Desconocidos

Capítulo 30.

“Él”

Pasaron treinta días desde el funeral de Kara, y pese a que aún dolía su partida, Mateo hacía su mayor esfuerzo para que siga adelante. Logró realizar los exámenes finales sin preocupación, y había llegado el día de la graduación.

Mateo caminó por el pasillo con la mente serena, vestido de traje, do un color gris muy suave sobre una camiseta completamente blanca. Llegó al vestuario y se encontró con Héctor, que iba vestido con un traje negro con cuadros grises.

            -Llegó el día. –Comentó Héctor, acercándose a Mateo para saludarlo.

            - ¿Debería reír o llorar? –Cuestionó Mateo con tono divertido mientras le extendía la mano a Héctor para realizar el saludo que los destacaba como amigos.

            -No lo sé, ¿me vas a extrañar? –Preguntó Alejandro al aparecer desde atrás y lanzarse encima de Mateo.

            -Claro que sí, huevón. –Le respondió Mateo haciendo esfuerzo para no caer con Alejandro encima, hasta que se liberó de él.

            -No me extrañes mucho. Tal vez nos veamos en Cambridge, quién sabe… –Agregó con presunción en su mirada.

            -No digas babosadas. No podrías, aunque quisieras, de hecho, me sorprende que te gradúes. –Comentó Héctor, burlándose de su amigo.

            -Estoy aquí porque así lo quiso el destino. –Le respondió Alejandro, con una expresión muy divertida mientras juntaba las manos en símbolo que alabanza hacia el cielo.

            -Ya huevón, mejor vamos a ponernos las togas. –Mateo empujó a Alejandro con el hombro incitándolo a ingresar a la habitación, pero fueron interrumpidos en el transcurso por la voz de Ángela.

            - ¿Aún no se lo pusieron? –Les cuestionó Ángela al aparecer de un lado, vestida con la toga de color guinda, con toques blancos, y el birrete en la cabeza–. ¿Ustedes se quieren graduar o qué? –Cuestionó con una ceja alzada.

            -En eso estamos. –Le respondió Mateo, intentando empujar a Alejandro una segunda vez.

            - ¿Es en serio? ¿Aún no se cambian? –Cuestionó Patty al parecer detrás de Ángela, vestida con un precioso vestido color perla, apretado hasta la cintura con diseño de flores, y completamente suelto del resto hasta la altura de las rodillas. Sosteniendo su teléfono en las manos.

            -En eso estamos. –Volvió a decir Mateo, rodeando los ojos–. Solo espéranos junto a mis papás, como todo el resto.

            -Venía a avisarte que… –Intentó decirle Patty casi en gruñido, pero fue interrumpida por una maestra que se veía apresurada.

            -Chicos, necesito que se pongan las togas ahora mismo. –La mujer se veía ansiosa mientras miraba el reloj de su muñeca–. Patty, ¿tú que haces aquí? Deberías estar con los demás invitados. –Le preguntó a Patty al notarla junto a ellos, y luego movió el punto de su mirada hacia Ángela–. Señorita del Solar, vaya yendo por favor.

            -En eso estamos, miss Sandi. No se estrese, por favor. –Mateo intentó calmarla, pese a que le divertía su actitud.

            -Sí, miss Sandi. No se estrese, se va a arrugar.

            -Solo vayan a vestirse. –La mujer levantó las manos para callarlos a todos, con la desesperación apoderándose de su ser.

            -Sí mi general. –Dijo Héctor con tono divertido e ingresó junto a Alejandro.

Ángela y Patty se alejaron juntos, y Mateo intentó ingresar al vestuario, pero fue interrumpido.

            - ¡Mateo! Casi se me olvida. –La elevación repentina de voz de la mujer hizo que se volteara casi en susto–. El papá de Kara no está en la ciudad, así que no podrá asistir al homenaje para su hija. ¿Podrías dar el discurso? Yo sé que no estás preparado y que esto es repentino, pero la historia que tuviste con Kara fue tan bonita que sé que lo harás muy bien.

            -No se preocupe. Yo daré el discurso. No necesito estar preparado, después de todos, las palabras solo fluyen cuando se dice desde el corazón. –Mateo le sonrió a la intensa mujer para calmarla.

 

“Ella”

El auto avanzó por la autopista, y llegó hasta el lugar de destino, aparcó en el estacionamiento, y del asiento del conductor bajó el papá de Kara, con unas gafas de sol en la cara, que se quitó para abrir la puerta lateral del auto luego de dar un profundo respiro al sentir el aire fresco en su rostro. Extendió la mano dentro del auto y ayudó a bajar a una anciana de unos casi ochenta años aproximadamente, junto a un anciano casi de la misma edad. Una vez fuera del auto, caminaron hacia la playa con suavidad en sus pasos, bajo la intensidad del sol y el viento fresco que llegaba de vez en cuando, caminaban intentando que la arena no ingrese a sus zapatos. Estaban en México, exactamente en la playa dónde el hombre había conocido a la mamá de Kara. Estaban ahí para cumplir el deseo de su hija.

El hombre dio unos cuantos pasos, acercándose más a la orilla, y de su bolsillo sacó una foto. La miró un momento. La foto era una de su familia, donde estaban Kara junto a sus padres, sonriendo felices hacia la cámara, días antes de saber sobre la enfermedad de la mamá de Kara… El hombre le dio un beso a la foto y observó la foto con pena en su mirada, para luego dejarla sobre la arena, y que en cuestión de segundos se la llevó el mar.

            -Descansen tranquilas mis amores, espérenme con calma… Aún hay un par de cosas que tengo que hacer… –Susurró con la mirada hacia el mar, perdida en el horizonte, con una sonrisa serena en su rostro que reflejaba pena y calma en su interior.

Regresó hacia los abuelos de Kara, quienes observaban la escena, muy conmovidos. El hombre su puso junto a ellos, observando hacia el mar, respirando tranquilidad y quietud.

            -Gracias por estar aquí conmigo. –Les dijo con suavidad.




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