“Ella”
-wow, que hermosa sonrisa. –Comentó el papá sentado en el comedor, haciéndose para atrás, apoyando las manos en la mesa, todo mientras Kara se acercaba a él–. Me encanta verte así de contenta, cariño. Quiero verte así de feliz, hoy y el resto de mis días. –Comentó el hombre de barba perfectamente cuidada, con una sonrisa emotiva
-Ay papá, tú siempre tan halagador. –Kara se acercó a la mesa y se sentó junto a su papá.
- ¿A qué se debe tanta felicidad? Si se puede saber, claro. –Preguntó el hombre, levantando su taza con café para darle un sorbo, manteniendo su mirada en su hija, curioso por saber la respuesta–. ¿Tiene nombre y apellidos? –Preguntó otra vez al dejar su taza devuelta en la mesa.
-Se llama Mateo de la Torre. –Le respondió Kara al mismo momento que levantaba una tostada para comérsela.
-Pues me gustaría conocer a ese chico que te trae tan feliz y hacerles un par de preguntas. –Señaló su papá con actitud serena.
- ¿Y qué preguntas? Si se puede saber.
-Es broma cariño, pero si me gustaría que lo traigas a cenar con nosotros. Solo cuando creas que es el momento. –Le dijo, posando su mano sobre la de su hija, observándola con comprensión en sus ojos, quedándose encantado con la belleza de su amada hija.
-Está bien papá. –Le respondió Kara con suavidad.
El papá de Kara continuó mirándola, cambiando su mirada por una más emotiva y sentimental, al punto de casi dejar caer un par de lágrimas.
-Estás idéntica a tu mamá. –Musitó el hombre, acomodándole un mechón de cabello que caía por la mejilla de su hija.
-Papá… -Dijo Kara con voz desvanecida al ver el rostro sentimental de su papá tras recordar a su esposa. Se levantó rápidamente y se acercó a él, rodeándolo con los brazos por detrás.
-Tranquila… Solo me emocioné por el gran parecido que tienen. –Puso su mano sobre el brazo de Kara, moviéndolo suavemente con cuidado.
-También la extraño muchísimo. –Musitó presionando a su papá con suavidad, con los ojos cerrados, sintiendo solo el calor de su cuerpo y su respiración.
-Gracias hija, gracias por el abrazo. Realmente lo necesitaba. –Dijo el hombre con voz un poco ronca.
-Siempre estaré cuando lo necesites. –Le mencionó Kara, separándose con suavidad para volver a su asiento. Y en el momento justo en el que estaba por sentarse, el sonido de un mensaje en su celular la obligó a sacarlo para contestar, pues pensó que era Mateo quien lo había enviado.
“Hola, sé que es estúpido que te
pida esto, pero ¿podemos hablar
cuando regreses del colegio?, Por favor”
Leyó el mensaje de Simón, y en un principio le causó curiosidad por lo que quería decirle, pero no se sintió ni una pizca insegura, se sintió calmada consigo misma, y le respondió como cualquier amiga lo habría hecho.
“Claro.”
-Oye, no creas que, porque me diste un abrazo te voy a dejar usar el teléfono cuando estamos comiendo. –Le comentó su papá, haciendo que Kara guarde su teléfono de vuelta en su bolsillo.
-Perdón papá. –Se disculpó Kara.
- ¿Era Mateo? –Preguntó el hombre con insinuación
-No. –Respondió Kara rotundamente, para luego temer a lo que diría su papá al decirle el nombre–. Fue Simón.
-Oh, qué bueno que sigan en contacto. ¿Cómo está? –Preguntó con una ligera sonrisa antes de beber un poco más de su café.
-Bien, supongo. La verdad no hemos hablando mucho, de hecho, la última vez que hablamos fue hace cuatro días, creo.
-Ah, entiendo cariño. Todo con calma, no lo olvides, ¿sí? –Se limpió la boca con su servilleta y observó su reloj un momento–. Ahora ve con Carlos o se les va a hacer tarde.
-Uy, tienes razón. –Kara le dio un último sorbo a su jugo de papaya y se levantó con prisa. Se despidió de su papá con un beso y salió rápidamente hacia el jardín y luego a la entrada, donde se encontró con Carlos, listo para llevarla al colegio.
En el camino, Kara pensó torpemente en lo que podía decirle Simón, pues siendo una persona ansiosa, le causaba extrema curiosidad el saber qué era aquello de lo que quería hablar Simón, y le preocupó mucho el si debía decírselo a Mateo. E inconscientemente dejó que las dudas se apoderaran de ella, al punto de pensar que fue un error el decirle a Simón que sí, y casi escribirle diciendo que no podría. Al final se calmó, pues se puso a meditar que no tenía nada de malo el hablar con un amigo, como lo era Simón, y que ocultárselo a Mateo solo le traería confusiones. Pues a palabras de ella misma: “Las mentiras pueden tumbar hasta la torre más grande construida con amor…” Entre tanto pensar y pensar, perdió la noción del tiempo, a tal punto de creer que solo habían pasado cinco minutos cuanto mucho desde que salieron de casa, cuando ya habían llegado a su destino.
Kara salió del auto y se despidió de Carlos, y en el preciso instante que estaba por darse la vuelta hacia la entrada, un par de manos cubrieron sus ojos, lo cual le esbozó una sonrisa divertida, al pensar en quién era, pues no tenía duda. Reconocería ese exquisito aroma a menta, manzana verde y lima ácida típico del perfume de Mateo.
-Hola guapo. –Musitó Kara sonriente.
- ¿Cómo supiste que era yo? –Cuestionó Mateo quitándole las manos de sus ojos para posar delante suyo y tomar su mano.
-Fácil, tu aroma no lo tiene cualquier. –Sonrió Kara, y acto seguido le dio un suave beso en la boca.
-Okey, tiene sentido. Pero ¿qué hubiera pasado si alguien más usara mi perfume? –Mateo ladeó un poco la cabeza mientras ingresaban al colegio.
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Editado: 16.10.2021