Desconocidos

Capítulo 26.

“Ella”

Kara tenía claro que no estaba emocionalmente estable como para soportar la tensión de Roosevelt, pero tenía más claro que si se quedaba en casa tendría otro ataque al sentir toda la presión de sus pensamientos. Así que eligió Roosevelt, porque sabía que tendría el apoyo de Patty por si necesitaba de alguien.

Llegó al colegio con la mente serena, o al menos lo intentaba desde el inicio de la primera clase hasta el descanso.

            -En los últimos días se ha hecho más intenso, y sobre todo frecuente… Y tengo miedo, no sé si pueda seguir soportándolo, y más con Mateo todo diferente y sin poder recordar ni un solo recuerdo nuestro por mi culpa. No quiero seguir viviendo mi vida así… –Le informó Kara a Patty con suavidad y temor en su voz, con la mirada ligeramente caída por la pena. Caminaban por el pasillo del colegio dirigiéndose hacia la cafetería.

            -Ya hablamos de eso. –Patty se le adelantó y se paró frente a su amiga para detenerla en son de reprenderla–. Deja de sentir que eres culpable de lo que le pasó a Mateo, porque no es así. –Levantó las manos ligeramente como signo de estar agobiada.

            -Lo dices solo porque eres mi amiga sino, ¿por qué estarías tan segura? –Kara le plantó cara, casi cuestionándola.

Pero en el momento justo en que Patty estaba por darle una respuesta fue interrumpida.

            -Me enteré de lo que pasó con Mateo, debe ser muy difícil que no pueda recodarte. –Habló Xiara al aparecer de repente junto a ellas y mostrarse amable de forma tan exagerada que resultaba absurdo.

Sin embargo, no hubo respuesta de parte sus ex amigas, las cuales multiplicaron por cero a Xiara y siguieron caminando como si nada, como si ni siquiera la hubieran escuchado. Un momento después, llegaron a la cafetería y observaron a Héctor, que se sentaba notoriamente en una de las mesas del centro, con actitud desolada y ligeramente triste mientras veía la pantalla de su teléfono. Sin dudar ni un segundo se acercaron a él, para hacerle compañía.

            -Hola. –Lo saludaron casi en unísono, haciendo que levante la mirada con suavidad, para luego dejar su teléfono a un lado al verlas.

            -Hola chicas. –Saludó él, con voz serena, y con un ligero toque te tristeza.

            -Lamento haberme ido ayer de repente, sin decir nada. –Se disculpó Kara, sentándose en uno de los asientos, con Patty haciendo lo mismo después de ella.

            -Tranquila, te entiendo. Para mí también es muy difícil intentar hacer una broma con mi amigo y darme cuenta que no lo entendería porque no recuerda nada, ni siquiera nuestra amistad más allá de lo que le decimos. –La calmó Héctor, con una mueca, inclinándose hacia atrás en su asiente para reposar la espalda en el espaldar de su silla.

            - ¿Y Alejandro? –Preguntó Patty casi de forma exagerada, sorprendiendo ligeramente a ambos.

            -Aún sigue enfermo. –Respondió ligeramente dudoso, haciéndolo notar con la expresión en su rostro.

            - ¿Tienes su dirección? Me gustaría visitarlo. –Musitó Patty.

            - ¿En serio? –Cuestionó Kara con duda.

Y fue salvada por segunda vez, esta vez por la campana que indicaba el fin del descanso.

            -Te lo enviaré por mensaje. –Le respondió Héctor a Patty mientras se levantaba de su asiento al mismo tiempo que lo hacía Patty y Kara.

            -Gracias. –Le respondió Patty y se alejaron de Héctor.

            - ¿Por qué el repentino interés por Alejandro? –Le cuestionó Kara, frunciendo ligeramente el ceño mientras caminaban hacia su salón de clases–. ¿Te sigue gustando?

            - ¿Qué? No, tonta. Solo me preocupa y ya. –Mencionó Patty a la defensiva, nerviosamente.

            -Ajá, sí. –Se burló Kara con una sonrisa divertida que no había hecho desde hace un par de días.

 

“Él”

Patty observó la dirección en su teléfono una última vez para asegurarse, antes de topar a la puerta de madera colorada en una casa un tanto amplia con la fachada pinta de gris y crema. Topó dos veces, y en el instante que iba a topar por tercera vez se abrió la puerta, revelando a Alejandro frente a ella.

            -Hola. –Dijo Patty con suavidad, y la reacción de Alejandro fue similar a la que tenía en mente.

Alejandro la observó con miedo en su mirada, cerrando la puerta con rapidez al mirarla por completo. Patty echó un suspiro y habló a través de la puerta, con la esperanza de ser escuchada.

            -Solo quiero hablar. –Dijo con suavidad–. Entiendo cómo has de sentirte y no tengo ninguna intensión en delatarte. Soy más de los que afrontan sus problemas por sí solos, sin ningún empujón.

Se formuló un silencio, uno que le hizo pensar a Patty que no saldría nunca, pero la puerta se abrió luego de un segundo, devolviéndole la esperanza. Alejandro atravesó la puerta, mostrando una actitud ruda bajo su notorio temor por lo que fuera a pasar.

            -No quise hacerlo. –Musitó Alejandro manteniéndose de pie, para luego dar unos cuantos pasos y sentarse en la acera, haciendo que Patty lo siguiera e imitara,

            -Lo sé. –Susurró Kara–. Y no te culpo, y sé que Mateo tampoco te culparía… –Lo observó con minuciosidad, examinándolo. Se mostraba temeroso, y ciertamente triste, pues hacía su mayor esfuerzo de no verla a los ojos.

            -Es porque no se lo has dicho… –Musitó Alejandro con el punto de su mirada en sus pies.

            -Y no tengo por qué hacerlo, porque es algo que tú debes hacer cuando sientas que es el momento. –Le mencionó de forma que le hiciera sentir seguro, y lo logró.

            - ¿Cómo está? –Le preguntó con suavidad.

            -Está tranquilo, fuera de que no recuerda nada de su vida antes de despertar. De hecho, le darán el alta hoy en la tarde.




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