Shin tenía un profundo dolor de cabeza y estaba harto de las visiones, no podía tocar nada sin recibir algo, una emoción, una imagen, una palabra en su cabeza. Tocó el sillón de Mirabella para verla sola en la oscuridad de su habitación mirando a la estática en su monitor. Tuvo que invocar a su odio para librarse de ellas. La casa de Mirabella era un bello piso en un sector comercial del planeta. Estaba cerca del templo y tenía una gran vista a un hermoso parque. Como esperaba, no tenía un solo toque personal, ya que era una espía como él. El sillón era cómodo y el lugar tenía todas las comodidades necesarias.
“Gracias, podíamos quedarnos en un hotel o…” Decía Alara mientras recorría en lugar con la espía.
“Nada, Alara. Eres la primera amiga que visita mi casa… Nunca estoy aquí, así que son una gran excusa para compartirla.” Dijo pensante la espía. “No quiero que los linchen en el templo.”
“Gracias, Mirabella.” Dijo sonriente Shin. “Se siente igual que a mi piso en Kaas… frío y estéril. Si mi novia me deja vamos a comprarte algo para que nos recuerdes.”
“Es…”
“Normal.” Completó divertido. “Yo también era un espía…”
Alara se sentó a su lado para mirarlo con detenimiento.
“¿Te duele la cabeza?” Preguntó apenada.
“Sí, esos analgésicos no ayudan mucho… Cada cosa que toco me cuenta una historia.” Dijo sonriente Shin. “No nos mintió sobre que éramos los primeros.”
Mirabella estaba avergonzada.
“No te estoy juzgando, así es la vida de los espías…” Dijo sonriente Shin. “Ahora que tengo perspectiva, necesitas alguien como Alara en tu vida… No puedes llevar el peso de la República en la espalda sola.”
“Deberías escuchar ese consejo, Shin.” Dijo divertida la espía.
“Yo tengo a mi Alara y mis amigos del Imperio.” Dijo sonriente Shin mientras apretaba a su novia.
“Estoy hablando con todos al mismo tiempo, Alara.” Dijo al aire Mirabella mientras se hundía en su sillón.
“No armes una comisión o alguna de esas estructuras bastardas que tanto gustan en la República, Mirabella. Dos naves, un escuadrón y un grupo de jedis.” Dijo sonriente Shin.
“Eres un Imperial, Shin.” Dijo pensante Mirabella. “Pero eso iba a hacer…”
“Conozco todas las debilidades de la República, Mirabella. Prefieren ver mundos arder mientras discuten quien pierde más al hacer algo al respecto que salvar a esas personas.” Respondió al aire Shin. “¿Qué vas a hacer, preciosa?”
“Mirana y Vitti van a cuidarte mientras voy al templo.” Dijo pensante Alara. “No quiero dejarte solo, pero necesito saber que no estás yendo a una trampa.”
“Eso de las togrutas fue toda una sorpresa, Alara…” Dijo sorprendida Mirabella.
“No me lo esperaba…” Dijo pensante Alara. “¿Cómo… se sienten esas visiones?”
“Siento lo mismo que ellas, Alara. No es placentero y siento que mi cabeza va a explotar…” Dijo pensante Shin. “Demasiada información en un instante… Tengo un secreto para ti, pero no sé si quieres escucharlo.”
“Dime lo que quieras…” Dijo con curiosidad Alara. “No puedes espantarme…”
“Encontré a tus padres…” Dijo sin cuidado Shin para sorprender a su novia.
“¿De verdad?” Preguntó pasmada.
“Sí, estuve espiando a tu hermano antes de encontrarnos y el único secreto que no pude encontrar fuiste tú. Tus padres son dueños de una empresa y viven en Kaas. Tenemos que ir a hablar con el Comandante, tal vez quieras verlos.” Dijo pensante Shin.
“Me… me encantaría.” Dijo sorprendida Alara. “No recuerdo mucho de ese día, recuerdo que me sacaron por un balcón para que escape…”
“Es normal, Alara. No son buenos recuerdos.” Dijo sonriente Shin mientras veía exactamente lo que había pasado. “Tharan ya era todo un sith…” Agregó descuidado.
“¿Cómo lo sabes?” Preguntó sorprendida.
Shin liberó su odio para terminar con las visiones.
“Puede que lo haya visto…” Dijo sonriente. “Yo sé que no te…”
“No te preocupes por mí, si te alivia el dolor puedo tolerar un rato tus ojos… rojos.” Dijo apenada Alara mientras se acostaba sobre su regazo para míralo desde abajo. “Gracias por esto, Shin… No esperaba que estuvieran vivos.”
“Yo tampoco, los siths suelen destruir sus debilidades… Creo que tu hermano siempre quiso conquistar la galaxia como una familia…” Dijo pensante Shin.
“¿Así te veías como Ihsahan?” Preguntó con curiosidad Mirabella.
“No.” Respondió al instante Shin. “Xania me había prohibido sacarme la máscara en público y la verdad es que pocas veces necesito esto para pelear.”
“¿Conoces bien Kaas?” Preguntó con curiosidad Alara.
“Es mi ciudad.” Dijo divertido Shin. “Era territorio de tu hermano, yo lo purgué de criminales y traidores… No suena bien cuando lo digo así, solo quería que fuera un lugar mejor para vivir…” Agregó apenado.
Mirabella se puso de pie para abrir la puerta mientras él miraba a su novia, que estaba acostada en su regazo.
“Solo voy a irme un rato…” Dijo la jedi.
“No te preocupes por mí, preciosa.” Dijo sonriente Shin. “Puedo cuidarme solo…”
“Lo sé, pero…” Dijo apenada Alara mientras Shin metía su mano en su túnica para acariciarla.
“Te prometo que no voy a suicidarme…” Dijo divertido.
“No quería insinuar eso…” Dijo apenada Alara.
“Lo sé, pero… a veces me siento así y está bien que te preocupes.” Dijo pensante Shin. “Me gusta mucho que me cuides así, Alara… Me…”
Vitti entró corriendo para saludarlos y asomarse por la ventana. Mirana, en cambio, se quedó parada detrás de ellos.
“Aquí están las niñeras…” Dijo divertida Mirabella.
“Mirana, no lo dejes hacer nada… Lo encontré haciendo flexiones en el hospital.” Dijo ofuscada Alara mientras se ponía de pie. “A la cama…”
Mirana sonrió con malicia mientras Vitti se acercaba.
“Tú… tú sabes a que me refiero…” Dijo avergonzada.
“Te amo, preciosa. Cuida a nuestra espía favorita…” Dijo sonriente Shin.
Alara lo besó para marcharse junto a Mirabella mientras él se metía en la cama. La habitación de Mirabella tenía muchos tonos de grises y parecía que le gustaban los almohadones. Ya no quería dormir un segundo, pero tenía que respetar lo que Alara había dicho. Vitti se acostó a su lado a mirarlo de cerca.
“¿Estás bien?” Preguntó preocupada. “Voy a preparar una torta y traje té…”
“Gracias, Vitti…” Dijo sonriente Shin. “Estoy… bien.”
“¿Te ayuda ser… rojo?” Preguntó con curiosidad mientras apretaba su mano.
“Sí, mi mente está más enfocada en este estado…” Dijo sonriente Shin. “No te preocupes por mí, Vitti. ¿Cómo estaban los demás?”
“Shia estaba celosa.” Dijo desde el pasillo Mirana. “Artrisa se ofreció a ser la chofer.”
“Ambas querían conocer el templo…” Dijo pensante Vitti. “¿Quieres un masaje?”
“Vitti…” Dijo sonriente Shin.
“Solo un masaje… puedes… puedes hacerme el amor si quieres.” Dijo divertida la twi’lek. “Solo si quieres.”
“Es incorregible.” Dijo al aire Mirana mientras se sentaba a su lado. “Este trabajo es raro, Shin. Nadie puede protegerte.”
“Estás haciéndome compañía, Mirana. Gracias porque quedarte conmigo… Alara tiene miedo de que me suicide.”
Las mujeres se miraron sorprendidas.
“¿Por qué lo harías? Encontraste a tu maestra y…” Dijo al aire Mirana.
“A veces… siento que todos estarían mejor sin mí, Mirana…” Dijo sonriente Shin.
“Eso no es cierto.” Dijo con firmeza Vitti. “Nosotras estamos contigo porque… porque queremos…” Agregó apenada.
“Es cierto, Shin… Creo que todas te diríamos que nuestras vidas son mejores gracias a ti.” Dijo con cuidado Mirana. “Supongo que tus enemigos no deben pensar lo mismo, pero lo que hiciste lo hiciste por el Imperio… En se momento…”
“Son solo excusas, Mirana…” Interrumpió con seriedad Shin. “Esto que tenemos que hacer… es peligroso, quiero que me digan si no quieren hacerlo.”
“No puedes deshacerte de nosotras, Shin.” Dijo contenta Vitti mientras lo abrazaba con fuerza. “Me gusta estar cerca te ti, además…” Agregó apenada.
“Puedes vivir conmigo, Vitti… No quiero que…”
“No vamos a ir a ningún lado, Shin.” Dijo sonriente Mirana. “Queremos estar ahí cuando Alara se aburra de ti…”
“Es cierto…” Dijo contenta Vitti. “No quiero que seas Mandalore, tendrías que usar máscara todo el día…”
“Hay que alejar a la mandaloriana.” Dijo jocosa Mirana.
“¿Cómo conociste a Alara?” Preguntó con curiosidad Vitti.
“¿No quieres preguntarle a ella?” Preguntó al aire Shin.
“Ya le preguntamos… Ahora queremos escuchar tu lado de la historia…” Dijo divertida Vitti.
Shin siempre tenía buenos recuerdos de esa época, cuando su vida era simple y predecible.