Descubriendo a Marte

Capítulo uno

 

- ¿Estás nerviosa? - Asiento. - Yo estaré contigo.

- Lo sé. 

Acomoda su cabeza en la curva de mi cuello. La única luz que nos alumbra es la del cielo que atraviesa mi ventana y nos apunta directamente.

- Mira las estrellas...- Su aliento en mi oreja me estremece. - Se están desvaneciendo, ya está amaneciendo.

- Odio los amaneceres, odio verlas desaparecer.

- No desaparecen, solo se desvanecen, dejan de brillar, pero están ahí.

- Ya lo sé, yo te dije eso, recuerda quién será-

- La siguiente astronauta, lo sé. Ojalá no te pase lo de Gravity y te quedes deambulando por el espacio.

- No entiendo qué clase de consuelo es provocarme un nuevo trauma. No seré astronauta, me quedaré desde mi casa estudiando las estrellas. Ese es mi plan.

- Y yo te cantaré mientras le pones mi nombre a algún planeta que encuentres.

- Pon mi nombre a tu primer álbum musical y consideraré poner tu nombre en algún extraterrestre que descubra.

- Marte, pondré tu nombre en toda mi discografía musical.

Siento como presiona sus brazos contra mi cuerpo y luego me deposita un beso en la mejilla.

- Tengo miedo, no quiero empezar de nuevo. - Digo mientras veo cómo la oscuridad se retira completamente del cielo.

- Piensa en que será como una prueba, el otro año tendrás que empezar de nuevo, y será en una nueva ciudad, así que toma esto como un reto.

- Eso me pone peor, no me quiero separar tan pronto de ti ni de Samuel.

- Marte... siempre estaremos los tres.

- Lo sé

- Hemos hablado de esto todo el verano. Prometimos los tres que íbamos a disfrutar al máximo nuestro último año de secundaria.

- La verdad es que tengo miedo de no agradarle a nadie.

- Pero si no le agradabas a nadie antes.

Una risa explota desde mi garganta. «Es cierto.»

- Pero al menos era mutuo, ellos no me agradaban tampoco, pero nos conocíamos todos desde kínder.

- La verdad es que la idea de conocer gente nueva y dejar de ver a esos idiotas me agrada. Me premiaron al liberarme un año antes de toda esa gente.

- ¡Ay! - Me tapo la cara con mis manos porque no puedo creer lo que dice. - ¿Cómo puedes ser tan alzado?

- ¿Alzado?

- Sí, a todo el mundo le caías bien en el colegio. ¡Eras amigo de todos!

- Sería alzado si dijera justamente eso, pero dije todo lo contrario…

- Pero lo dices solo para hacerte el humilde antisocial...

- Marte... solo me importas tú y Samuel, la existencia de los demás me importaba un rábano.

Ruedo los ojos, lo dejo ganar esta vez solo porque no habíamos dormido absolutamente nada y me siento cansada.

La noche anterior prácticamente lo obligué a quedarse conmigo porque no podía lidiar con la idea de un primer día de clases en un colegio totalmente nuevo.

La idea de terminar mi secundaria con gente que no conocía me aterra demasiado, pero sabía que tenía a Jota y a Samuel. Siempre fuimos solo los tres y siempre seremos solo los tres.

El despertador de mi celular retumba por toda la habitación. Jota emite un quejido de molestia y esconde su cabeza bajo la almohada. Lo apago rápidamente y me levanto de la cama.

-Bueno, es ahora o nunca. - Intento motivarme a mí misma.

- Tienes razón, mejor quedémonos todo el día de hoy, o mejor aún, toda la semana. Vamos la próxima. Aunque la idea de la escuela en casa no es mala idea.

Jota no despega su cabeza bajo la almohada.

- ¿En serio? ¿Ahora es buena idea? ¿Estuve todo el verano dándoles argumentos válidos y solo por una mala noche cambiaste de opinión? -

Me quedo parada esperando que reaccione, pasan unos segundos hasta que escucho un ronquido.

- ¡Jota! - Le tiro mi almohada

- ¡Ya va! - Se reincorpora de la cama y por un momento se pierde en la nada, está durmiendo con los ojos abiertos.

Al menos logro que se levante, que se despierte es otra cosa. Me dirijo hacia mi armario.

Hace semanas que había elegido qué me iba a poner este día, ya que estaba segura de que si lo dejaba para última hora, me iba a terminar estresando y sería capaz hasta de no ir al colegio.

Sé que cosas tan banales no deberían causarme tanto conflicto, pero últimamente lo hacen. Así que he decidido tener todo bajo control para tener un primer día de clases común y corriente.

Unos rasguños se escuchan en la puerta de mi habitación y la abro. Un ser regordete de cuatro patas cruza con mucha comodidad.

Olmo, mi perro, fue exiliado de mi habitación la noche anterior porque no dejaba de ladrarle a Jota. Siempre que mi madre no está en casa, mi perro toma esa actitud de joder.

- Bueno Olmo, al menos tuviste la cama de mamá para ti solo. - Mi perro camina arrastrando sus enormes orejas por el suelo y se acuesta en mi cama.

Jota se vuelve a recostar en la cama y abraza a Olmo, lo he perdido, ahora no hay nadie que los levante.

- Se supone que ahora, si tienes que ladrarle, debemos irnos al colegio.- Olmo me mira por un segundo y luego se acomoda con Jota en la cama. He perdido a dos soldados.

Recojo la ropa de Jota que está en el suelo y se la tiro.

-Tengo mucho sueño, prefiero morir que ir al colegio. No puedo, no puedo - dice Jota con una voz de berrinche, pero logro que comience a vestirse.

Termino de vestirme completamente. Me preocupé más por lo que iba a llevar puesto que por arreglar mi mochila ayer, así que comienzo a meter todo lo que encuentro.

Jota abre mi armario y comienza a buscar algo.

- ¿Dónde está el gorro de jean que usaste la semana pasada? - miro el reloj y me desespero por la hora y la tranquilidad de Jota. Me acerco al armario y busco ese bendito gorro.«Odio a los hombres»




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