Desconocidos

Capítulo 16.

“Él”

Mateo recibió un mensaje de Kara mientras acomodaba el reloj de su muñeca, por medio del tintineo de una campana suave. Mateo se acercó a su escritorio para revisar quién era el remitente del mensaje, y una enorme sonrisa esbozó en su rostro al ver que era Kara la del mensaje.

“Buenos días”

Contenía el mensaje junto a un corazón.

Mateo prefirió no contestarle el mensaje, y en su lugar la llamó.

            -Buenos días para ti también hermosa. –Musitó Mateo al teléfono.

            -Aww, gracias. –Comentó Kara con suavidad, con la voz ligeramente distorsionada por la llamada.

            -Mateo, el desayuno está servido. –Dijo la mamá de Mateo a través de la puerta de su habitación.

            -Voy en un minuto mamá. –Mateo alejó el teléfono de su oreja para responderle a su mamá, y luego volvió a hablar al teléfono.

            -Me tengo que ir a desayunar hermosa, te escribo cuando estoy en camino a Roosevelt, ¿sí?

            -Está bien, no te preocupes. Yo estoy por ir camino a Roosevelt. –Respondió Kara con voz dulce.

Mateo colgó el teléfono y le envió un mensaje, que lo único que contenía era un emoticón de corazón. Guardó su teléfono en el bolsillo para luego tomar su mochila y salir de la habitación rumbo al comedor. Cuando llegó allí, puso su mochila en una de las sillas vacías. Su padre devolvía su taza de café a la mesa de cristal luego de haber bebido un poco.

            -Buenos días. –Saludó Mateo sonriente, observando lo que había para desayunar mientras se acercaba a su silla para sentarse.

            -Hola hijo. –Pronunció el hombre de gruesa voz, luego de limpiarse la boca con una servilleta. ¿Cómo amaneciste?

            -De maravilla. –Comentó Mateo antes de beber un poco de jugo de naranja–. ¿Y mamá? –Le preguntó a su padre al tomar una tostada.

            -Aquí estoy. –Dijo la mamá de Mateo, apareciendo desde la cocina con una jarra de frutas.

            -Hola mamá. –La saludó Mateo, recibiendo un beso en la frente por parte de su mamá.

            - ¿Cómo estás, cariño? –La mamá de Mateo puso la jarra sobre la mesa y se sentó junto a su esposo–. Te vez radiante, casi puedo ver tus ojos brillar.

            -Que exagerada. –Pronunció Mateo muy divertido.

            -Tu mamá tiene razón. Hace unos días estabas apagado y respondiendo solo preguntas que te hacíamos, ahora estás más alegre, más contento. ¿Nos ocultas algo?

Mateo sonrió divertido, y no dudó ni un segundo en contarles lo que le estaba pasando.

            -Lo que pasa es que estoy en una relación con una chica que me encanta. –Confesó Mateo.

            - ¿En serio? –Se sorprendió su mamá.

            -Espera, tú nos dijiste que no pensabas enamorarte este año, por lo de Cambridge y todo eso, ¿qué te hizo cambiar de opinión? –Le cuestiono su papá contento por su hijo.

            -Sí, pero Kara es la excepción a lo que dije. Ella es especial, tiene la habilidad de alterar mi corazón con una simple mirada. –Mateo se sinceró con sus padres, haciéndoles saber que está tomando una decisión no solo con el corazón, sino también con la cabeza.

La mamá de Mateo posó su mano sobre la de su esposo mirándolo por un segundo, asimilando las palabras de su hijo.

            -Oh, se llama Kara. ¿La conocemos? –Preguntó la mujer, muy sonriente.

            -No, es un grado menor que yo, pero ya la conocerán. –La alegría de Mateo era demasiada, irradiaba su felicidad por todos lados.

            -Me encanta verte así de contento, hijo. –Le mencionó su papá, observándolo directamente a los ojos–. Sabes que cuentas con nosotros para todo lo que necesites, y espero que estés tomando las decisiones correctas.

            -Lo sé papá. Y se los agradezco muchísimo por todo su apoyo, peor no tienen de qué preocuparse. No sé en lo que se convertirá esto, pero sé que va paso a paso, sin prisa.

            -Como tiene que ser. –Agregó su mamá, tomando la mano de su hijo que estaba sobre la mesa.

            - ¡Uy! –Dijo el papá de Mateo al ver el reloj de su muñeca–. Tenemos que irnos o se nos hará tarde. –Le dijo a su hijo, limpiándose la boca con la servilleta para levantarse de la mesa.

Mateo bebió un poco más de jugo de naranja y se levantó rápidamente en lo que su papá se despedía de su mamá con un beso.

            -Hasta luego mamá. –Le dijo Mateo, levantando su mochila de la silla con un poco de prisa.

            -Hasta luego hijo. –Le respondió ella.

Mateo llegó a la cochera y subió al auto de su papá, sentándose en el asiento de copiloto al mismo tiempo que su papá ingresaba por el otro extremo del auto. En cuestión de minutos ya estaban camino a Roosevelt.

El tono de un mensaje en el teléfono de Mateo lo obligó a sacarlo para responder en lo que su papá conducía.

El mensaje contenía un sticker de un gatito con la patita levantada y corazones rosa sobre su cabeza.

Mateo sonrió enternecido al ver el mensaje y le respondió.

“¿Llegaste a Roosevelt?”

“Sí, voy camino a mi salón”

“Oh, está bien”

“¿Podemos entrar juntos mañana?”

“Adoro esa idea”

“El que llegue antes tiene que

esperar al otro”

“De acuerdo”

           

            -Hijo, ya hablamos sobre lo de usar el teléfono mientras conduzco, me hace sentir un chofer. Y no contrato uno porque prefiero convivir con ustedes mientras conduzco.

            -Perdón papá. Tienes razón, me dejé llevar por el mensaje. –Se disculpó Mateo, guardando su teléfono de vuelta en su bolsillo.

            - ¿Era Kara?




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