo Mateo muy indiferente, ocasionando un pequeño silencio–. Es broma, obvio me da gusto verte. –Le sonrió divertido.

            -Eres un estúpido, me asustaste.

            - ¿Qué onda contigo? Te desapareciste todo el verano. Nadie se olvida de Mateo de la Torre, ¡nadie! Me siento indignado.

            - ¡Ay! Que sensible. –Ángela rodeó los ojos.

            - ¿Por qué no viniste ayer? –Le cuestionó Mateo, prestándole toda su atención. El ambiente era agradable, estaban ellos y nadie más. La química que había entre ambos era increíble, esa química que los había mantenido unidos por un año, pero que se había convertido en lo que era en un principio, mucho antes de su relación, pura amistad.

            -Fue por mi madre, ella y su loca obsesión por las compras. Ya la conoces. Para ella, lo que hay en México no lo puedes encontrar en ningún otro lado. Pero no importa, no hablemos de mí. Mejor cuéntame sobre ti, no he sabido nada de ti en todo el verano.

            -Pues que te digo. No viajamos a ningún lado, nos quedamos en casa y en la ciudad. Todos estábamos de acuerdo con que ya habíamos disfrutado mucho los veranos anteriores. Papá aprovechó en trabajar, mamá continuó con el yoga, y yo investigué todo lo necesario para Cambridge y me preparé lo suficiente.

            - ¡Cierto! Cambridge. –Expresó Ángela–. Lo había olvidado. Supongo que ya estás más que listo.

            - ¿Con quién crees que estás hablando? –Ironizó Mateo. –Estás hablando con Mateo de la Torre. Obviamente estoy más que preparado.

            -Hasta que al fin aparece, señorita del Solar. –Saludó Héctor por detrás de Ángela, poniendo la bandeja sobre la mesa.

            -Hasta que al fin traes la comida. –Le dijo Mateo a Héctor al mismo tiempo que llevaba hacía él uno de los platos con raviolis–. Mmm, Deliciosos. Me moría de hambre –Habló Mateo luego de comer un bocado de los raviolis.

            -Me da gusto verte. –Le dijo Héctor a Ángela, olvidándose por completo de su plato con comida.

            -Al menos tú si me lo dices sin que te lo reproche. –Le respondió a Héctor, pero mirando a Mateo con presunción. –También me da gusto verte. –Le respondió a Héctor por segunda vez, pero esta vez mirándolo a él y no a Mateo.

            -Te vez muy bella. –Le habló con suavidad, sin intentar ocultar lo que intentaba hacer.

            -Ay, pues gracias. Se siente muy bien cuando alguien me lo dice. –Le respondió muy sonriente.

            -Estos es extraño. –Mateo se limpió la boca con una servilleta. –Creo que necesitan privacidad. –Mencionó Mateo con presunción, y acto seguido optó por levantarse de su asiento dejando su plato de raviolis a medio comer.

            -Gracias por la privacidad. –Sonrió Héctor muy divertido.

            -Ha, ha, ha. –Carcajeó Ángela–. Hasta luego Mateo.

            -See you later guys. –Se despidió Mateó, alejándose poco a poco de la mesa. Dejando así a Ángela y Héctor solos, pero lo que le dolía a Mateo no era eso, le dolía dejar su plato con raviolis a medio terminar, pues había esperado mucho para poder probarlos y no los pudo disfrutar. Mateo caminó un tanto decepcionado, pero divertido por el momento extraño que acababa de pasar. Llegó hasta la mesa donde había visto a Kara y Patty, solo que ya no estaban solo ella dos, se había integrado Xiara. –Hola chicas–. Las saludó amablemente mientras avanzaba hacia la salida de la cafetería.




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