Desconocidos

Epílogo.

* * *

10 años después.

Al a puerta de la casa se acercó un hombre de unos veintiocho años de edad. Era Mateo, quien ingresaba a la puerta de la casa de sus padres. Atravesó la puerta, con una ligera sonrisa alegre mientras observaba hacia delante con cautela, observando quién será la primera persona que se encuentre y una enorme sonrisa emocionada emergió en su rostro al ver a su hermanito jugando en la sala de estar.

            -Arriba las manos. –Le dijo a su hermano de nueve años, haciendo una pistola con sus manos y sonriendo divertido.

            - ¡Mateo! –Se sorprendió el niño, corriendo hacia él muy contento para abrazar a su hermano mayor.

            - ¿Qué hay hermanito? –Mateo se agachó un poco para abrazar a su hermanito, y le revolvió el cabello con la mano.

            - ¿Qué es todo ese escándalo? –Cuestionó la mamá de Mateo, apareciendo desde la cocina y sorprendiéndose al ver a su hijo en casa–. ¡Mateo! Hijo, qué sorpresa. ¿Por qué no avisaste que venías? –Se acercó a su hijo y le dio un abrazo.

            -Quería sorprenderlos. –Dijo Mateo entre sonrisas mientras sentía el cariño de su madre.

            -Hijo, qué bueno tenerte de visita. –Apareció su papá, bajando las escaleras para acercarse a saludar a su hijo.

            -Esta vez no estoy de visita. –Sonrió Mateo con emoción–. Regresé a quedarme, me contrataron para trabajar en la clínica San Gabriel.

            - ¿En serio? Qué bueno hijo mío, que buenas noticias. –Se alegró el hombre por su hijo.

Mateo se puso al tanto con su familia, pues había pasado más de dos años desde la última vez que los visitó. No había nada extraordinario que contar, ya que se había concentrado plenamente en sus estudios, aunque sí hizo muchos amigos y se divirtió, pero necesitaba volver a ver a sus viejos amigos.

Buscó a Héctor en su oficina, para sorprenderlo, sin saber que sería él el sorprendido.

            -Lo veo y no lo creo. –Comentó Mateo con diversión, al ingresar a la oficina de su amigo en el último piso del edificio–. Héctor Aguilar como gerente de una empresa exitosa.

            -Mateo, qué sorpresa. Qué bueno tenerte de visita, hermano. –Se levantó de su asiento y se acercó a él al verlo atravesando las enormes puertas.

            - ¿Qué hay hermano? ¿Cómo has estado?

            -Pues bien, la verdad muy bien. Nada novedoso. ¿Qué hay de ti?

            -Mejor que nunca. –Sonrió Héctor.

            -Ah, ¿sí? ¿y a qué se debe tanta felicidad? –Cuestionó Mateo con curiosidad.

            -Me voy a casar con Ángela. –Confesó con emoción.

            -Hermano, qué buena noticia. Qué bueno que dejaste de ser un imbécil y te animaste a hacerlo. –Mateo abrazó a su amigo por segunda vez para felicitarlo.

            -Sí, ha ha ha. Pero bueno, ¿qué dices si vamos a celebrar? No sé cuánto tiempo te quedarás, aprovechemos ahora mismo.

            -Ha ha ha. Tranquilo, regresé para quedarme, ya habrá tiempo para celebrar. Ahora tengo que hacer algo importante. –Comentó Mateo con una sonrisa unida a una mirada emotiva, algo que Héctor entendió a qué se refería.

 

Una hora después.

Mateo caminó por el césped, con un ramo de peonias en sus manos. Atravesó el cementerio, haciendo eco en cada uno de sus pasos mientras se acercaba más hasta que llegó a la tumba de Kara, donde encontró una placa de metal brillante que tenía escrito:

Kara Andrade Luján.

2002 – 2020

Mateo sonrió ligeramente, sentándose en cuclillas y poniendo el ramo de peonias junto a la placa.

            -Lo logré, hermosa. –Sonrió Mateo con emoción en sus ojos ligeramente húmedos–. Fue complicado, pero el viaje fue placentero. Gracias por tu apoyo y tu motivación, te sentí cerca de mí en cada momento difícil. Puedes estar tranquila, a partir de ahora ya puedo solo… –Besó la yema de sus dedos de su mano derecha y luego la llevó hacia el césped, junto a la placa de metal, con los ojos cerrados–. Descansa hermosa, aun te llevo en mi corazón y lo seguiré haciendo.

Su corazón estaba alivianado, no sentía tanto dolor como antes, aunque aún sentía la ausencia de Kara. Cumplió su promesa, y algo en su interior le decía que Kara estaba contenta.

Regresó a su auto, con el corazón calmado, caminando serenamente y jugando con las llaves de su auto en su mano para distraerse. Con la mirada distraída, no notó que alguien se acercaba hacia él, ocasionando que choqué con esa persona.

            -Perdón, venía muy distraído. –Se disculpó Mateo con rapidez al estrellarse, agachándose a recoger el ramo que había tumbado, y solo cuando se levantó, fue cuando notó a la persona con la que había chocado. Observando cautivado a una hermosa chica de ojos cafés y cabello negro, y ondulado a la altura de la espalda

Se levantó recogiendo el ramo para entregárselo, cautivado por la belleza de la chica frente a él.

            -Perdón. –Le musitó con suavidad, intentando no parecer nervioso.

            -Tranquilo, no pasa nada. –Respondió la hermosa mujer con una ligera sonrisa divertida en su rostro, mostrándose ligeramente nerviosa.

Mateo sintió un movimiento en su corazón, como un cosquilleo que intentaba decirle algo. Y supo la respuesta.




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