Desde el hoyo en el que me encuentro

Capítulo 8.

11-03-19

...

Pasé todo ese domingo leyendo libros y escuchando música todo el día, no tenía ánimos para nada más, muchos menos con quien pasar el rato. Cada que podía, pensaba en todo lo que le había contado a Enrique, ¿Qué fue lo que me llevó decirle todo lo que sentía y pensaba? ¿Por qué le tuve tanta confianza? Pero lo que sea que me llevó a hacerlo, me hizo sentir bien…

            -Te propongo algo, cada que tengas un ataque de ansiedad, te sientas deprimido o tan solo necesitas hablar con alguien, acude aquí. Vivo a un par de casas de aquí, te veré, y vendré para hablar contigo… No importa la hora, no importa el clima, si necesitas hablar, ven aquí y estaré para escucharte… -Había dicho antes de regresar a casa. Yo solo tendí a asentar con la cabeza. Y en serio acepté, porque me sentía bien al contarle a alguien todo lo que me pasaba.

Aquel domingo había sido un día tranquilo, como la calma luego de la tormenta, pero la tormenta aún no se terminaba y se acercaban largos torrenciales. Y Llegó lunes, debía regresar al colegio. Y recordé que era el día en el que Gael había sido transferido al penal a primera hora. Pasó de un agujero a otro mayor, me sentía triste por él, no me imaginaba estar en su lugar…

            - ¿Estás listo? –Preguntó mi madre, desde la puerta de mi habitación.

            -Sí. –Respondí, agarrando mi mochila y saliendo detrás de ella–. ¿Ahora nos llevarás todos los días? –Pregunté mientras bajábamos las escaleras.

            -Si así me encargo de que no se metan en algún tipo de problema, sí. –Me respondió abriéndome la puerta para salir.

            - ¿Y Lucas?

            -Está enfermo, no irá al colegio.

            - ¿Quién cuidará de él?

            - ¿Quieres quedarte a cuidarlo?

            -Sí. –Respondí, pero lo que en realidad quería es quedarme para buscar pistas del homicida.

            -Aja. –Respondió mi madre–. Sube al auto, bromista. –Respondió con una sonrisa divertida.

Estaba claro que no me creería, pero tenía que intentarlo.

Subí al auto, y cuando estuvimos a medio camino, me acordé que no llevaba mis audífonos.

Mierda, pensé.

            - ¿Hay forma de que regresemos a recoger mis audífonos?

            -Ya estamos llegando, es muy tarde. Debiste preparar todo ayer.

            -Carajo. –Dije casi en susurro.

            - ¿Qué dijiste? –Espetó mi madre.

            -Pan de ajo. –Respondí rápidamente. –Se me antojó pan de ajo.

            -No hay problema, llevaré pan de ajo para la cena. –Respondió seria.

Carajo. Volví a decir, pero esta vez en mi mente.

Llegamos al colegio, habíamos llegado temprano aquella mañana. Mantenía mi estado de ánimo muy pleno, no tenía intención de desatar un ataque de depresión. Quería estar bien, por primera vez en tiempos quería agradar. Me despedí de mi madre y entré a la instalación.

            -Sólo intenta ayudar. –Dijo Camila acercándose por detrás de mío.

            -Tienes esa extraña habilidad de aparecer detrás de mí, ¿Cómo lo haces? –Intenté cambiar de tema.

            -Sé que escuchaste lo que acabo de decirte…

            -No necesitamos su ayuda, ¿ok? –Me paré y la miré fijamente. –Pide la ayuda de cualquiera. De cualquiera, pero menos de él. No es confiable. –Continué caminando.

            -No lo puedes culpar…

            -Cami, si no te molesta, me gustaría permanecer de buen humor por más tiempo.

            -Está bien. Como quieras.

            - ¿Qué pasó amigos? –Apareció Marco, muy contento. Más que de costumbre.

            -Hola. –Le dije.

            - ¿Por qué estás tan contento? –Le había preguntado Camila.

            -Hoy llevaremos el plan del cual les hablé ayer. –Dijo casi en susurro, deteniéndose justo delante de nosotros, encorvándose hacia nuestros rostros.

            - ¿Cuál plan? –Pregunté intrigado. No recordaba ningún plan.

            -Pongan más atención mis niños. –Dijo bulón–. A la hora del receso, lo llevaremos a la biblioteca y haremos que confiese. –Dijo feliz, cual niño hablando sobre una caricatura.

            - ¿Es en serio? –Dijo Camila, muy decepcionada.

            - ¿Tienes otro plan? –Le preguntó él.

Ella se quedó en silencio, no sabía qué decir y me miró por si yo tenía algún plan. Ambos estábamos iguales, cero en ideas y planes. Y para ser sincero, el plan no era tan malo después de todo.

            -Yo lo apoyo. –Dije, poniéndome a un lado de Marco.

            - ¿Hablas en serio? –Objetó Camila.

            -Es el único plan que tenemos, y la única manera de saber la verdad. –Le respondí.

            - ¿Y cómo planean llevar hasta la biblioteca? No le creerá a ninguno de nosotros.

            -Eso déjamelo a mí. Ustedes sólo se acercarán cuando les haga la señal. –Respondió Marco.

            -Señores. A sus salones en este mismo instante. –Pronunció un profesor.

Seguimos caminando hasta el salón. El resto de la mañana hicimos la clase como siempre, esperaba con ansias la hora del receso, hasta que por fin llegó.

No dejaba de pensar en lo que estaba haciendo Gael en este mismo instante. Me había quedado completamente claro que los padres de Gael no iban a ayudarlo, sólo nos tenía a Marco, Camila y a mí. Pero ¿hasta qué punto podremos ayudarlo? Y cuando lleguemos al tope, ¿qué pasará después? ¿quién podrá ayudarlo? ¿quién podrá asegurarse de que esté bien?... Cientos de dudas inundaban mi cabeza, y por más que intentaba despejar mi mente para mantener mi ánimo bueno, no dejaba de pensar en eso.

            - ¿listos? –Preguntó Marco saliendo del salón. –Atentos a mi señal–. Caminó hacia el segundo piso.




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