08-03-19
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Pasé el siguiente día investigando a todos los “amigos” cercanos de Gael, había más compañeros de drogas que otro tipo. Eran alrededor de diez personas, iba descartándolos uno a uno a medida que descubría lo que hacían aquel día del homicidio. Y luego de horas y horas de preguntar y revisar sus redes sociales, solo me quedé con dos posibles sospechosos. Carlos Gonzales y Mario Salas, Mario era el más cercano a Gael, demostró que le importaba muy poco su “amigo”. Aseguraba que Gael era el asesino, por lo que mis sospechas caían enormemente sobre él. No volví a hablar con Camila desde la última vez que nos vimos, pese a que necesitaba su ayuda, mi orgullo era mayor. Además, ella no estaba suspendida y tenía que ir al colegio, esa fue mi excusa principal y talvez la peor.
Me concentré en Carlos y Mario. Ambos se mantuvieron ocultos aquel día, pensaba que tal vez uno de ellos lo hizo, talvez eran cómplices o tal vez solo fue coincidencia, como lo fue en mi caso y en el de Gael. Pero estaba a punto de descubrirlo. Decidí ir a la casa de Mario, supuse que se llevó un castigo luego de lo que dijo Percy sobre su mochila, así que tenía que asegurarme de que no estaba en su casa. Por suerte para mí, no vivía muy lejos de mi casa, por lo que caminé hasta allí.
Cuando llegué a su casa, toqué la puerta y me abrió una elegante mujer.
-Buenos días, señora. –Le dije.
-Buenos días, ¿En qué puedo ayudarte?
- ¿Se encuentra Mario? –Le pregunté a la señora.
-Está en el colegio, ¿Tú eres?
-Ah, perdón. Soy el amigo de Mario… Pensé que hoy no iría a clases. No importa, vendré cuando regrese.
-Está bien. Yo le diré.
-Gracias. –Respondí amablemente, y me volteé rápidamente para evitar hacer notar mi incomodidad.
Se me hizo raro que haya ido a clases luego de lo que pasó, pero una parte de mí se alegró, podía entrar a su cuarto y revisar a ver si encontraba algo incriminatorio. Por lo que esperé a que la señora volviera a entrar a su casa y rodeé la casa para ver si había alguna ventana abierta. Le agradecí a la vida que la casa sólo fuera de un piso y le agradecí más cuando vi que efectivamente había una ventana abierta, y lo mejor aún, era la ventana de la habitación de Mario. Era un agradecimiento triple. Atravesé la ventana y caminé lentamente, tratando de no hacer mucho ruido porque no sabía dónde estaba la señora exactamente, así que debía tener cuidado. Era algo muy arriesgado, me metería en serios problemas si alguien llegara a enterarse, pero debido al poco tiempo que quedaba, lo merecía.
Busqué cuidadosamente por los cajones, en uno de ellos encontré un par de condones, pero fuera de eso no encontré nada incriminatorio. Fueron exactamente 10 minutos de adrenalina por no ser descubierto. 10 minutos perdidos. Estaba por salir por la ventana cuando escuché pasos acercándose, corrí en silencio lo más rápido que pude hacia debajo de la cama. Logré esconderme justo antes de que se abriera la puerta. Mi corazón latía a mil por segundo, empezaba sentir pánico. Vi los pies de la señora desde debajo de la cama, caminó hacia la ventana y luego salió de la habitación.
Sentí un increíble alivio, pero el pánico aún no había desaparecido por completo, seguía teniendo miedo y era irracional. Salí de debajo de la cama y abrí la ventana para salir rápidamente. Una vez fuera, cerré la puerta de nuevo. Mi celular empezó a vibrar, por suerte tuve la excelente idea de ponerlo en silencio antes de entrar. Era mi madre quien llamaba para hacer su “guardia”.
-Mamá. –Contesté mientras me alejaba de la cuadra. Volteé un momento hacia atrás para ver si alguien me había visto, pero no había nadie cerca como para hacerlo.
- ¿Está todo bien?
-Sí mamá, está todo bien. Salí un momento a comprar algo aquí cerca, pero ya estoy regresando. –Respondí nervioso.
-Está bien, no te tardes.
-Ya. –Corté. Guardé mi celular en mi bolsillo y regresé a mi casa. Regresé decepcionado al no encontrar lo que buscaba, empezaba a deprimirme por el fallo en todos los planes. Llegué a hasta la entrada de mi casa, y antes de entrar me quedé de pie en silencio, sin mover ni un solo músculo. Una parte de mí quería ir a acompañar a Gael, pero la mayor parte pensaba que no tendría cara para verlo luego de fallar. Me odiaba a mí mismo por eso, había sido un maldito cobarde toda mi vida y, a decir verdad, ya estaba harto. Pero de la misma manera que un adicto dice que no volverá a drogarse, yo me envolví en mi maldita cobardía.
Di media vuelta y caminé sin rumbo. No era medio día, aún tenía tiempo de hacerlo algo más para distraerme antes de que regresen mi madre y Lucas. Pero exactamente, no sabía qué hacer o a dónde ir. Estaba completamente invadido por la decepción, y empezaba a deprimirme sin poder contenerme o resignarme, era inevitable.
Caminé por las calles, me hubiera gustado llevar puestos mis audífonos, pero no quería deprimirme en casa, estaba harto de ese lugar, era el último lugar en el que quería estar en ese momento. Aunque en realidad no sabía dónde quería estar. Atravesé las calles, caminando en línea recta. Las personas iban de un lado a otro, seguramente a sus casas o quién sabe a dónde. Lo cierto es que pasaban, y la verdad me desesperaban, por lo que decidí ir hasta la Alameda de la Paz. Era de los pocos lugares en Tarapoto, en los que había poca gente a esta hora. De camino por las escalinatas, pensé en las pocas veces que salí de paseo junto a mi madre. No recordaba un momento así, luego de que mi padre murió, aunque haya estado muy pequeño hay cosas que un niño nunca olvida y yo recordaba perfectamente los paseos en auto, las largas caminatas en las que terminaba cargado por mi papá, eran momentos felices que se perdieron para siempre y ahora solo viven en mi corazón. Lo extrañaba muchísimo, como no se imaginaría nadie. Tras el recuerdo de mi padre, mi depresión aumentó y empezaba a sentirme un inútil. Sumado a lo poco que he ayudado a Gael hasta ahora, no lo quería admitir, pero necesitaba a Camila e incluso a Percy.
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Editado: 16.04.2021