Ava
Han pasado casi dos semanas desde que mi vida se desmoronó en pocos segundos. Luego de que descubriera a Logan, mi prometido, engañándome con su mejor amiga, la cual siempre me había asegurado ser como una hermana para él.
Desde entonces, no ha parado de llamarme y aparecerse por aquí para tratar de hablar conmigo. Es tanta su insistencia, que he tenido que incluso cambiar la cerradura. Eso no le ha impedido aparecerse todas las noches fuera del edificio y gritar mi nombre, pidiendo que le escuche, en una ocasión acabé arrojándole el anillo de compromiso para que se callara.
Es por eso que hoy, a 15 horas de Noche Buena, he decidido coger un avión a la otra punta del hemisferio, solo para poder desconectar e intentar recomponer mi corazón roto. ¿A dónde voy? Sinceramente, no lo sé, compraré el vuelo con el destino más lejano a San Francisco que haya disponible.
Entro con una pequeña maleta como acompañante, al aeropuerto y me acerco al mostrador para así poder comprar el vuelo. La chica que se encuentra allí me sonríe, por lo que le devuelvo la sonrisa, o al menos lo intento.
- Hola, buenas tardes, me gustaría comprar un vuelo.
- Claro. ¿Cuál es su destino?
- Simplemente, deme el destino más lejano que haya, sin fecha de retorno, por favor.
- Oh, en ese caso, el vuelo con el destino más lejano es a Moscú y sale en una hora.
- Está bien, gracias. - digo mostrándole una sonrisa de agradecimiento.
Me entrega el billete, pago y salgo corriendo a hacer el check-in, porque de lo contrario, no me va a dar tiempo. Logro hacerlo, apresuradamente y cuando acabo, el número de mi vuelo resuena por los megáfonos del aeropuerto.
Corro hasta la puerta de embarque y me subo de prisa, me siento en mi asiento y es entonces cuando me doy cuenta de la magnitud de esta estúpida decisión. Cuando estoy a punto de levantarme y bajarme, sin importarme dejar aquí mi maleta o de perder el dinero que me ha costado el billete, la voz de la azafata retumba por todo el avión.
- Abróchense los cinturones, por favor, el avión va a despegar.