Desconocidos

Capítulo 8.

“Ella”

Cada día que pasa siento que todo mejorará para bien, y empiezo a creer que no todo está perdido. Desde que empecé este año escolar hasta hoy, me he sentido extraordinariamente genial, ni siquiera yo me puede creer que no he tenido un ataque de ansiedad en más de dos meses, y me en parte me preocupa por lo que vaya a pasar o interrumpir mi felicidad. Por ahora disfruto de mi relación con Simón, todo está genial y me encanta que nos vemos casi todos los días, y Mateo ya no me preocupa en absoluto como lo hacía en un principio, hemos almorzado juntos más seguido y siento que lo que sentía por él empieza a desvanecerse, y eso me alegra porque no quiero tener problemas con Simón… Pintar me ha ayudado demasiado a controlar mis emociones, siento que por cada pintura que hago estoy más conectada contigo mamá, papá dice que soy muy buena, pero la verdad es que él es un halagador y a veces si me gustaría tener aunque sea una crítica de su parte. Siento que papá reprime sus emociones negativas solo para no sentirme mal o triste, pero la verdad es que, si me incomoda un poco que siempre demuestre una sonrisa contenta, aunque no lo esté. Pero al mismo tiempo siento que es su manera de sentirse bien con todo y prefiero dejar que siga… Aunque a veces odio que no demuestre lo que realmente siente solo para no sentirme mal… Te extraño, y te amo muchísimo, mamá.

Kara suspiró un momento y luego cerró su diario, se levantó de su escritorio y se acercó a su estante para guardar el diario entre sus libros.

            -Cariño, el desayuno ya está listo. –Apareció su papá bajo el marco de la puerta abierta de la habitación de Kara.

            -Perdón papá, estaba distraída. No te escuché. Le respondió Kara acercándose devuelta a su escritorio para guarda su bolígrafo en su mochila.

            - ¿Estabas estudiando para un examen antes de ir a Roosevelt? –Preguntó el hombre que seguía bajo el marco de la puerta, apoyado.

            -Estamos mayo papá, los exámenes son en junio. –Respondió Kara cerrando su mochila por completo. La cargó en el hombro y se acercó a su papá–. Escribía en mi diario.

            -Hablando de eso, ¿algún día me dejarás leer lo que escribes allí? –Preguntó tomando la mochila de su hija para llevarla por ella. La rodeó con el brazo libre y caminaron por el pasillo.

            - ¿Mamá te dejaba leer sus diarios?

            -La verdad no, jamás me dejó leer ninguno. Y ni siquiera lo he intentado a escondidas porque respetaba su privacidad, y ahora que puedo tampoco lo he intentado porque sigo respetando su privacidad.

            -Pues tendrás que respetar mi privacidad. –Le sonrió Kara con suavidad.

            -No tengo problemas con eso. –Le respondió él, acercándola con el brazo hacia él para darle un beso en la frente–. Confió en ti.

 

“Él”

Mateo se había cansado de esperar a Héctor en una de las mesas de la cafetería, así que terminó su almuerzo. Sacó su libro y empezó a leer un libro de anatomía, lo cual era un poco difícil por el bullicio que había alrededor, pero leía para entretenerse en lo que llegaba su amigo.

            - ¡Qué estupidez! –Se quejó Héctor dejando su bandeja con comida sobre la mesa bruscamente.

            - ¿De qué hablas? –Preguntó Mateo sin alejar la mirada de su libro.

            -Pedí la comida y venía hacia acá, pero regresé porque me olvidé de pedir el refresco. Y no obligaron a hacer fila de nuevo para pedirlo, ¿por qué no solo dármelo? Solo es un refresco. –Espetó Héctor molesto.

            -Cálmate fiera. –Se burló Mateo–. Mejor almuerza para que se te pase el mal humor.

            -Hola chicos. –Apareció Ángela, se sentó junto a Héctor y le dio un beso.

            -Hola. –Respondió Mateo aun con la mirada en su libro.

            -Hola amor. –Le dijo Héctor con suavidad, con su voz ronca–. Qué bueno que llegaste, me estaba sintiendo tan solo.

            -Te estaba hablando, huevón. –Protestó Mateo serenamente. Ángela sonrió divertida observando el libro de Mateo antes de verlo a la cara.

            -Mateo, entiendo que quieras estar preparado, pero esto es demasiado. –Ángela le quitó el libro de las manos y lo atrajo hacia ella.

            - ¡Hey! –Protestó Mateo.

            -Tienes amigos Mateo, te estás perdiendo de una vida. –Remarcó Ángela con superioridad.

            -Qué estupidez. –Gruñó Mateo.

            -Cálmate fiera. –Se burló Héctor, causando diversión en Mateo.

            - ¿Qué hay, niños? –Alejandro se sentó al costado de Mateo.

            -Hola mami, que bueno que te veo. –Habló Héctor con ironía.

            - ¿Por qué eres el único que no almorzó todavía? –Le cuestionó Alejandro a Héctor.

            -No le preguntes eso, se va a molestar de nuevo. –Habló Mateo reposando en el espaldar de su asiento, cruzando los brazos y sonriendo burlonamente mientras sus ojos se dirigían hacia Héctor que masticaba su comida con el ceño fruncido.

            -No importa, ¿qué harán hoy en la noche? –Formuló Alejandro, inclinándose hacia delante, apoyando los codos sobre la mesa. Observando más a Héctor y Ángela, que a Mateo.

            -Planes con mis padres. –Habló Ángela, poniendo el libro de Mateo sobre la mesa.

            -Visitaré a mi papá. –Respondió Héctor luego de beber un poco de su jugo.

            -Que aburrido. –Les respondió Alejandro, entrecerrando los ojos–. ¿Qué hay de ti? –Se volteó hacia Mateo y le preguntó.

            -Depende, ¿qué tienes planeado? –Le preguntó Mateo antes de decirle la verdad.

            -Hay una fiesta en la casa de una de las chicas de octavo, va a ser épico…

            -En ese caso, tengo mucho que hacer. –Lo interrumpió Mateo.




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