Desde el hoyo en el que me encuentro

Capítulo 9.

12-03-19

...

Aquel martes decidí que no debía ir a clases, así que me hice el enfermo y me quedé solo en casa. Tenía decidido lo que pensaba hacer, iría a visitar a Gael. Saqué un poco de dinero que tenía guardado y tomé una moto taxi hasta el penal. Durante la noche pensé en que si todo esto de tratar de ayudarlo servía para algo. Se me hacía raro que un menor de edad esté en una prisión para adultos. Estaba confundido, y luego de lo que pasó en la biblioteca, no quería ver a nadie más que no fuera Gael. Necesitaba pensar, necesitaba respuestas.

Cuando llegué al penal, fue un poco difícil que me dejaran entrar, pero al final lo logré. Me llevaron hasta el patio, esperé un par de minutos y luego apareció Gael. Llevaba puesto una camiseta de color blanco y unos jeans desgastados. Su rostro estaba demacrado, se veía más delgado.

            -Hola. –Dije. Esperaba sonar amigable.

            - ¿Qué haces aquí? Ya te había dicho que no te necesito. –Me preguntó con su pésima actitud.

            -A veces es necesario un poco de ayuda…

            -Sólo di lo que tienes que decir, y vete. –Espetó.

            -Sólo quiero saber cómo estás. –Me senté en una de las gradas de cemento.

            -Estoy bien, ¿sí?

            -No te ves bien.

            -Tú tampoco.

            -Lo sé… -Dijo, con una pequeña sonrisa.

            - ¿En serio estás bien? –Pregunté una vez más, con la esperanza de que esta ves reciba una respuesta adecuada. Pude ver que le costó mucho hablar, casi pude sentir su dolor.

            -Estoy en prisión, mi familia me dio la espalda, tengo serios problemas de ansiedad… -Su voz se quebraba–. ¿Cómo se puedo estar bien?

 Ansiedad. Esa palabra se recalcó en mi mente. Sufría del mismo problema que yo. Pero en ese momento no le di la importancia que se merecía, fui un imbécil por eso.

            -Déjame ayudarte. –Dije. Sin saber muy bien, qué otra cosa decir.

            -No puedes hacerlo. –Se limpió una lágrima que intentaba caer–. Nadie puede… Este es mi problema, mi castigo.

            - ¿Tú castigo por qué? Tú eres inocente.

            -No hablo de eso… Hablo de mi vida, hablo de todo lo que pasé desde el día uno de mi nacimiento…

Veía cómo se esforzaba en no derramar lágrimas, por lo que dejé de preguntar sobre su familia, aunque me moría por saber más. Aproveché en preguntarlo algunas cosas sobre lo que había descubierto los últimos días.

            - ¿Sabías que Gisela y Mario se veían a escondidas? –Pregunté, cambiando de tema.

            - ¿Cómo sabes tú de eso? –Cuestionó.

            -Entonces es cierto… Lo que pasa es que interrogamos a Mario, porque pensábamos que él era el asesino…

            -No. Él no es… -Dijo, lo cual hizo que se despertaran mis alarmas.

            - ¿A qué te refieres con que “él no es”? ¿Sabes quién es? –Pregunté, extremadamente intrigado.

Él no respondió, no se atrevió a decir una sola palabra, solo sonrió divertido un momento y luego se puso serio. Su actitud me enojó, tenía la respuesta tan cerca de mí, pero Gael tenía claro que no quería decirme ni una sola palabra, y pese a eso insistí en sacar respuestas.

            - ¿A quién estás protegiendo? ¿Por qué lo haces? Gael, necesito saber. ¿Quién es ese al que tanto ocultas? ¿Tan importante es para ti? ¿Por qué me lo dices hasta ahora? No tienes que proteger a nadie, ninguna vida debe ser más importante que la tuya.

            -Cállate. No tienes ni idea.

            -Necesito saber. Necesito respuestas. –Insistí.

            -Creo que ya debes irte. –Dijo.

            -Deja de ser un cobarde. Afronta la verdad.

            -No tienes ni idea de lo duro que es esta situación para mí. –Dijo, dándome la espalda–. No podrías entender. ¿Cómo lo harías, si ni siquiera sabes por todo lo que pasé? –Se fue.

Era cierto, no sabía por lo que había pasado. Ese fue mi error, debí preguntar sobre eso, y no sobre el homicidio. Si tan solo hubiera empezado por el principio, la situación sería otra. Una en el que nadie perdiera la vida.

Salí del penal con más preguntas con respuestas. No sabía que más hacer, o qué pensar. Estaba más confundido que antes de llegar. No tenía con quien hablarlo, estaba solo. Como lo había estado siempre.

Monté una mototaxi y regresé a casa, necesitaba desahogarme, tenía que hacerlo de algún modo porque temía de lo que fuera capaz. Cuando llegué a mi casa, entré rápidamente y busqué en la despensa una botella de tequila. Estaba desesperado, estaba ansioso. Sentía que mis movimientos eran más rápidos que de costumbre, los latidos de mi corazón se aceleraban al igual que mi respiración. Era una sensación extraña, un apuro hacia algo que ni siquiera sabía bien, lo único que sabía era que no podía detenerme. Estaba siendo dominado por una fuerza mayor a la mía. Estaba atrapado. Me senté en el suelo de la cocina y abrí la botella del tequila, bebí como si hubiera estado en un desierto, desesperado por un trago de agua. Bebí cual adicto, luego de un intento fallido por dejar las drogas. Y sin notarlo, lloré. Me desahogué, intenté recobrar el dominio de mi cuerpo, pero era imposible. Era aterrador. Romí en llanto, me rompí en mil pedazos, en mente y alma. Estaba solo, mucho más que antes.

Pasaron un par de minutos, había terminado todo el líquido de la botella de tequila. Dejé la botella a un lado mientras me recuperaba del extraño y satisfactorio momento. Mi respiración había vuelto a la normalidad, estaba mejor con respecto a mi ansiedad, pero estaba demasiado mal con respecto a mis emociones. Aún debatía sobre lo que tenía que hacer. Gael sabía quién era el verdadero asesino, lo cual significaba que era alguien cercano a él. Pero no podía saber quién porque él se negaba a decir algo. Estaba en un laberinto sin salida, un maldito laberinto en el cual ni siquiera tenía intención de meterme. ¿Cómo ayudar a alguien que no quiere ser ayudado? Era mi gran interrogante en ese momento. Y era un poco irónico viniendo de mí.




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