Luego del desastre natural que arrasó y mató a casi todos en el Planeta Namek, la vida había sido apacible en el lugar, gracias al único sobreviviente que se convirtió en el Gran Patriarca, su raza empezó a renacer, por su habilidad de reproducirse por medio de huevos se estaba logrando repoblado su mundo, ahora sus descendientes se dieron a la tarea de reforestar con árboles de Ajisa los campos.
Cada cierto tiempo el Gran Patriarca tenía nuevos hijos, los que eran acogidos en los hogares de sus hermanos mayores, en cada casa vivían un par de adultos, que tenían afinidad de carácter, y dos niños, aunque el padre de todos era del Clan Dragón, algunos de sus hijos eran guerreros, uno de ellos tenía un increíble nivel de pelea, era serio, educado, responsable, por eso se convirtió en el protector de su padre, se llamaba Nail.
Cuando este guerrero ya era un adulto, el Gran Patriarca tuvo dos nuevos hijos, que crecían felices, el mayor era Dende, el otro Scargo, ambos eran mejores amigos, y siempre estaban juntos, en ese momento intentaban volar, pero les estaba costando un poco más de lo normal, pero no dejaban de apoyarse e intentarlo.
El más grande de los dos niños, de lejos veía a los guerreros que entrenaban, junto con lo demás pequeños del lugar, con admiración, sobre todo por el Guardián del Gran Patriarca, pero nunca se había atrevido a hablarle, de solo verlo se ponía nervioso. Todo hubiera seguido así si no hubiera sido por una gran nave que aterrizó en un lado aislado del planeta, solo los dos amigos, que se habían alejado del pueblo para explorar, los vieron.
Ambos se escondieron detrás de una roca, miraban entre asustados y asombrados a los extranjeros.
— Vamos a avisar — le susurró Dende al otro.
— Primero quiero verlos desde más cerca — le respondió en voz baja.
— ¿Para qué arriesgarnos? Mejor...espera... — se asustó al ver a Scargo escabullirse más cerca de los extraños.
Asustado, pero con ganas de hacer volver a su hermano, lo siguió, se quedaron espiando a los seres de la nave escondidos tras unas rocas y matorrales, eran humanoides, pero de distintas razas. A pesar de su sigilo el jefe de los piratas los descubrió.
— Miren muchachos, unos pequeños espías — dijo con voz irónica, y tomó del brazo a Scargo.
— Vaya, que les parece — respondió otro de los bandidos, con una sonrisa horrible, sujetando a Dende.
— Suéltennos — reclamó el más pequeño de los niños, asustado.
— Primero nos dirán que tesoros tienen, y dónde está el Palacio de su rey, gobernante, dirigente o lo que sea.
— No digas nada — gritó Dende, preocupado por el Gran Patriarca.
— Vamos a ver si son tan valientes — el líder de los piratas sacó un cortapluma y se lo acercó agresivamente al pequeño que tenía en las manos, pero antes que pudiera hacer nada, un rayo le hizo botar el objeto que tenía en la mano.
Eran los guerreros que llegaban liderados por el más poderoso de todos.
— Dejen a esos niños — ordenó Nail.
Los extranjeros empezaron a combatir con los recién llegados, mientras los dos menores trataban de cubrirse de los rayos. Al ver que estaban perdiendo el Jefe de los bandidos tomó a los niños y los uso como escudo.
— No te escondas tras esos inocentes, cobarde — masculló entre dientes Nail, furioso.
— En el amor y la guerra todo se vale — dejó a Scargo, pero se llevó a Dende a una de las naves.
— ¡¡¡HERMANO!!! — gritó desesperado el pequeño que quedó libre.
— Si veo que nos siguen mataré a este enano — con una pistola apuntó a la cabeza del niño.
Cuando la nave llegó a cierta altura, lo tiró a un lado para poder manejar los instrumentos.
— Apenas estemos en el espacio exterior — miró a su rehén, y rió maligno — te devolveré a los tuyos.
— Pero no puedo respirar en el espacio... moriré — dijo asustado.
— Esa es la idea jajajaja.
El pequeño aprovechando que el otro no lo vigilaba, tomó la pistola que había quedado sobre un mueble, y disparó a una pared por donde empezó a salir el aire y las cosas del interior de la nave, el niño y el malhechor salieron en caída libre, Dende intentó volar, pero el adulto, al ver lo que hacía el pequeño, desesperado se tomó de su pierna, con el peso extra, ambos comenzaron a bajar muy rápido.
— Vuela enano, o los dos moriremos. Vi que lo hiciste recién.
— No puedo hacerlo con usted tomado de mí.
Por suerte para ellos dos guerreros aparecieron a gran velocidad, uno tomó al humanoide, y el otro, Nail, acomodó contra su pecho a Dende, quien, a pesar de la situación, no pudo evitar sonrojarse y bajar la mirada, avergonzado.
— ¿Estás bien? — preguntó el protector del Gran Patriarca, con su voz profunda, demostrando genuina preocupación.
— Sí, gracias — susurró nervioso — puedo bajar solo.
El mayor no le hizo caso, al llegar con los otros dejó a Dende en el piso, donde su hermano, que lo abrazó aliviado.
— Ahora váyanse, si vuelven a aparecer no seremos tan amables — amenazó serio Nail.
Los bandidos se acomodaron en la nave que les quedaba y se fueron lo más rápido que pudieron.
Ya cuando no se veían las naves en el cielo.
— Gracias a todos — dijo a los otros guerreros el protector del gran patriarca — vuelvan a sus aldeas.
Cuando los niños iban a volar discretamente para que no los vieran, Nail los tomó y los acomodó en su pecho.
— Podemos irnos solos — rogó avergonzado Dende.
— Debo hablar con el Patriarca de su aldea — los miró serio, y algo molesto, pensaron los niños — debieron ir a avisar en vez de acercarse a los desconocidos.
Sabían que les esperaba un buen reto y un castigo por lo que hicieron, pero todo eso no le preocupaba tanto al que rescató Nail, que sentir los brazos del guerrero a su alrededor, no entendía que le pasaba, sus mejillas ardían, y su corazón amenazaba con salirse de su pecho.
Editado: 13.06.2020